『Capítulo 35』

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Una oveja negra en medio de la paz

Pensamientos

Pensamientos

Lagrimas

Ansiedad...

Me atormentaba por las noches, el insomnio no me dejaba dormir y mi conciencia insistía en volverme loca. No podía sacar de mi mente los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas con los que me miraba la directora Henley, antes de ser arrastrada como una criminal fuera de la universidad.

Dolía mucho saber que iba a sufrir a causa de su hijo, pero me consolaba al decirme que si tan solo hubiera hecho las cosas bien desde el inicio, nada de eso hubiera sucedido.

Las clases ya no eran lo mismo, la falta de estudiantes provocaba el desinterés de los maestros ya que todos sabíamos que muy pronto la Ucla cerraría sus puertas para siempre. El director encargado era muy estricto, daba todo de él para revivir la icónica universidad, pero de nada servia.

Nuestra clase de dibujo había comenzado y el agotamiento empezaba a invadir mi cuerpo. Había olvidado las acuarelas en el casillero, así que obligue a mis pies a plantarse a mitad del pasillo mientras de mis labios salía una fuerte exhalación. Me sentía frustrada, odiaba estar tan despistada y me consumía saber que mi mente estaba con aquel chico de 1.80 y grandes ojos oscuros que atormentaba mi vida.

Al llegar al casillero, me apuré en sacarlas ya que habían muchos estudiantes aglomerados en una esquina, pero lo que menos quería ahora era verme involucrada en problemas, así que intente guarda las pinturas en mi mochila muy rápido, para mi mala suerte cuando la iba a cerrar aplaste el color negro por accidente, provocando que se derramará en todo el interior de esta.

Dejé la mochila sobre el suelo y me dispuse a buscar algo con el cuál arreglar mi desorden. Los libros golpeaban el costado del casillero en mi intento desesperado por hallar un pañuelo.

No podía negar que mi mente jugaba conmigo, pensaba que todos en el lugar sabían de lo sucedido con Jean, y me atormentaba a mi misma creyendo que todos me miraban de forma acusadora. Me sentía tan presionada que ansiaba salir de aquel espacio lleno de personas.

Mis dedos hallaron un pedazo de tela que usaba para limpiar el polvo de los libros y no dudé en tomarlo. Cerré el casillero para tomar la mochila del suelo, no me interesaba quedarme un segundo más ahí.

Fue en ese momento que vi cómo de en medio de los estudiantes se habría camino mi ángel destructor, con su clásica vestimenta negra y sus ojos penetrantes que hechizaban. Sus pasos firmes hacían erizar hasta el último vello de mi cuerpo, mientras mi corazón bombeaba hasta casi el colapso, ya lo sentía salir de mi pecho.

Me quedé estática, mis pies parecían haberse congelado en el suelo. Tome la opción de abrir mis labios para poder respirar. De pronto, sus ojos cayeron en mi, fue una mirada tan fría que mataba. Una vez más, una suave pero insistente presión se plantó en mi pecho.

Ese es el verdadero Azrael y nunca cambiará —Me recordó mi memoria.

Su cortante mirada solo estuvo sobre mí algunos segundos, pero su maldad fue tan inquietante que lo sentí eterno. Se alejó por la escalera mientras la mirada de todos los estudiantes lo seguían. No aguante más, salí corriendo del lugar olvidando las clases o aquel pequeño incidente con mi acuarela.

Corrí lo más que pude hasta llegar a mi habitación. Mis ojos estaban bañados en lágrimas y mi pecho aspiraba rápidamente. Estaba agitada por haber corrido tanto, sentía que me ahogaba. No es bueno llorar y correr al mismo tiempo.

Personalidades fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora