Corazones rotos, mentes susceptiblesLa sonrisa que llevaba no cabía en mi rostro. La persona que estuvo la noche anterior conmigo en aquellas colinas, era una nueva versión de Azrael, dulce y alegre. Parecía una pequeña correteando por todo el cuarto, escogiendo qué ponerme y cómo peinarme. Hasta había preparado tortitas de miel.
Teniendo en cuenta que no se cocinar, eso era un manjar para mí.
Ahora, a diferencia de como me había sentido semanas atrás, ya no tenía ese vacío dentro de mí, quizás era porque aún sentía euforia de la noche anterior corriendo en mi sangre, o simplemente pensarlo así me hacía sentir mejor. Empezaba a creer que el clima estaba igual de contento que yo, debido a que el sol irradiaba y aunque sonara raro, era la primera vez que lo veía brillar en estos cielos.
Decidí vestirme reflejando la alegría de mi Alma, vestido de flores un tanto ceñido al cuerpo y lonas blancas, algo raro, pero me sentía cómoda.
Después de desayunar tomé mis libros y me dirigí a clases. Mientras caminaba pensaba en que amaba disfrutar de esos pequeños momentos en los que solamente éramos los dos, él resultaba ser muy diferente cuando estábamos solos. Aquel frío e imponente joven se transformaba en un dulce y calmado muchacho, esa era su mejor versión.
Estaba ansiosa por verlo hoy y disfrutar de un día más a su lado, sin duda él era lo mejor de mi pequeño mundo.
Pero las cosas no siempre eran claras.
A veces dolían.
A veces alegraban.
Y otras... otras solo confundían.
Hoy parecían confundir, pues al llegar a la universidad mis ojos viajaron a la entrada del edificio y toda la alegría acumulada desapareció, así, de la nada. Solo bastó verlos frente a mí, comportándose de manera extraña. Mi corazón se empezó a estrujar de forma violenta al darme cuenta que sus manos estaban entrelazadas, ella se veía tan feliz a su lado. El rostro de Ozana se iluminaba y estaba segura de que no era por la luz del sol.
—¿Él está riendo nuevamente? —me pregunté a mi misma al percibir un leve suspiro de su parte.
Aunque lo quisiera, no podía desprender la mirada de ellos. Me planteé en la calle congelándome de golpe, quedé estática, esa era la palabra perfecta para describir el momento. Al parecer me había paralizado de manera inconsciente. Deseaba moverme, avanzar y no detenerme, pero en estos momentos no era tan buena para fingir.
Azrael, sintió el peso de mi mirada y elevó la vista, sus profundos ojos se encontraron con los míos y pude percibir un poco de pesar en ellos. Estaba segura de que él intuía lo que yo sentía, él sabía cómo ardía algo dentro de mi pecho y lo confirme cuando desvió sus ojos de mí.
Rápidamente me puse a pensar en que aquel joven era calculador y siempre ganaba. Cada vez me convencía de que si seguía creyendo en su perfección cuando estaba conmigo, me lastimaría mucho más que ahora. Tendría que admitir el hecho de que había desarrollado sentimientos hacia un monstruo.
Ahí parada frente a él, sentía que el dolor dentro de mí era tan intenso que no me permitía articular palabra, no creía ser suficiente para nadie a mi alrededor, solo quería huir lo más lejos posible. Pero no lo haría, los afrontaría con la cabeza en alto y la dignidad elevada, aunque no fuera así cómo me sintiese.
No tardó mucho tiempo para que Azrael volviera a observarme, pero esta vez de forma grotesca. Esa mirada de superioridad y lastima fue el impulso que necesitaba para seguir el paso. En todo mi «Caminata de la vergüenza» hacia la puerta de entrada, pude sentir sus ojos escudriñar cada parte de mi cuerpo. Cuando estaba a tan solo pasos de ellos, Ozana se percató de mi presencia, pero no le dio importancia.
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Personalidades fingidas.
Mystery / Thriller¿Qué pasa cuando dejas salir tus demonios internos y te gusta la destrucción que causan? Pues... Mamá siempre decía "ten cuidado Giahna, hay cosas que no nos gustaría saber" siempre pensé que era un truco para mantenerme alejada de cosas que no tuv...