『Capítulo 2』

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Sus ojos no pueden atraparte, al menos que ocultes algo.

Mi cuerpo estaba pasmado mientras mantenía aquella posición recostada en la pared, por otro lado mi espalda se encontraba muy adolorida debido al golpe que aquel intimidante chico me había dado al sujetarme de aquella forma tan siniestra. Me sentía expuesta y vulnerable, toda mi existencia estaba temblando y el miedo se había filtrado por mis arterias para comenzar a circular junto a la sangre.

Luego de que se alejara del lugar, intente mantenerme algunos segundos ahí parada, en medio del pasillo tratando de normalizar mi respiración. Pensaba que todos aquí actuaban de una manera extraña y sentía que solo era cuestión de tiempo para que me acostumbrara, o más bien rogaba internamente para que aquello sucediera.

Retomando fuerzas, caminé hasta el aula para seguir la clase, pero esta no duró mucho. A los pocos minutos de haber llegado, la alarma contra incendios empezó a sonar. Todos los alumnos compartimos miradas mientras el caos amenazaba con formarse frente a nosotros. ¿Qué sucedía con este lugar? me preguntaba tratando de comprender el contexto en el que me hallaba. El miedo del pasillo aún estaba latente en mi cuerpo, eso provocaba que me sintiera sofocada y con ganas de expulsar lo poco que había comido. La maestra de química al intuir esto, nos pidió calma.

Algunos minutos después, los alumnos junto con el personal, fueron evacuados al exterior del edificio. Luego de que se comprobase que todos habían salido ilesos, avisaron que las clases del día serían anuladas. El rostro descontento de algunos profesores era notorio, a nadie le había agradado perder clases y menos el primer día. Pero para mi era diferente, aprovecharía la tarde para recorrer un poco más el campus, al final, el incendio no había sido tan malo.

Estaba apunto de dar media vuelta para dirigirme a la habitación a dejar mis cosas, cuando una voz me hizo sobresaltar.

—Gianah, podrías acompañarme por favor —Pidió la maestra de química, su tono de voz fue leve pero autoritario.

—Claro —Dudé, pero terminé aceptando.

Sus pasos eran firmes y en ningún momento se detuvo para mirar atrás. Me percaté que íbamos en dirección al interior del edificio y entonces solté mi duda.

—Disculpe maestra —Ella asintió dándome señal para que siguiera—. El edificio se está incendiando, es peligroso ir ahí ¿no?

—No, Gianah. Alguien jugó una broma de bienvenida  y la directora de la universidad tiene fuertes sospechas de que fuiste tú.

Mi cuerpo se paralizó al escucharla, detuve el paso frenando fuertemente.

—Maestra, yo... —No pude continuar, mi garganta se secó y mi corazón palpitaba intensamente, inhale e intente seguir—. ¿De dónde sacaron esa idea? —Pregunté con la poca fuerza que me quedaba. El paso de la maestra se frenó, luego giró su cuerpo para hacerme frente.

—Tú eras la única alumna del piso cuatro que estuvo diez minutos antes de que todo sucediera fuera del aula, y la sirena contra incendios fue activada desde el último piso.

Mi primer día no podría ser peor —Pensé

—No, usted debe creerme por favor, yo no lo hice, nunca pondría en riesgo la beca y menos por una tonta broma —suplique mirando fijamente sus ojos. Mamá siempre me decía que no hay mejor ventana a la realidad de una persona, que sus ojos.

—Eso hay que hablarlo con la directora Henley, Gia —Su tono autoritario pero acogedor me hacía sentir bien de alguna manera.

Suspiré derrotada, sabía que no conseguiría nada alegando frente a ella. Seguí a la maestra al interior del edificio y mientras caminaba detrás de su cuerpo pude percibir que tenía algunos aires de soltera de edad, su forma de tratar a los demás era tan dulce que pesaba. Tal vez nunca encontró a alguien que aguantara su empalagante forma de ser.

Personalidades fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora