Argón: diez años atrásEstaba ahí, jugando en el patio de la casa, mamá y papá se encontraban dentro y me habían pedido que saliera. Amaba pensar que a ellos les gustaba que me ensuciara en el barro pero la única verdad era que no querían que los escuchase pelear. La enfermedad de mamá avanzaba muy rápido y para ser una niña de tan solo nueve años, lo entendía perfectamente.
Era importante aclarar que ya no asistía a la escuela, papá trabajaba y mamá debía quedarse con alguien en casa. Todas las tardes me gustaba salir y ver a los niños pasar con sus uniformes, me hacía a la idea de que eran obligados a ir a clases y estaban sufriendo, solo así no me sentía tan mal por no estudiar.
Después de algunos segundos de espera, comencé a aburrirme monumentalmente, pero al observar a un costado encontré una rama seca en el suelo y la tomé, era muy alta, pasaba mi diminuto tamaño. Con la poca fuerza de mis delgados brazos le quebré una parte para tener un mejor agarre.
Seguido a eso, empecé a dibujar círculos, cuadrados, y triángulos en el piso con la única intención de distraerme, dibujé y dibujé perdiéndome en mi pequeña inspiración hasta que pronto sentí un fuerte golpe en la espalda que me hizo caer sobre un charco que tenía enfrente.
Como resultado, las risas de algunos niños empezaron a sonar por todo el lugar. Mamá siempre me había enseñado a ser una niña valiente, a no llorar ni pedir nada a las personas y en este momento lo agradecía.
Sin soltar una lágrima de mis ojos, me levanté del suelo y miré fijamente a aquellos que se burlaban de mí.
—Miren a la fenómeno, sucia como lo que es, una rata —bramó uno de ellos.
No podía creer que un simple niño pudiera tener el corazón tan descompuesto como para expresarse así de otra persona. Tal vez era por la prepotencia de sus padres, ya que los hijos no éramos más que un reflejo de ellos.
Luego de eso todos empezaron a gritar mofas, soltar risas y abucheos, era lo único que escuchaba, ya no oía las voces de mis padres discutir ni el sonido que hacía mi varita contra la tierra.
Las personas somos fuertes, yo lo había sido por mucho tiempo, pero llegamos a un estado donde nos sentimos tan mal con nosotros mismos que explotamos, no podemos controlar las lágrimas en nuestros ojos y solo las dejamos salir, como frágiles gotas de lluvia.
Aquellos sentimientos que tenía atorados en mi interior empezaron a brotar en ese momento. Yo era diferente a aquellos niños, mi infancia era diferente, mi vida era diferente. Sentía que colapsaría y que lloraría frente a todos, pero cuando pensé que no podía contener más las lágrimas, que perdería gravedad del suelo y caería de rodillas en él, una voz sobresalió.
Un ángel, una salvación a mi pequeño mundo de miseria.
Un niño más grande que nosotros, al cual, por algún motivo todos temían.
—Cállense ya —soltó imponente. Las voces fueron pausadas al unísono y algunos niños empezaron a abandonar la escena.
Aquel Salvador, llevaba el uniforme de una escuela no tradicional de la zona, el cabello negro y los ojos profundos de igual color, los pocos que se quedaron recibieron duras palabras.
—No quiero que vuelvan a molestarla, de lo contrario, ninguno de ustedes vivirá para contarlo —amenazó.
Pude observar que los rostros de los niños se transformaron en una mueca digna de plasmar y conservar por siempre. Después de eso, la multitud se empezó a dispersar y en menos de lo que creí, me encontraba sola junto a aquel raro y extraño niño. Me dispuse a entrar a la casa, mamá me había pedido que no hablase con extraños, cuando su voz me detuvo.
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Personalidades fingidas.
Mystery / Thriller¿Qué pasa cuando dejas salir tus demonios internos y te gusta la destrucción que causan? Pues... Mamá siempre decía "ten cuidado Giahna, hay cosas que no nos gustaría saber" siempre pensé que era un truco para mantenerme alejada de cosas que no tuv...