『Capítulo 26』

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"Liberate de tu prisión"

Argón, 01 de diciembre 2009 

Desde mi posición podía verla con claridad, gracias a la ventana trasera de la casa. Mamá daba vueltas en la pequeña sala provocando que la apolillada madera del suelo rechinara, sus manos temblaban y deducía que era por la falta de medicamento. Rogaba para que papá llegara temprano a casa hoy, lo necesitaba, no sabía cómo lidiar con ella y para ser sincera, tampoco conmigo misma.

Tenía ganas de bajar de la pequeña casa del árbol donde me encontraba y correr hasta la puerta de la casa santorski, pero esta mañana había visto a mi pequeño salvador irse a la escuela y su papá no volvía hasta la noche. Lo necesitaba, en estos momentos más que nunca, pero sabía que él tenía responsabilidades.

Tiempo atrás, Azrael me había dicho que acabara con todo lo que me hacía sufrir, que así estaría mejor. Pero por mi mente no pasaba hacerle algo a mamá, ella era la mujer más dulce del mundo y una tonta enfermedad la estaba consumiendo. Estoy segura que si él la hubiese conocido años atrás cuando su estado aún no era crítico, comprendería mi posición.

Por escasos segundos se me pasó por la mente bajar e ir a abrazarla, quizás al sentir un suave gesto de amor, su confusión mermaría. Papá trabajaba muy duro para que mamá y yo tengamos un plato de comida sobre la mesa, pero me molestaba un poco saber que no le daba el amor que ella merecía. Muchas veces lo había visto besarse con mujeres fuera de la casa, y estaba segura que mamá también lo había presenciado.

Por otra parte, no lo juzgaba, él buscaba en otras lo que mamá ya no le daba, ella no lo abrazaba ni hablaba con él, y todos los humanos, por más fríos que seamos, necesitamos alguien con quien sentirnos en compañía.

De pronto, toda esa valentía de abrazarla, desapareció cuando sus ojos se encontraban con los míos a través del vidrio de la ventana por donde la observada, vi como la ira chispeaba de ellos y no pude evitar soltar algunas lágrimas frente a tal acto de desprecio.

Hoy había amanecido bien, presuntamente, cuando papá se marchó a trabajar ella se encerró en su habitación y luego de algunos minutos salió para empezar a golpearme, mi brazo aun dolía por el apretón que le había dado, y estaban empezando a formarse algunos moretones a los lados.

La mejor opción sería relajarme un poco y esperar a que papá llegara. Incliné mi cuerpo para dejar caer mi cabeza en una sucia almohada que ahí se encontraba. Estaba al borde del colapso, sentía que mi cuerpo no resistiría más, así que solo me recosté y en micro segundos estuve profundamente dormida.

«Es inevitable»

Escuchaba una voz susurrar.

«Lo harás hoy»

El frío era tal que me impedía mover los dedos, sentía mi cuerpo paralizado mientras el agua fría corría por mis pies, lo sabía porque podía escuchar como sonaba al bajar por estos. La oscuridad me impedía ver mis propias extremidades. En un acto desesperado por moverme levanté el rostro y pude observar miles de estrellas titilantes sobre mi cabeza.

Diría que no eran normales, tenían colores fuertes, verde, azul, morado, rojo... podría decir que parecían luces de navidad. Elevé mi mano creyendo que las tocaría, y cuando estaba a punto de hacerlo mis piernas perdieron estabilidad.

Caí al vacío.

Intentaba emitir un grito, pero este aparentemente no se escuchaba, luego sentí la fría madera golpear mi espalda, esto provocó que abriera los ojos abruptamente. El frío había desaparecido y por alguna extraña razón, el lugar me era familiar. La madera... era mi casa, todo estaba perfectamente, pero algo no encajaba.

Personalidades fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora