CAPÍTULO 17

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Esta última semana pasó con tanta rapidez que ni siquiera puedo recordarla por completo. Pasé mucho tiempo en casa con Carla y Lucas, me sentí bien, es algo que poco a poco se hace más presente en mi vida, obviando la presencia de Jackson. No volví a verlo, lo cual me desespera y me enerva un poco, ya que él siempre tiene un plan.

Quizá estoy paranoica, pero el saber que está aquí y que aun no lo he visto de nuevo es un poco sospechoso. La idea de salir de mi casa sabiendo que él se encuentra aquí conmigo me aterra. No puedo limitarme a vivir mi vida por un psicópata. Es riesgoso, sí. ¿Pero cómo podría asustarme y solo quedarme encerrada? Lo haría si pudiera, pero no puedo, no ahora.

Solo me conformaré con que no me ha contactado ni he notado algún movimiento sospechoso que al menos yo haya visto.

Ahora, es lunes, el día del viaje a Los Ángeles y no puedo estar más nerviosa. Viajar con ese hombre... No sé qué me espera. Deseo con muchisimas ansias que este viaje pase en un abrir y cerrar de ojos. No me gusta la presencia de este hombre, menos su actitud y su mirada.

Ya son casi las ocho de la mañana y me hallo en la limusina que es conducida por el chofer, guardaespaldas o lo que sea de mi jefe. Se llama Matthew.

Me pareció gentil. Es un hombre de pocas palabras.

La mitad del trayecto al aeropuerto es en silencio pese a que mantenemos algunas cortas conversaciones que deben durar alrededor de treinta segundos o menos. Le pregunté un poco de él, de hace cuánto tiempo trabaja para el señor Haste, por ejemplo, a lo que él me respondió que tres años.

Descanso mis ojos durante un corto plazo tiempo ya que, los abro abruptamente cuando siento que la limusina se detiene. Observo la pista de aterrizaje en la que yace un jet privado y Matthew me abre las puertas.

—Gracias —murmuro mientras que pongo un pie fuera del vehículo.

—Por nada. —Me dedica un asentimiento de cabeza—. Iré por su equipaje.

Me llevo las manos a mis brazos, frotandolos contra la tela de mi blazer. Hace más frío de lo normal y me culpo por haber venido un poco desabrigada. Matthew toma mi equipaje y lo lleva hacia el jet. Me muevo por la zona y, extrañamente, me quedo quieta cuando mi mirada tropieza con una figura masculina que se encuentra apostada sobre una limusina y fuma con tranquilidad. Lleva un gabán color negro entallado y su cabello oscuro se mueve con lentitud ante la fresca brisa que nos rodea.

De repente, como si supiera que me encuentro aquí, mirandolo como idiota, sus ojos caen sobre los míos. Trago saliva. Odio cuando me mira así.

—Señorita Morrison.

—Señor Haste.

Devuelve su mirada a la nada misma y me quedo en silencio, el silencio se instala en el ambiente, sin embargo, este se ve interpelado por un hombre que se acerca a William y lo saluda con un caluroso apretón de manos.

—Señor Haste, buenos días. ¿Ya tiene todo listo? —asiente—. Entonces, ya podemos iniciar con el despegue.

—Claro —El señor Haste lanza el cigarro al suelo y lo aplasta. Me hace un gesto y subimos las escalerillas que nos llevan al interior del jet.

Es muy lujoso.

La última vez que vi un jet fue hace muchos años y le pertenecía a mi padre.

Tomo asiento después de que el señor Haste lo hace y enfoco mi mirada en las ventanas. El jet despega a los pocos segundos y mantengo mi vista fija en la ventana conforme el vehículo asciende. Puedo contemplar la ciudad a mis pies y me permito disfrutar de la vista, ya que soy consciente de que es algo que no sucede muy a menudo.

Todo Por Mi HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora