CAPÍTULO 41

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Eveline

Me siento tan cómoda que no quiero abrir los ojos, ni siquiera por el sol que se cuela a través del ventanal de la habitación con rigurosidad. Sin embargo, me obligo a despabilarme un poco y abro los ojos, ahora percibiendo el olor a nicotina y sexo que flota en el aire.

Me acurruco contra el pecho en el que mi cabeza descansa y es en ese momento que caigo en cuenta de que estoy abrazada a William como si fuera una lapa. El calor sube a mis mejillas con rapidez. Qué vergonzoso. De todas maneras, él no parece ser consciente de ello, pues sigue completamente dormido.

Me permito detallarlo en un momento tan vulnerable como el dormir; se ve tan tranquilo. Su respiración calmada es un vaivén que va y viene. Observo los músculos de sus brazos, sus abdominales... Me es inevitable no deslizar la mano por su abdomen. Es duro y fornido. Su piel es tersa, el contacto de mi mano contra ella es... No sé cómo describirlo; relajante, tal vez.

—¿Qué haces?

¡Maldición! Subo la mirada con rapidez hallando a esos ojos azules que me escrutan como si fuera una idiota por tomarme la libertad de tocarlo mientras duerme. El calor sube a mis mejillas de nuevo, toda la cara me arde.

—Eh... yo...

Me separo de él, avergonzada.

»Nada.

Parece que no se lo tomó a mal, ya que una leve sonrisa se adueña de su boca.
Me reprocho a mí misma por siquiera haberlo tocado. ¿En qué estaba pensando?

Lo miro de nuevo, sin embargo, noto que la sábana deja al descubierto su entrepierna y es en ese entonces que mis ojos caen sobre la dura erección que se carga. Trago saliva.

Y para rematar, el muy cabrón se lleva la mano al miembro erecto bajo mi mirada.

—¿Quieres tocar? —dice.

Me relamo los labios. Es tan perverso.

»Ven aquí.

Me es imposible resistirme, así que me subo sobre su regazo. Sus ojos azules me miran con tanta intensidad que podrían ponerme a temblar.

De repente, me atrae hacia él por la nuca y une nuestras bocas en un beso explosivo y caliente. Puedo sentir cómo mi cuerpo empieza a reaccionar ante su contacto; mis pezones se endurecen, se me pone la piel de gallina y la humedad en mi entrepierna empieza a hacerse presente...

Mi deseo empieza a volverse incontrolable de tal manera que introduzco mi lengua en su boca, le lleno la cara de besos y luego desciendo hacia la piel de su cuello, besándolo justo ahí y, sorpresivamente, oyendo su jadeo varonil y masculino apenas mis labios hacen contacto con esa zona.

Cojo la dura erección en mi mano y la muevo con lentitud de arriba a abajo al tiempo que oigo otro jadeo varonil de su parte que solo consigue ponerme mas caliente.

Esta vez, mi mirada no se despega de la suya cuando bajo la cabeza y chupo la punta de su glande. Sin embargo, de un segundo a otro, me posiciona sobre su regazo de nuevo y me atrae hacia él para besarme con desesperación.

—Necesito follarte ahora, Eveline.

Alza las caderas con impaciencia y me mira fijo cuando, con lentitud, me deslizo sobre su miembro. Suelto un gemido. Esta vez no se siente tan incómodo, se puede decir que mi cuerpo se acostumbra poco a poco.

—¡Dios! —gimo, extasiada.

Se siente como si estuviera tocando el cielo con las manos.

Me sujeta las caderas y echa la cabeza hacia atrás durante un segundo. Soy testigo de su gemido masculino y grave que solo me pone más de lo que ya estoy.
Me inclino hacia él y me encargo de que mis labios ataquen su cuello de nuevo. Lo oigo jadear con fuerza y deslizo mis manos por sus abdominales sin mermar mis movimientos que cada vez se vuelven más y más fuertes.

Todo Por Mi HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora