CAPÍTULO 63

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William

Son las seis de la mañana en punto.

Estoy impaciente a la espera de aquella llamada que no llega. Vuelvo a mirar la hora; siguen siendo las seis en punto.

Ha pasado un mes sin un solo rastro de Eveline, pero ayer recibí una llamada; parece haber pistas en una pequeña ciudad alejada de Rusia. No me han dicho demasiado. Las últimas actualizaciones son del mes pasado y fueron que; encontraron su coche en las afueras de la ciudad y la empleada que trabajaba para ella en su apartamento se dio a la fuga.

Hice que mis hombres revisaran el coche y lo que encontraron fue un rastreador. A saber desde cuánto tiempo estuvo allí instalado.

Me acaricio la sien mientras me permito descansar los ojos durante un momento. Creo que estoy agotado. ¡Joder! Esto no va a ganarme, no lo voy a permitir.

La puerta de la oficina se abre y da paso a Edward, quien cierra la puerta detrás de sí mismo y avanza hacia mí.

—Te exijo que detengas lo que sea que estés a punto de hacer.

—No sé de qué hablas.

—¡No vas a mover al ejército por Eveline Morrison!

—Tú no eres quien para decidir eso.

—¡Es una traidora!

—¡No lo es!

—¡Sigue siendo la mujer de Bogdánov! —grita—. Y lo único que vas a conseguir con todo esto es desatar una guerra...

—Me importa un carajo.

Se acerca a mí, las ganas de encajarle un puñetazo no cesan.

—Estás cometiendo un grave error.

—¡No me vengas con esas mierdas! ¡Tú harías lo mismo por Leanne!

—¡No compares, porque no hay punto de comparación! Lo que estás haciendo es una locura. Le declaras la guerra a una familia con la que estamos en paz por una mujer insignificante en tu vida.

Me toma del brazo.

»Te pones en riesgo a ti y a tu familia por un capricho. No sabes dónde te metes y sabes muy bien cómo son los Bogdánov cuando de venganzas se trata.

—¡Que no es un capricho!

Lo suelto y me mira, anonadado como imbécil.

—¿Sientes algo por ella?

—¡Lárgate!

Pero en vez de eso, se acerca a mí.

—Te enamoraste de ella...

—Dije que te vayas —le ordeno.

—Esto tendrá consecuencias, William.

Es lo último que dice antes de marcharse.

Jodido imbécil. Me dejo caer sobre mi asiento, tratando de idear otro plan. Las consecuencias ya me importan un carajo, sé que habrán muchas y estoy dispuesto a cargar con ellas. Jackson cometió el peor error al ponerle un solo dedo encima y manchar su nombre frente a mis ojos.

El teléfono de línea empieza a sonar y cojo la llamada de inmediato.

Señor Haste.

Es el militar.

—¿Algo nuevo?

—Sabemos dónde está... Tenemos un testigo; un chofer hospitalizado declaró.

Todo Por Mi HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora