Eveline
Hago una mueca al tiempo que me llevo una mano a la cabeza. ¿Qué carajos pasó anoche? Siento que el corazón se me va a salir del pecho al reconocer la habitación en la que me encuentro.
¡Mierda! ¿Qué hice anoche?
Llegamos al penthouse, nos sentamos para hablar con los amigos de Kimberly, los cupcakes, la pista y... todo lo siguiente es borroso.
—Buenos días.
Una voz masculina hace que me sobresalte. Mis sospechas terminan de confirmarse al verlo parado en la puerta de la habitación: William.
—¿Qué fue lo que sucedió? —interrogo.
Me llevo una mano al estómago, hago una mueca al sentir lo pegajoso que está mi vestido.
—¿Acaso nosotros...? —Niega con la cabeza—. ¿Por qué estoy aquí?
—Te drogaste.
—¿Qué? ¡No me drogué! No sé de qué hablas.
—Sí, te drogaste.
—No lo hice —niego.
—Entonces lo hiciste sin darte cuenta.
El calor sube a mis mejillas. Me siento como una completamente idiota, lo arruiné de nuevo, de seguro hice el ridiculo.
—Yo... —Me aclaro la garganta—. Lo siento.
Niega con la cabeza.
—¿Hice algo fuera de lugar? —pregunto, deseando que no haya sido así.
—Te divertiste.
—¿Por qué lo dices?
Entonces, mi teléfono empieza a sonar a mi lado, está sobre el colchón, dentro de mi bolso, el cual abro y cojo la llamada sin siquiera ver de quién se trata.
—¿Quién habla? —interrogo.
—Suenas cansada, ¿acaso te desperté? Disculpa si fue así.
Oigo la voz de Carla a través de la otra línea y me maldigo por ser un maldito desastre.
—No, no, para nada.
—¿Segura?
—Sí, sí... ¿Todo bien?
Me pongo de pie y busco mis tacones. Hago una mueca al notar el revelador vestido que llevo encima y mi primer instinto es cubrirme con el gabán oscuro que está sobre la cama, justo al lado del sitio donde dormía.
—¿Podemos vernos? Solo si puedes.
Frunzo el ceño.
—¿Pasa algo?
—No. Solo quiero verte, te echo de menos y estoy aburrida de esta casa del demonio.
Es Carla. Sé que sucedió algo; una discusión con Josh, tal vez.
—En treinta minutos estoy en tu casa, pero me quedo un minuto, no tengo mucho tiempo.
—Bien, te espero. Adiós.
—Adiós.
Cuelgo la llamada, guardo el móvil y me calzo los tacones a toda prisa. La vergüenza me corroe al hacer contacto con William, el señor Haste... o lo que sea, ya no sé cómo llamarlo.
—Gracias por sacarme de la fiesta.
Solo asiente con la cabeza.
»Y... debo irme, tengo algo pendiente.
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Todo Por Mi Hijo
RomanceDUOLOGÍA TORMENTO - LIBRO I El dolor, la pena y la pérdida fueron inminentes protagonistas en la vida de Eveline Morrison durante años en los que sufrió al ser repudiada por las personas que más amó; su familia. Sin embargo, siguió adelante con su v...