CAPÍTULO 27

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Mi respiración se acelera notablemente, de repente siento esa extraña sensación, la sensación de alejarme, pero también, quedarme cerca. Mis piernas no responden.

—¿Vas a seguir negándolo?

Su voz se emite de una forma inexplicable, ronca, como una invitación.

—¿Negar...? No sé de qué habla.

—¿Siempre eres tan inocente o es que juegas a hacerles creer a todos que eres una mojigata?

Coge mi mentón. Sus ojos azules se sienten como dagas. Me muerdo la lengua. Empiezo a darme cuenta de que saca lo peor de mí, nunca conocí a alguien tan caótico e idiota.

Evito hacer contacto visual. Siento que voy a caer ante algo que no quiero, que mientras más intente desistir las llamas me consumirán cada vez más y me harán sentir... distinta.

Las palabras de Camille me regresan a la cabeza:

"Mi objetivo es casarme con William y así lo haré. Si te acuestas con él, déjame decirte que no eres más que su juguete".

"Nadie puede entender a William como lo hago yo".

Honestamente, no la contradigo, tiene toda la razón. ¿Qué sería yo para este hombre si me acostara con él diariamente? Nada, es la misma nada para él. Me parece un hombre tan cruel, una persona que disfruta de la tortura de los demás.

Trato de hablar, pero pierdo el control cuando toma mi quijada entre sus manos y me besa. Me cuesta corresponderle el beso por la experiencia que tiene, va a un ritmo muy rápido al que no estoy acostumbrada.

Soy ese tipo de persona que disfruta de lo besos lentos y cargados de sentimientos, pero él parece ser ese tipo de persona que busca besos cargados de deseo y morbo, de esos que solo gritan sexo. Su mano se desliza a lo largo de mi muslo y termino contra el escritorio mientras me muerde el labio inferior con fuerza. Siento sus dedos tantear la tela de mis bragas y...

Un sonido hace que nos separemos, y proviene de alguien que toca la puerta de la oficina con insistencia. Con los nervios a flor de piel, me bajo del escritorio al tiempo que me acomodo la falda.

—Adelante —indica mi jefe mientras rodea el escritorio y se acomoda sobre su asiento, como si nada hubiera sucedido.

La puerta se abre y le da paso a un hombre que a mi parecer, es muy importante. El azul de sus ojos me deja mareada y sé que no debe ser un hombre cualquiera. Hago cuentas en mi cabeza, y todo parece indicar que se trata de ni más ni menos que del padre del señor Haste.

—Tenemos que hablar —decreta aquel hombre.

Su tono de voz es duro.

—Señorita Morrison, retírese. Luego compensaremos nuestro asunto pendiente.

El calor sube a mis mejillas con la indirecta que me lanza, y sobre todo empeora cuando aquel hombre de ojos azules se me queda mirando fijamente. Mi presencia no parece ser deseada, así que le dedico una mirada a mi jefe antes de retirarme con rapidez. 

William

Me echo hacia atrás sobre mi asiento y lo miro fijamente. Espero que este idiota tenga una muy buena excusa, porque acaba de interrumpir mi diversión momentanea.

Mi nuevo juego que involucra a una mujer que estoy dispuesto a corromper.

—¿De dónde sacaste a esa mujer? —interroga Edward Haste mientras da un paso adelante.

—¿Por qué preguntas? ¿Ahora te gustan las jóvenes? Estás muy viejo para esas cosas. —Me pongo de pie y me doy la vuelta para empezar a servirme un trago—. Vete. Estoy ocupado.

Todo Por Mi HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora