— No me gusta llorar frente a otra persona.
— ¿Y a qué se debe eso? —preguntó ella mostrando curiosidad.
Jugué con los dedos de mis manos no queriendo responder a su pregunta.
— Porque no quiero. No me gusta.
— ¿Y dices que te sentiste incómoda cuando lloraste frente a ese joven?
— En realidad no lo sé. Lloré sin darme cuenta de ello. Aunque en realidad, no estoy avergonzada. Estoy devastada por lo que ocurrió. No porque lloré. Si no, que actué como una completa estúpida.
— ¿Y sientes miedo a lo que él pueda pensar?
Fruncí el ceño
— No lo conozco, y no sé por qué le estoy contado sobre esto.
— Porque de alguna u otra forma, te importa. ¿Me equivoco?
— No lo sé. —Observé a un punto fijo para evitar mirarle el rostro—. No sé si me importa.
— Tu madre me comentó la otra vez, sobre lo que le dijiste. Hacía mucho frío el sábado, ¿Sabes? Ella tendió tu chaqueta favorita hacia ti para que te la pusieras, y te dijo que hacía frío y que te podrías enfermar. Le respondiste que no te lo pondrías, porque no te importaba si te enfermabas. ¿A qué se debe eso? ¿No te importa tu salud?
Por más que piensen que ella me está regañando, su voz sonaba dulce y falsamente curiosa.
— Realmente no me importa si me agarra meningitis.
— Es una enfermedad mortal que muy pocos salen adelante. La probabilidad es muy escasa.
— Tanto como yo sobreviví aquel accidente, Sra. Robinson.
Al salir, mi rutina fue completamente idéntica al día de ayer. Mamá y papá se levantaron cuando salí, me sonrieron preocupados y volvimos a casa en silencio. En el barrio, todos nos observaban preocupados comentando sobre mí y lo perdida que estaba.
Todos me observaban curiosos. Con decepción, con compasión.
Y no quería eso. Odiaba esa mirada de lástima, como si de alguna forma se estuvieran compadeciendo de mí. No era lo que quería. Quería que me observaran a los ojos, y me miraran normal. Como si fuera una chica con problemas como toda la gente. Alguien normal. Una mirada normal, firme y conciliadora. Nada de rodeos con lástima y compasión, es lo que más odiaba.
Jazmin apareció junto a mí y me tocó el hombro para llamar mi atención.
— ¿Te acuerdas cuando casi chocamos en este auto? Casi me quitas la vida pero hiciste algo para evitarlo. Ese día no. Me dejaste arder en el fuego.
— Basta —le respondí. Me quedé helada cuando me di cuenta de que lo había dicho en voz alta.
Mamá se dio la vuelta de su asiento y me observó confundida.
— ¿Basta con qué, cariño?
— Nada... me siento mal. Creo que me duele la cabeza y tengo ganas de vomitar.
— ¿Quieres que nos detengamos?
— No —negué con la cabeza— Quiero llegar a casa e irme a mi habitación.
Mamá lo miró a papá con gestos de preocupación en su rostro y corrí la mirada para dejar de amargarme.
No quería contarle a nadie sobre lo que me estaba ocurriendo. No le iba a decir a nadie que veía a mis mejores amigos culpándome y atormentándome por no haberles salvado la vida. Era algo ilógico para ellos, y además, echaría todo a perder.
No quería arruinar nada pero aun así, lo arruinaba todo. Era como si las cosas que quisieras evitar, las hagas igualmente pero de otra forma. Me sacaba de quicio. Seguía empeorando todo. Seguía siendo una mala persona. Una chica estúpida que deja que su jodida mente la atormente.
Estaba perdida. Muy perdida.
Cuando bajé del auto, corrí hacia mi habitación y me encerré allí. Conecté los auriculares en mi teléfono celular y subí el volumen al máximo. Cerré los ojos y escuché mis canciones favoritas de rock. Me imaginé a mí misma cantando esas canciones, siendo feliz, siendo famosa, siendo una persona carismática, sexy y extrovertida que cantaba en el escenario con toda energía. Me imaginaba que yo era feliz y que todo estaba bien. Era exitosa. Todos me apoyaban y me seguían en el canto. Las personas que se habían burlado de mí me observaban al fondo de todo, con los brazos cruzados y envidiandome y arrepintiéndose de lo que me habían hecho.
Parecía muy estúpido pero era lo que necesitaba. El apoyo de mí misma aunque no me lo merecía. Pero a veces quería ser feliz, aunque fuera por un segundo, quería serlo. Pero no podía. Porque mi pasado y los traumas volvían a mí. No era realmente un pasado. Era mi presente. Porque yo convertía mi pasado en mi presente y eso me arruinaba por completo.
Estaba vacía, en mi interior. Sentía que nada tenía sentido ahora. Que todo era una estupidez y no me asustaba la muerte. Si me muriera por una extraña razón, y yo no lo esperaba, no me asustaría. Porque siempre lo estoy esperando. Siempre espero morir, porque si no lo haces, entonces ¿Por qué sigues viviendo? Las personas que viven saben que van a morir, pero se olvidan de ello. Yo estaba desperdiciando mi vida en tormentas. Y me quedaba bajo la lluvia. No hacía nada para cambiarlo. No pedía ayuda, por miedo al riesgo.
No quería arriesgarme. No quería arruinar mi familia más de lo que ya estaba. Nadie se merecía esto. Y bueno, lo que me ocurría ahora, sí me lo merecía. Porque nunca salvé a mis mejores amigos.
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El sol de mi tormenta© 《Laliter》✔
Teen Fiction🌸El mejor tipo de personas son las que entran en tu vida y te hacen ver el sol donde alguna vez viste nubes🌸 Lali es una chica de diecisiete años que sufrió en un accidente trágico en un hospital. Ella y sus tres amigos, Eugenia, Ramiro y Melody i...