🌸Capítulo XXIV🌸

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Me quedé mirándolo desde arriba

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Me quedé mirándolo desde arriba.

- ¿No sabes cómo bajar? -preguntó.

- No -negué con la cabeza, un poco preocupada.

¿Por qué me preocupaba por no poder bajar?

- Ya sé, tengo una idea. Subiré por ti y...

- ¡No! -Dije rápidamente- Nos quedaremos los dos atascados en este árbol. Sólo deja que me prepare y me tiraré al suelo. Muévete a otra parte, no quiero lastimarte.

- Pero te vas a lastimar. ¡No saltes!

- ¡Lo voy a hacer! ¡Muévete! -dije moviendo los brazos rápidamente.

Él no se iba a mover.

- Me quedaré aquí hasta que...

Me resbalé.

La humedad del rocío de la noche había humedecido tanto al árbol silvestre que estaba todo resbaladizo. Mis dedos adoloridos se rasparon aún más. Con las uñas, traté de agarrarme, pero no logré nada. Mis pies se resbalaron hacia adelante, y caí.

Cerré los ojos, para sentir el impacto. Escuché un 'ooou' adolorido.

Pensé que esa era mi voz. Pero no era mi voz.

Las ramas crujieron bajo el fuerte peso e impacto. Abrí los ojos, y de repente me encontraba encima de Peter. Él estaba acostado boca arriba, con la espalda clavada en las ramitas húmedas del suelo. Tenía los ojos fuertemente cerrados. Y su boca estaba abierta. Quedé aturdida por unos segundos, pero luego reaccioné.

Saqué mi peso de encima de él, pero no me separé del todo. Me asuste tanto, de haberlo lastimado de alguna forma, que me olvidé de cualquier cosa.

Agarré de su rostro en mis manos, y respiré rápidamente, con el pánico corriendo por mis venas.

- Oh, Peter, ¿Te encuentras bien? ¿Te hice daño?

- Muchísimo -respondió con la voz ahogada por los quejidos roncos.

- Oh Dios -susurré temblando del pánico.

Froté mis manos rápidamente en su pecho. No sabía qué hacer.

Cómo reaccionar. Salí de encima de él, y le acaricié la cabeza.

- Oh, Peter, lo siento tanto, por favor, dime que no te lastimaste.

- Tal vez quede paralítico de por vida -dijo otra vez, con la voz ahogada.

Mi corazón se detuvo.

Él comenzó a reírse.

Me quedé atónita. Sin saber qué hacer. ¿Por qué se estaba riendo?

¿Cómo diablos podía reírse en una situación como esta?

- Te la creíste -rió y se quejó rápidamente. Se levantó, haciendo fuerza con sus manos, y quedó de rodillas frente a mí, respirando bocanadas de aire.

- ¿Cómo dices? -respondí sorprendida e irónica.

- Creo que tuve un fuerte golpe en la espalda, pero estoy bien -rió, su carcajada tan especial que me hacía cosquillas en la piel- No pesas mucho de todos modos. Estoy bastante bien. Un ochenta por ciento tal vez.

- ¿Qué? -grité atónita. Me levanté de un salto y lo miré desde arriba.

- Oye... fue... fue una broma -tartamudeó nerviosamente. Ahora él estaba asustado.

- Por dios -mascullé- Pensé que te habías roto la espalda. Posiblemente la columna. ¿Cómo puedes hacerme una broma así? Realmente me asusté. Pensé que te lastimé por mi culpa, y tú te ríes.

- Lo... lo siento -dijo levantándose de un salto. ¿Tan rápido se había recuperado este chico?

Ese lo siento había sonado como la primera vez que nos habíamos visto. Conocido.

Fue tan real.

Lo golpeé en el brazo. Él se asustó y comencé a reír.

Él rió también, y reímos hasta que nuestros pulmones no dieron más.

- Creo que debo disculparme por hacerte eso. No pensé que te ibas a preocupar por mí.

Su respuesta me dio mucha curiosidad, pero lo dijo como si de verdad no lo hubiera pensado del todo.

- No te preocupes, está bien. De todos modos, es mi culpa que yo haya aterrizado en ti. Pero si te hubieras puesto en otro lado...

- Hubieras caído tú sola en el suelo. ¿Crees que dejaría que te pasara eso? Prefiero ser tu almohada de aterrizaje.

Aguanté una carcajada y miré a otra parte con las mejillas sonrojadas. Él buscó mi mirada con una sonrisa divertida en sus ojos.

- ¿Te estoy haciendo sonrojar? -preguntó emocionado y curioso.

- Lo que dices es muy extraño.

- ¿Extraño?

- Sí, nunca escuché a una persona hablarme de esa manera.

- ¿En qué manera?

Lo miré a los ojos, con el rostro serio.

- ¿Por qué respondes con preguntas? ¿Qué clase de evasión es esa?

- No es una evasión -rió a carcajadas.

Me apoyé contra el árbol y miramos la luna alumbrar el bosque oscuro. Mis manos ardieron otra vez, pero aguanté el sollozo para no despertar la preocupación de Peter.

Él me miró, como si supiera que estaba tratando de controlar mis emociones por las heridas de mis manos.

- Creo que deberías ir a tu casa para curarte esas heridas. Pueden infectarse.

- No -respondí rápidamente.

- ¿Por qué no, Lali?

Mi nombre en sus labios sonaba maravillosamente. Hasta me había hecho olvidar el dolor por varios segundos. Miré a nuestro alrededor pero ellos no aparecieron. No aparecían.

Nunca aparecían cuando él estaba conmigo.

- Porque eso significa ir y enfrentar a mis padres otra vez. Como todos los días. Estoy cansada de hacer eso.

- ¿Qué clase de evasión es esa? -bromeó.

- Una que estoy cansada de tratar.

- Una que estoy cansada de tratar

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El sol de mi tormenta© 《Laliter》✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora