🌸Capítulo XVIII🌸

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Llegué a casa y todo estaba a oscuras

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Llegué a casa y todo estaba a oscuras. Todos se habían ido a dormir.

Caminé lentamente y subí las escaleras hasta mi habitación. Pasé junto al cuarto de Aleli. La puerta estaba abierta, y ella dormía plácidamente en su cama, abrazando a su muñeca con su vestido nuevo.

Quise ir a saludarla o darle un beso de buenas noches, pero no fue así. No quería despertarla o encontrarme con que ella me despreciaba ahora.

Suspiré y caminé resignada y lentamente hacia mi habitación. Me toqué el ojo y gimoteé sin previo aviso. Me quedé helada cuando Aleli comenzó a moverse. Me escondí en la oscuridad y ella se levantó.

- Sé que estás ahí, Lali. Estoy despierta, te vi.

Chasqueé la lengua decepcionada y entré a la oscuridad de su habitación. Cerré la puerta para que nuestros murmullos no se escucharan desde abajo, la habitación de papá y mamá.

- ¿De dónde vienes? Mamá y papá estaban muy preocupados. Tardaste mucho. Son las dos de la mañana. Saliste a las diez.

- Lo sé. Estuve...

Ella prendió la luz. Me quedé helada. Parpadeé varias veces, acostumbrándome a su habitación alumbrada. Mi ojo derecho ardió y me lo tapé rápidamente.

Aleli hizo lo mismo, pero se tapó la boca del asombro para no gritar.

- Oh. Dios. Mío. ¡Tu rostro!

- Aleli...

- ¿Quién te ha golpeado? ¿Qué te ocurrió? ¿Te robaron? ¿Qué te hicieron?

- No fue nada, yo...

- ¡Pero si estás casi ciega de ese ojo! ¡Tienes que vértelo!

Me agarró del brazo y me arrastró hacia su espejo. Me miré con el ceño fruncido y ahogué un grito sordo.

Me veía mucho más pálida de lo que era. Mi cabello negro estaba enmarañado y enredado por todas partes. Mis ojos verdes resaltaban, pero no del sentido positivo. Mi ojo derecho estaba terriblemente morado.

Con tonos rojos y violetas. Tenía el ojo inyectado en sangre, como si se hubiera roto alguna vena interna. Me lo tapé, avergonzada y observé a Aleli.

- No puedes contarle a mamá y a papá.

- ¿Cómo puedo hacer eso? ¡Si ni tú puedes ocultarlo! ¡Lo van a ver en tu rostro de todos modos!

- No -dije desesperada- Eso no puede pasar.

- Lali, me asusta mucho. ¿Qué te pasó? ¿Qué te hicieron?

Me senté en el borde de su cama con sumo cansancio. La miré con tristeza y me quise dar otro puñetazo en el ojo izquierdo por lo buena hermana y el buen ejemplo que estaba siendo para Aleli. Siempre tenía que empeorar todo. Siempre.

- Yo... Me encontré con Juan. El hermano de... Melodi. ¿Recuerdas?

Ella frunció el ceño, con una expresión parecida a mamá. Ella tocó sus labios con su dedo índice y pensó.

- Sí, lo recuerdo -afirmó.

- Bueno. Estuvimos charlando, hasta que algo... no sé, dijo algo que me desató por completo y sólo lo golpeé.

- ¿Lo golpeaste nada más? ¿Sólo porque te dijo algo ofensivo?

- No es sólo por algo ofensivo, Aleli -dije- Estoy... yo... quiero ser sincera contigo ¿Sabes? Lo golpeé porque estoy harta de todo, y porque lo que dijo me hizo sentir muy mal. Yo no actúo de esta forma normalmente, y quiero que nunca lo hagas. ¿Entendiste?

Ella asintió frenéticamente y se sentó junto a mí.

- Creo que deberías ver a alguien para que te cure eso. Yo lo haría, pero es que no sé nada de medicina. Ni siquiera sé jugar a la doctora. Sólo sé coser muñecas. No ojos humanos.

- No te preocupes -sonreí y me dolieron los labios por mi falsa sonrisa. Le acaricié el cabello y ella me sonrió animadamente.

- Sólo prométeme que no harás lo mismo que yo estoy haciendo. Que serás solo tú cuando seas grande, y nada más. ¿Lo prometes?

- Lo prometo -dijo alzando su dedo meñique.

- Por la garrita -dije y junté mi dedo meñique con el suyo.

Me fui de su habitación y me acosté en mi cama. Me quedé mirando el techo mientras mi ojo derecho se iba cerrando solo poco a poco por el dolor. Me quedé observando el cielo nublado y la extraña oscuridad que habitaba ahora en mi habitación. La luna siempre estaba para alumbrarme, y esta vez no lo estaba.

Un relámpago y el sonido de un trueno me hicieron sobresaltar, y la lluvia áspera comenzó a caer a cántaros por toda la ciudad. Me quedé mirando las gotas de lluvia que se resbalaban por la ventana.

Ahora tenía ganas de ver a Peter Muchísimas ganas. Él sólo me había hecho hacer sentir bien. Sebas también. Pero ellos no estaban aquí.

Ni siquiera sabía dónde vivían.

Mi tormenta se hacía presente en el exterior ahora.

Mi tormenta se hacía presente en el exterior ahora

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El sol de mi tormenta© 《Laliter》✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora