🌸Capítulo XVII🌸

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- Esto

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- Esto... yo creo que tienes razón.

- Juan. Creo que sería mejor marcharme.

- Oh... bueno, la verdad es que tengo muchas ganas de hablar contigo. No lo sé, verte me hace acordar a...

- No lo digas -lo corté.

- ¿Por qué? Te ves muy... rara. Te ves distante. Disgustada. ¿He hecho algo malo?

- No has hecho nada -dije cortante.

- ¿Por qué te pones a la defensiva? -dijo con el ceño fruncido.

Ahora se veía enojado.

- No estoy a la defensiva.

- Sí -contestó- Me miras como si yo tuviera la culpa de todo. Es como si yo te hubiera hecho algo. ¿Sabes lo que tú me hiciste a mí? Me quitaste a mi hermana. Tú la mataste.

Ahora estaba todo rojo. Sus palabras llegaron a mí como cuchillas clavándose en todo mi cuerpo.

Lo peor de todo es que él tenía razón. Pero me cansé. Me cansé de eso. Ya lo tenía bastante claro y no hacía falta que me lo recordase toda la gente. Nadie era nada. Ni siquiera yo. Así que no podían hacerme la vida más un infierno de lo que ya era.

Levanté mi mano y la apreté en un puño. Me levanté del banco y él también. Estaba temblando de furia, y yo también.

Los dos teníamos ganas de algo...

Lo golpeé.

Mi puño aterrizó en su ojo izquierdo como una piedra. Mis ojos dejaron de ver, porque todo se tornó negro. Como si ese puñetazo me hubiera dolido a mí también.

Él se abalanzó hacia atrás, tapando su ojo con dolor y desesperación. Me miró desconcertado e insólitamente, como si no se hubiera esperado ese golpe de mi parte.

Antes me gustaba. Ahora lo veía, sangrar frente a mí por mi culpa también.

Era alto. No sé cómo había llegado hasta él, a su rostro.

Las personas se dieron la vuelta y corrieron asustadas porque sabían que una pelea se avecinaba. Los jóvenes nos rodearon con los rostros perplejos y excitados. Estaban emocionados por ver una pelea entre un chico y una chica.

En sus rostros decían, ¿Quién ganará?

Ellos comenzaron a hacerse apuestas. Por dinero.

- ¡Pelea! ¡Pelea!

Juan se decidió y avanzó hacia mí. Intentó darme un puñetazo en el ojo izquierdo pero lo esquivé. Todos hicieron "oooh".

Con su puño logró alcanzarme. No logré moverme. Me dio un puñetazo fuerte en el ojo derecho.

Me tiré hacia atrás y el dolor agudo y fuerte me hizo gritar. Una persona me agarró de los brazos para que no me cayera y me empujó al medio de la ronda otra vez, para que continuara peleando.

Juan se protegió el rostro con sus dos puños, en posición de boxeo.

Su ojo izquierdo ahora estaba morado. Me sorprendí por mi fuerza.

Parpadeé varias veces, sintiendo mi ojo arder y doler fuertemente.

Levanté mi rodilla y pateé su entrepierna. Él se encogió del dolor, y le clavé el codo en la espalda. Se tambaleó hacia adelante, pero se incorporó de un salto. Avanzó hacia mí otra vez, y me golpeó la nariz.

No lo hizo tan fuerte como a mi ojo derecho. Sentía dolor y no tenía tantas fuerzas. Me hizo la traba, colocando su pierna detrás de las mías, haciéndome caer.

Todos gritaron y se rieron de mí. Juan me vio desde arriba, preparado para golpearme y patearme unas cuantas veces. No me rendí. Con todas mis fuerzas, junté mis dos piernas y las golpeé contra las suyas. Se cayó por la fuerza de mis piernas, de espalda. Soltó todo el aire de sus pulmones por el impacto.

Me subí encima de él y comencé a pegarle en el rostro con todas mis fuerzas. Con mis manos cerradas, hechas puños como mi vida.

Ahora no recordaba bien por qué lo estaba golpeando. Pero sentía adrenalina. Quería hacerlo. Lo golpeaba por todas las cosas. Por no obligar a Melodi a quedarse en su casa ese día de fiesta. Por decirme que yo la había matado. Por tratarme falsamente cuando mucho antes quiso golpearme. Seguro había retenido esas ganas de matarme mucho antes, incluso ahora que había tenido esa oportunidad de hacerlo, la aprovechó.

Lo golpeé también por todo. Por lo que sentía. Por bronca.

Dos hombres grandotes llegaron ahora. Me agarraron de los brazos y me alejaron de Juan. Pataleé y luché contra la fuerza del hombre pero no pude lograr nada. Juan fue levantado por el otro hombre pelado, y le empezó a decir cosas que no entendía. El hombre que me tenía a mí no me dejó mover hasta que me tranquilicé.

Me empujó violentamente hacia adelante y lo pude ver mejor. Tenía pinta de motoquero. Con chaqueta negra y anteojos negros que tapaban sus ojos.

- Será mejor que te vayas a tu casa princesita. Tus papás deben estar preocupados por ti y cuando te vean con ese ojo -chasqueó la lengua- Se van a querer morir.

Me habló como si fuera una niña pequeña.

- Vete a la mierda -le dije.

Me di la vuelta y caminé rápidamente a casa. No volví a ver a Juan.

Sólo me fui y maldije en voz baja, por el dolor fuerte en mis brazos, en mis manos y en mi ojo derecho.

Estaba en problemas. Cuando me vieran en este estado, todo cambiaría.

 Cuando me vieran en este estado, todo cambiaría

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El sol de mi tormenta© 《Laliter》✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora