Capítulo VI: Agridulce.

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A pesar de que me sentía tranquila de tener cerca a Miiko y Valkyon, su presencia me hacía sentir mal. No por el hecho de que desconfiara de ellos, sino porque estar a su lado me recordaba el maldito secreto que tenía que conservar; la identidad de Ashkore. Incluso si estuve de acuerdo con ocultarlo, no podía evitar ponerme en sus zapatos. ¿Qué sentí yo cuando me enteré de que todos en la familia sabían de la muerte de mi madre, a excepción de mí?

Traición, odio. Incluso repulsión ante quienes guardaron el secreto.

Pero realmente no podía comparar mi situación con la de ambos, nunca en la vida. Mi madre, a pesar de no ser la mejor persona del mundo, tampoco es una villana despiadada. Sí, pudo haberme metido a prisión por puro capricho, pero eso no era sinónimo que su existencia me perturbara como lo podría hacer la de Lance hacia estas dos personas en específico. Tendrían que enterarse de una manera u otra, pero sabía que yo no era la indicada. No era delicada con mis palabras, y no conocía todos los antecedentes.

En el camino, la kitsune comentó que, en medio de su limbo entre la muerte y la vida, había escuchado una parte bastante importante de la plática entre Ashkore y Leiftan. Sabían que la fenghuang llegaría con la flauta, y su intención era robarla. Desconocía lo que tenían planeado hacer con ella, pero era algo que a todos nos daba mala espina. Por eso mismo, incluso si estamos en su territorio, no nos atacaban. Sabían que vendríamos con el objeto que tanto añoraban, e inconscientemente, todas las personas a las que querían ver muertas nos habíamos reunido.


—De una forma u otra, estamos acorralados.— comentó el faelienne, su semblante bastante serio.

—Exactamente. No sé cómo terminará esto, y dudo bastante de nuestra victoria, si les soy sincera.— sus palabras me abrumaron por un momento, pero la dejé continuar. —Los daemons no son seres para tomarse a la ligera, y si mal no entendí, Ashkore es parte de alguna de las razas fundadoras de Eldarya. De nuestro lado sólo tenemos a Huang Hua...— noté como Valkyon se ponía incómodo, por lo que supuse que él estaba al tanto de su realidad.

—Eso no es lo que me preocupa, Miiko.— intervine rápidamente, como si quisiera desviar el tema de las razas. —Incluso si los derrotamos, sabemos que hay topos en la Guardia. No sabemos cuántos son exactamente, y mucho menos su identidad. Nada nos asegura, incluso, que la gente que está a salvo es fiel a nosotros.—

—Sigo en shock por lo de Ykhar... siento que la están amenazando.— comentó Valkyon, que, aunque sus palabras parecían indiferentes, se veía bastante dolido por la traición de alguien tan cercano a él.

—Es una probabilidad, pero no sabemos nada.— contestó la kitsune rápidamente. —Tendremos tiempo para hablar de ello cuando los derrotemos, vámonos.—


A paso lento, pero seguro, comenzamos nuestro camino hacia la biblioteca. Seguía sin haber ninguna persona en los alrededores más que nosotros, y seguramente Leiftan y sus aliados estaban reunidos en el Cristal. Incluso en mi corta alianza con Ashkore, me fue imposible descubrir sus verdaderas intenciones. Sí, quería destruir el Cristal, y obviamente quería hacer eso para destruir Eldarya. Siempre se me había algo demasiado extraño, puesto que era prácticamente suicidio. Este mundo siempre había sido bastante complicado, su existencia misma siendo un error.

Si no hubiera sido porque los humanos comenzaron a atacar a las razas sobrenaturales, nada de esto estaría pasando. Los daemons no habrían muerto por la caza masiva hacia ellos por parte de las razas molestas, los dragones seguirían con vida y todos viviríamos pacíficamente. Si Lance tenía que dirigir su odio hacia una persona, era hacia los humanos. Ellos nos habían exiliado a cada uno de nosotros, y aunque no todos eran culpables, su odio hacia la raza humana era mucho más justificado que hacia aquellos que habitaban en Eldarya.

Re;Growth [Eldarya] (Re;Birth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora