Capítulo XIII: Inicio de una Tormenta.

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Si era sincera, hablar con Leiftan en este momento tan tenso era, irónicamente, lo que necesitaba. Quería respirar un momento, incluso si eso implicaba estar cerca del daemon. El vampiro tomó mi muñeca, casi pidiéndome con la mirada que no fuera. Bajé la cabeza, y con toda la delicadeza del mundo, tomé su mano, obligándolo a separarse de mí. Me dirigió una mirada llena de un sentimiento que no podía terminar de descifrar, pero sabía que lo que estaba haciendo no le parecía en lo absoluto.

Seguí a la chica, incluso si podía sentir aún la mirada de mi novio en la espalda. Le alcé las cejas levemente, a gesto de despedida. Entendía sus razones para estar preocupado, es decir, Leiftan ya había tratado de matarlos una vez. Aunque tenían razón respecto a que sus sentimientos por mí me protegían, siempre cabía la posibilidad de que no fuera así. Que el hecho de que yo estaba del lado de la Guardia fuera suficiente para que no dudara en tronarme el cuello.

Miiko me alcanzó antes de que dejara el lugar, indicándome que lo trajera con ellos cuanto antes. Aunque su petición me sorprendió, me confesó que dudaba bastante que Leiftan se comportara como un loco irracional, por lo que no había razón para tener cuidados extras con él, sobre todo porque teníamos un enemigo en común. No me terminaba de convencer, pero asentí, aceptando la misión que se me había impuesto.

Fuera de la sala del Cristal, me encontré con Karenn. Parecía haber estado aguantándose las ganas de espiar, pues si lo hubiese hecho, me habría echado en cara el porque estaba con su hermano sin decirle. Le pedí a la asistente de Eweleïn que me esperara afuera de la enfermería, y simplemente asintió. Parecía un poco cohibida conmigo, pero por nada del mundo pensaba tratarla mal. Había escuchado que ahora tenía novio, y su fanatismo por Nevra lo veía como una etapa ahora.


—Karenn, tenemos todo bajo control.— la tomé del hombro con todo el cuidado del mundo. —Tenemos que hablar unas cuantas cosas, pero se les informará todo en cuanto tengamos una solución.— parecía no muy convencida con mis palabras, por lo que esperé a su réplica.

—¿Nev está bien?— asentí ante su pregunta, y fue entonces que, quizás porque mi herida ya estaba más que fría, un dolor punzante me recorrió los nudillos. Hice lo posible por aguantarme las ganas de gritar de dolor. —¿Tú estás bien? ¿O por qué vas a la enfermería?— no sabía si decirle respecto a Leiftan, por lo que supuse que tenía que usar mi herida como tapadera.

—Tuve la brillante idea de golpear el hielo, probablemente tenga una fractura...— reí apenas ante mi desgracia, restándole importancia. —Ve a dormir, ¿de acuerdo? Ya sabes cómo es Nevra para los entrenamientos, no le va a importar si no dormiste.— pareció dudar ante mis palabras, pero terminó por acceder, dirigiéndose a su habitación.


Entré a la enfermería poco después, una de las enfermeras ahí revisando mi mano antes de dejarme entrar con Leiftan. Estaba en una habitación especial, que era como una prisión dentro de aquí. No tenía los típicos barrotes, sino que era una prisión mágica. Una vez que se curara por completo, lo cual no tardaría demasiado debido a que su raza se curaba con extrema velocidad, decidirían qué hacer con él. La enfermera también me comentó que las opciones para el daemon no eran muy alentadoras, pero todavía se estaba evaluando eso.

Una vez que terminó de revisarme, me confirmó lo que ya me temía; una fractura, pequeña pero dolorosa, en uno de mis nudillos. Me vendó la mano, recetándome unos analgésicos para el posible dolor que sentiría a lo largo de los días. En cuanto a los raspones externos, simplemente me aplicó un bálsamo, y poco a poco, comenzaron a sanar. Una vez lista, unos guardias me escoltaron hacia la habitación-celda de Leiftan, dejándome entrar poco después. Les pedí que me dejaran sola con él, ya que intentaría sacarle información...

Re;Growth [Eldarya] (Re;Birth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora