Capítulo XXIII: Todos Somos Culpables.

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Quizás, había sido por mi entrenamiento como parte de Sombra. Quizás, porque dentro de mí siempre supe que algo así me sería revelado. Cualquiera que fuera la excusa que se me podía ocurrir, no tuve reacción alguna. Tenía que mantenerme lo más estoica y tranquila posible ante la persona a la que le estaba mintiendo sobre mi identidad, tanto que había ocultado mi raza desde un comienzo. Simplemente, fingí confusión, como si no supiera nada de esa raza.

Ante mi mirada, Glorya se levantó, dirigiéndose hacia una de las cajas que estaban ahí en ese pequeño lugar. Entre todas esas cosas, sacó un libro de buen tamaño, dejándolo caer sobre la mesita frente a nosotras. En la portada, tenía sólo una palabra que podía jurar que era de idioma original; Umjul. A pesar de no ser muy adepta en el idioma, sabía perfectamente que se refería a la raza de la que tanto estaba huyendo en este momento.


—Es la única copia existente... una recopilación extraordinaria.— abrió el libro, el cual seguía estando en ese maldito idioma que no terminaba de descifrar aún. —Aquí hay un árbol genealógico de quienes cometieron esos atroces delitos. Fue escrito hace 100 años, pero es más que suficiente.—

—¿Me está pidiendo que me lo lleve?— pregunté con cautela, fingiendo no estar demasiado interesada en hacerlo.

—Yo estaré aquí el resto de mis días, cielo. Tú quizás podrías darles su merecido de mi parte. Ahí viene toda la información que necesitas saber sobre ellos... en lo personal, no he terminado de leerlo. Apenas logré leer la primera página antes de sentirme asqueada.— me dolía escuchar como hablaba con tanto desprecio sobre mi raza, pero sabía que tenía sus motivos.

—Gracias, Glorya... no sé cómo agradecerle, tanto por el libro como por toda la información que me brindó.— sus ojos comenzaron a brillar, las lágrimas amenazando con salir.

—Que me hayas llamado por mi nombre y no como un objeto es más que suficiente, Reya.— se secó las lágrimas. —Buena suerte.—


Con el corazón encogido, me despedí de la viejecilla, quizás siendo la primera y única vez que la vería en toda mi vida. Guardé el libro en mi abrigo, dándole la señal a Lance de que nos fuéramos del lugar. Seguía sin entender sus repentinos cambios de humor, sobre todo el más reciente. ¿Será que el tamaño de las casas lo había sacado de sus casillas? ¿O el recordar que había sido un prisionero durante casi toda su vida? No un prisionero físicamente, sino de manera mental. Haberse tenido que ocultar del mundo durante tanto tiempo por temor sobre su vida...

Me saqué esos pensamientos de la cabeza, y lo seguí en silencio. El camino estaba despejado, tanto que comenzaba a creer que mi larga estancia con Glorya había llamado la atención de más de uno, provocando que ahora nos estuvieran buscando por toda la isla. También se me cruzó por la mente que quizás estarían esperándonos en el barco, cosa que me provocó un malestar. Lo que menos necesitaba era una distracción, ya que necesitaba leer cuanto antes el libro que estaba ahora en mis manos.

Cuando nos dirigimos hacia las afueras de la ciudad, Lance me frenó en seco, su brusquedad casi provocando que me cayera. Me aferré a él para no caerme hasta que pude mantener el equilibrio, para después ver qué era lo que lo había hecho detenerse sin avisar. Nos encontrábamos en uno de los callejones entre edificios, y uno de los fenghuangs que acompañaba a Feng Zifu se dirigía hacia nosotros. Por más que estuviéramos pegados a la pared, no podíamos evitar que nos viera, cosa que no sería peligrosa si realmente estuviéramos registrados como prisioneros del lugar.

Entre más se acercaba a nosotros, más sentía que el sudor frío me recorría por completo. El corazón me latía con fuerza, pero también podía jurar escuchar el del dragón. Se colocó la capucha y me forzó a ponérmela. Me tomó de los hombros, pegándome con fuerza a la pared, con tanta brusquedad que no pude evitar quejarme.

Re;Growth [Eldarya] (Re;Birth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora