Saúl y una cita

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Analicé al hombre de traje y abrigo negro, lentes de sol redondos, barba de candado y cabello castaño largo hasta los codos. En su mano llevaba una pequeña libreta donde hacía anotaciones constantes mientras me echaba miradas. Paró de escribir y retiró sus lentes de sol.

—No me mires así, chico: analizándome y juzgándome —dijo irónico—. Sacó de su abrigo una cajetilla y un encendedor.

—No es eso, es que... —hablé intimidado—, no creí encontrarme con alguien a estas horas de la noche...

—En un día tan lluvioso —añadió—. Es un tanto romántico —comentó risueño.

Vi sus delgados dedos sujetar con fuerza el cigarro. Para ser un simple cigarro, lo encendió con una emoción fuera de lo normal. Al llevárselo a su boca, estiró la cajetilla y me ofreció uno. Negué con la cabeza. El humo pasó por encima de su apacible rostro, iluminó el óleo de pastizales que tenía como ojos. Era un hombre extraño, la confianza que desprendía me intimidaba y a la vez me agradaba. Sin embargo, percibí que detrás de su confianza había una tristeza profunda, una que hizo eco con la mía. Fue como si escuchara una campana resonando al conjunto de otra. Me quedé callado por un momento, conversando con mi mirada y la suya, con esa parte que ocultaba detrás de unos ojos alegres. Esa parte de él, la oculta, estaba dispuesta a morir en esa noche. Sin dejar de verlo, le supliqué a esa parte triste, que reconsiderara la idea.

—Soy un vampiro —soltó aquello como si fuera una verdad absoluta y desvió su mirada de la mía.

—Supongo que a estas horas me encontraré con vampiros y brujas. —Me encogí de hombros.

Por una extraña razón, más allá de mi razonamiento, no quería alejarme de ese extraño hombre. Sentía que lo conocía, como si fuese un buen amigo de toda la vida. Recordé que hace tiempo tuve el presentimiento de presenciar mi vida desde el futuro. Así que creí que él fue un buen amigo en mi futuro, uno cercano. Tal vez simplemente quise creer eso, para justificarme.

—Normal. —Soltó una carcajada—. ¿Crees en vampiros y brujas? —preguntó risueño.

—Sí. Pero como no soy un humano especial, no puedo verlos —dije bromeando.

—Existen —afirmó con mucha seriedad—. En mis escritos.

—¿Cómo? —Incliné mi cabeza y fijé mi mirada en su rostro.

—Soy un escritor, chico músico. Tengo libros sobre vampiros, brujas, demonios, ángeles y más. —Exhaló humo—. ¿Acaso no has leído ninguno de mis libros? Son muy populares. —Tiró el cigarro medio empezado y cruzó los brazos.

—No... —Negué avergonzado con la cabeza—. El último libro que leí fue hace un par de meses. El banquete de Platón.

—Entiendo. Si te llego a ver por estos rumbos de nuevo, te daré una copia de mis escritos. —Se alejó lentamente—. Soy Saúl, no lo olvides, chico músico.

«¿Acaso es una promesa, extraño? ¿Vivirás para vernos otro día y así confirmar que en el futuro seremos amigos?», pensé.

Saúl se alejó como una visión junto con el sonido de la lluvia al tocarlo. Extrañado, decidí regresar a mi pequeño departamento.

En el camino la lluvia cesó. En los charcos quedados se reflejaron las luces amarillentas de las farolas. Mis pasos resonaban como los de un fantasma agobiado sin rumbo. Vi un par de gatos andar en los tejados. Era el momento de ellos, para ser libres y tomar el escenario de la vida. Por un segundo me imaginé siendo un gato, me hice toda una historia de cómo sería mi vida de gato; desde mi nacimiento, crecimiento, apareamiento y muerte. Sin embargo, en mi realidad debía pronto abandonar mis imaginaciones para volver a ser un pollo empleado más.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora