Después de rehabilitarme en el hospital, dejé mi trabajo y me mudé con mis dos personas favoritas junto con el gato Renatus. Ellos insistieron, poco, a que volviera a sus vidas. Estuvieron deprimidos al creer que me habían perdido para siempre, tanto, que pudieron haber muerto de tristeza. Se culparon por haberme dejado solo en mi departamento y no obligarme a ir con ellos desde el inicio. No era su culpa, yo los había alejado al temerles a mis emociones.
Por otra parte, no fui el único que aclaró sus sentimientos gracias al trágico suceso. Los tres entendimos que nos necesitábamos para complementarnos. Me causaba cierta gracia la situación. Fue como si alguien jugara con mi vida e intentara, de alguna manera, forzarme a ver el terrible error que cometía si me aislaba y abandonaba a mis seres amados. Una vez que me aclaré, mi relación con ellos fluyó casi con la normalidad de siempre, excepto que mis temores se esfumaron, y éramos algo más que amigos.
Melissa fue juzgada por intento de homicidio. Sin embargo, como era adicta y maniaca, no fue a la cárcel, sino a un centro de rehabilitación. Sentí un poco de pena por ella. De alguna manera, yo sí era culpable y dueño de su tristeza. Entonces, por ello, decidí no presentar más cargos, con la condición de que ella se rehabilitara de verdad. Saúl me cuestionó muchas veces por mi decisión y se disculpó demasiado en el nombre de su exesposa.
Por fin lo entendía. Para ese momento nuestro afecto había evolucionado, el de Saúl, Charlotte y mío. No éramos algo definido como tal, estábamos presentes en nuestras vidas, compartiendo tiempo juntos, siendo amigos en el día y a veces en las noches, amantes. Entendíamos que nos amábamos de una manera extraña para los ojos ajenos.
Tomé las riendas de mi vida y decidí cómo quería vivirla, quién quería ser y qué debía hacer. Mi pasado no me representaba y no me definía, cosa que le expliqué a Saúl y a Charlotte. Sabía a la perfección que el amar y ser amado no curaba muchos de mis defectos, pero sí me motivaba a ser mi mejor versión para ellos y para mí.
Conseguí un empleo como profesor de música en una academia. Mi nuevo trabajo me agradaba mucho más que el anterior, aunque a veces mis alumnos me jugaban bromas como en el otro. Y siempre era difícil responder a la pregunta que seguido me hacían hasta las madres de mis alumnos: si era casado o tenía pareja. No había palabras para decirles que estaba con dos personas y formábamos un triángulo perfecto.
Era algo difícil contar mi situación sin que alguien se escandalizara. Sabía que no todos entenderían, sin juzgarme como un degenerado, cómo había logrado unirme de por vida a dos personas tan diferentes entre sí que me complementaban.
Pasaba horas al lado de Saúl mientras él se sumergía en sus escritos, tocaba la guitarra para ambientar y estimular su imaginación. Cuando no tenía ganas de tocar, me ponía a leer sus novelas o a escuchar los planes que tenía para las nuevas. Charlotte solía unirse al apacible momento, haciendo tarea o pidiéndome que la ayudara a practicar. Quería aprender a tocar la guitarra. Amaba verla decidida y entregada a lo que le apasionaba. Me gustaba ser espectador de todas sus facetas y momentos.
Saúl entró a un curso de cocina enfocado a amas de casa, llamaba mucho la atención entre las señoras que solían ser sus compañeras. A Charlotte y a mí nos gustaba verlo desde lejos, rodeado de amables señoras mientras se esforzaba en hacer bien las cosas. No era tan hábil cocinando como escribiendo; por eso le pedía en el pasado a Charlotte que le cocinara.
Bromeando le decía que se había vuelto un señor responsable y amoroso.
Nada me animaba más que salir los fines de semana, antes que saliera el sol, con Charlotte y acompañarla a pasear a sus amigos perrunos. Ya no tenía la necesidad de seguir trabajando de paseadora, ella lo hacía porque le divertían los perros. Los animales se sentían atraídos por la bondad de Charlotte y la obedecían en todo. Era enternecedor verla jugar con tantos perros a su alrededor. Le hice muchas fotografías que atesoré. Saúl le intentó conseguir su propio perro, pero ella dijo que prefería tener como mascota a Renatus y como amigos a los perritos que paseaba.
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En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)
Teen Fictionversión y edición 2022 Disponible en papel ¿Qué tiene en común una chica que ve fantasmas con un escritor divorciado? La respuesta es René, un joven solitario que tiene como distracción tocar su guitarra en la calle, en la madrugada. Gracias a su pa...