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Solté la mano de Charlotte, algo me hundía y jalaba al fondo. Saúl logró salir y rescatarla. Pesadas manos me sujetaban y me arrastraban, el poco aire se me terminaba. Estaba consternado, algo vivía en el fondo del lago. Abrí los ojos, me ardieron, pero quería ver la causa de mi muerte. El corazón me dio un vuelco, pensé que alucinaba. Incontables niñas yacían en lo hondo, apiladas. Sus cuerpos estaban tan azules, en un estado de putrefacción ralentizado por el frío del lago. Sus uñas se clavaron en mí, escuché sus gritos espectrales, deseaban cobrar venganza a través de mi ser. Nadé desesperado. Quería vivir, quería ver a Saúl y Charlotte. Quería regresar a la ciudad y olvidarme del pueblo por completo.
Lo que parecían ser uñas desgarraban la ropa y se hundieron en mi piel. Eran duras como huesos y filosas como espadas. Las niñas nadaban ágilmente en el lago. El aire se me terminó, caí en el fondo, donde estaba la realidad. Huesos y más huesos me recibieron. Lo que me atacó, aparentemente, fueron los espectros. Antes de que todo se nublara, vi una mano estirarse, la que me pareció era de mi ángel guardián.
Alterado y agitado, tomaba bocanadas de aire. La piel me ardía y la nieve se tiñó de la sangre que brotaba de mis heridas. No miraba con claridad y el frío cruel me incapacitó para razonar con la normalidad de siempre. Frente de mí yacía Charlotte. Se abrazaba a sí misma, con la mirada ida, los labios azules y ojeras marcadas. Temblaba de frío, no tenía noción de nada. La verdad que descubrí me quitó la poca humanidad que poseía. Lo que había en el fondo del lago, literal, era un infierno.
Saúl se encontraba a mi lado, tendido. Temblaba de frío. Él me había salvado la vida.
—¿Qué pez te hizo eso? —Preguntó agitado Saúl. Su voz resonó por el lugar hasta el bosque. Los pájaros salieron volando.
Se incorporó, estaba pálido y temblaba demasiado. Con rapidez se quitó el abrigo empapado y lo arrojó, lamentándose de sus notas perdidas.
—No importa —dije en un hilo de voz tembloroso—. Debemos irnos y escapar de este infierno. —Me incorporé, ignorando el dolor de los rasguños profundos—. Están locos...
—No lo están, es que no lo entiendes —comentó Charlotte en su debilidad—. Según ellos, viven y existen gracias a su dios Čiuj, el que encarna en vasijas humanas y bendice el pueblo al consumir el poder maligno de las Doncellas de Noche.
Saúl se acercó a Charlotte, la ayudó levantarse.
—Lo que dices es una locura... —dijo Saúl sorprendido.
—No. —Negó con la cabeza—. Debemos huir, si no esto se pondrá critico... la nana de René me lo contó todo. Porque ella conspiró para que escaparan todas las posibles Damas de la Noche.
Saúl llevó el esbelto brazo de Charlotte a su hombro y la ayudó andar. Decidimos apresurarnos al carro de él.
Corrimos desconfiados, pensando mil horrores del pueblo. Al no ver ninguna alma en la parte trasera de la mansión, dónde aparcaban los vehículos y se resguardaban de la nieve, fuimos directamente al carro de Saúl. Quitó los seguros y nos adentramos. No demoró nada en encenderlo, echar reversa y salir acelerado.
Prendió la calefacción para calentarnos. Nos deshicimos de los abrigos empapados y permanecimos en silencio. Charlotte ardía en fiebre. A pesar de que la calefacción daba todo, ella temblaba de frío. Saúl la cubrió con un saco que había dejado colgado detrás de su asiento. Vi su expresión de preocupado muy marcada. Me tranquilizó la idea de que pudiéramos escapar. Sin embargo, no cumplimos ninguno de los objetivos: ver a mi moribundo padre y Charlotte descubrir la solución detrás de su mal.
Saúl manejó y manejó abstraído, sin despegar la mirada de la carretera. Paró un par de ocasiones en gasolineras, compró, apresurado en una tienda de servicios, medicamentos de venta libre para ayudar a bajarle la fiebre a Charlotte y tratar mis heridas. Terminó ella en los asientos de atrás, durmiendo. Yo me pasé al asiento del copiloto. Albergaba muchos sentimientos en el momento, las palabras no me salían. Miré por la ventana. La vista cambió lentamente y como un mal sueño, dejamos atrás los coníferos azules y la nieve.
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En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)
Jugendliteraturversión y edición 2022 Disponible en papel ¿Qué tiene en común una chica que ve fantasmas con un escritor divorciado? La respuesta es René, un joven solitario que tiene como distracción tocar su guitarra en la calle, en la madrugada. Gracias a su pa...