Muñeca y migajas

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Después del trabajo salí a buscar un regalo para Charlotte. Pensé en qué darle, ya que Saúl le compró de todo: vestidos, joyas, zapatos, bolsas y todo lujo que se le cruzó por la mente. Mientras buscaba en los negocios de las tiendas del centro de la ciudad, examiné minuciosamente en los escaparates. No encontré nada que valiera la pena y lograra perdurar en el tiempo. Suspiré desganado. Decidí beber un café y reponer así energías para seguir en mi búsqueda.

Me alejé de la zona comercial buscando una cafetería. Caminé por unas angostas calles de viviendas grandes y de fachadas coloridas, adornadas con enredaderas florales que se añadían a los muros coloridos. En mi andar y, por suerte de mi vista curiosa, me encontré con la mirada un negocio en las calles angostas. Era de antigüedades. Entré atraído como una polilla a un bombillo. Una suave campana anunció mi entrada y un aroma a incienso acarició mis sentidos. Por un momento creí que el tiempo no era bienvenido en aquel lugar y pertenecía a otra dimensión. Varios candelabros de vidrio anticuado iluminaban los artículos exhibidos. El sitio me pareció cálido, pulcro y todo lo que vendían estaba en un excelente estado, cuidado y protegido detrás de elegantes vitrinas. Lo más llamativo era que no había artículos repetidos, las piezas eran únicas, sacadas de diversas épocas de la humanidad. Un caballito mecedor, tallado en madera con muchos detalles pintados, se encontraba en una esquina, meciéndose por cuenta propia. Y por un momento, sentí el peso de la mirada de algunas pinturas y arlequines expuestos en una vitrina.

Caminé lentamente, contemplando todo artículo exhibido como si me encontrara en un museo.

Salió una mujer detrás de unas cortinas que llevaban a un lugar privado de la tienda.

—Hola, bienvenido —saludó con mucha gentileza.

Eché una mirada a la dama, era exótica como la tienda. Vestía ropas largas y negras que se ajustaban a su cuerpo voluptuoso. Su cabello parecía tejido por incontables telarañas y en sus ojos se reflejaba un bosque antiguo y lleno de conocimiento infinito. En su rostro de muñeca se marcó una ligera sonrisa, resaltando el carmesí de sus finos y pequeños labios.

—Gracias, hay cosas interesantes aquí. —Desvié la mirada de la dama.

—Esperan por las personas indicadas. En esta tienda los objetos eligen a sus dueños, aunque no lo creas. —Soltó una risita angelical.

—Lo creo. Hay cosas que me gustaría comprar, pero siento que no les daría ningún uso. Es extraño este sentimiento, el de no querer poseer algo porque alguien más le puede dar un mejor uso al futuro —callé por un momento—. Busco un regalo, para una amiga.

—Cuéntame un poco sobre ella, tal vez logré encontrar el adecuado. Intenta recordarla mientras lo haces.

—Es una dinámica un tanto extraña —dije pensativo—. Veamos... ella es bajita y suele usar tacones altos para aparentar más estatura y edad —comenté lo primero que pensé. No obstante, en mi mente apareció Charlotte, dando vueltas en una habitación blanca, mientras su taconear resonaba—. Suele sonreír mucho, en su rostro pequeño y redondo se marcan más las pecas cuando ríe. Es amable, delicada y gentil. —En el momento visualicé su rostro muy definido en mis recuerdos, sonreía de manera angelical—. Y puede ver fantasmas —solté al final lo que pensé.

—Ya veo. —Juntó sus manos por encima de una vitrina—. No es casualidad que estés aquí.

—¿No? —Incliné ligeramente mi cabeza y analicé nuevamente a la dama de dulce entonación.

—No. —Negó con la cabeza y sonrió complacida. Sacó del mostrador una baraja—. ¿Crees en lo que no puede existir? —Barajeó las cartas.

—Sí —aseguré—. Hay cosas que están fuera de mi comprensión y toda lógica. A veces, con mirar a los ojos de ciertas personas, puedo saber que idea les cruza en la mente. ¿No es muy normal eso, no? Pero no me sucede con cualquier persona y no es algo habitual.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora