Demonio/ parte dos

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Abandoné el comedor, caminé por los pasillos descuidados del lugar. Un penetrante olor a cloro se adentró en mis fosas nasales. El responsable del horrible hedor era un trapeador abandonado en medio del pasillo. Toqué la puerta de la habitación de Charlotte, no respondió. Igual entré, pensando que podría estar mal. La escuché sollozar debajo de las gruesas cobijas que la cubrían. Me quité los zapatos y me eché a su lado, sin descobijarla.

—¿Cómo te sientes? —pregunté musitando.

—Bien... —dio a saber en voz muy baja y entristecida.

—No creo en el demonio del pueblo —aseguré murmurando.

—¿Por qué no? —cuestionó llorosa y descubrió su rostro.

—Porque no quiero hacerlo, no acepto la idea. No es parte de lo que considero real. —Miré hacia el techo, reflexivo.

Aceptar aquello era aceptar que el destino, más bien el karma, me devolviera lo que hice en el pasado. Era aceptar lo justo, lo que odiaba en mi vida, todo lo malo. Aceptar aquello era sinónimo de no merecer amor ni tener la capacidad de darlo. Era aceptar la soledad.

—Estoy cansada... ya no puedo soportar mucho y fingir estar bien —habló en un hilo de voz—. No encontré respuestas, sólo problemas. Tu nana me dijo que la secta sacrificó a la familia que me cuidó porque ellos me dejaron ir. Eran malos, sí, pero no merecían morir así —sollozó.

—No es tu culpa —susurré—. Es la del pueblo —callé por un momento y pensé en el tatuaje del tulipán en mi muñeca, el que me recordaba lo que era—. Charlotte, enfócate en ti. Deberías aceptarte, lo que eres, lo que ves y lo que sientes —sugerí pensándolo para mí.

Puse mi mano en la cabeza de Charlotte, acariciándola. Su cabello de sol era muy suave y agradable al tacto. La miré sonreír. Amaba su tierna y cálida sonrisa, iluminaba sus ojos amorosos. Sus preciosos ojos me cautivaban. Me llevaban a un mundo feliz. Me proporcionaban vida y alegría, algo de lo que sentía carecer y que encontraba con solo verlos.

Desvié mi vista hacia las ventanas, no soporté más el amor de Charlotte a través de su poderosa mirada. Débiles sombras se agitaban en el ambiente, simulaban ser parte del aire. Las contemplé, por un momento sentí su desesperación como mía, los pobres permanecían estancados, justo como yo.

—¿Aceptarme? —Se giró y sus ojos llorosos me abrumaron.

—No lo entendía hasta que caí al lago. Ellos te siguen y acosan porque saben que tú los puedes ver y darles vida con la energía de tu mirada.

—Tengo miedo... Si me acepto, aceptaré la verdad de ti. —Tomó mi mano.

Miré cómo sus mejillas se arrebolaron, sus pecas resaltaron gracias a aquel rubor rojizo. Me miró insegura, me pareció encantadora.

—¿La verdad de mí? —Entrelacé mis dedos con los de ella.

—Lo que eres realmente.

—Soy René, un asocial antipático que toca la guitarra en la madrugada. No más —aseguré sonriendo.

—Ahora tiene sentido el por qué ellos se van cuando tomo tu mano. Me gustaría tomarla para siempre, pero siento que si lo hago terminaré desapareciendo lentamente —dijo y sonrió angelicalmente—. Al sostenerla me vuelvo ligera y mis preocupaciones se van.

—Entonces no lo hagas. —Intenté alejar mi mano, pero ella la sujetó con más fuerza.

—Quiero estar a tu lado toda mi vida —confesó con la voz quebrada y débil, sus ojos de faro se nublaron por las lágrimas contenidas—. Quiero cocinarte, cantarte, arrullarte, acompañarte y abrazarte hasta fundirme contigo para siempre. —Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas arreboladas—. He tenido ese instinto de quererte y protegerte, al punto de ahogarme al tenerlo en mente. A veces miro tu mano y en lo único que pienso es en que quiero sujetarla con todas mis fuerzas. Sin embargo, todos esos dulces pensamientos y deseos se desvanecen al recordar las palabras de tu nana. Ella dijo que si permanecía a tu lado no pasarían cosas buenas... —Ladeó la cabeza—. Cazador y presa —murmuró triste—. Yo creo que te contienes para poder vivir de una manera normal como cualquier humano, por eso abandonaste casi todas tus emociones y prefieres estar distante de los demás. Muy dentro de ti sabes lo que eres. Y me duele tanto esa verdad.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora