Plática

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Terminé en la terraza del edificio con Saúl, él no demoró mucho en prender un cigarro.

—¿Entonces, de qué me vas a reclamar? —preguntó fijándome su mirada.

El viento frío de la madrugada jugueteó con el cabello de Saúl. Los mechones largos cubrieron su tranquilo rostro, en ese momento era el rostro de alguien complacido con su vida y logros.

—Eres muy inmaduro —solté sin compasión.

—Eso crees. —Fumó el cigarrillo—. Eso aparento, ¿no? ¿No te parece que actúo cómo un personaje de mis escritos y no muestro mi verdadero yo? —Sonrió al preguntar.

—No creo que seas tan cobarde como para actuar como uno de tus personajes. Es una faceta tuya, de las muchas que tienes. —Me acerqué a la orilla, miré el edificio donde vi por primera vez a Charlotte—. Sé más prudente con ella, no sabemos por todo lo que ha pasado. Aún es una niña. Tal vez... puede sentirse agobiada y comprometida contigo por tu generosidad. La vas a confundir.

—¿No serán celos? —preguntó burlón.

—Cuidado con tus palabras —dije molesto, giré mi cabeza y clavé mi mirada en él—. Para nosotros es fácil... —suspiré— lo vemos fácil. Para Charlotte no es así, ella vive...

—Controlándose para no ser afectada por fantasmas... —completó con una aburrida entonación—. ¿Crees que no lo sé? Ella nos contó. Es más fuerte de lo que aparenta. Tuvo el valor de dejar su infierno y buscar por cuenta propia el paraíso. No me voy a frenar con ella, le daré todo lo que necesite y quiera. No temas. —Confiado se acercó a mí—. No pretendo comprarla con regalos. Quiero que sea feliz y me recuerde con cariño, quiero que me dé un espacio en su corazón y lograr inspirarla para que siga adelante.

—Como quieras. —Torcí la mueca y dejé el anillo en el bolsillo de la camisa de Saúl—. Aún no te perdono.

Saúl lanzó al suelo el cigarrillo y sujetó con mucha fuerza mi muñeca, así frenó mi escape.

—Quería conmocionarte. Pareces muerto. A veces muestras señales de vida, pero como un reflejo involuntario. Te siento lejano a la realidad. Nadie logrará vivir en tu corazón y no llegarás anhelar amor. Creaste una muralla inquebrantable, la alimentaste y fortaleciste por años. —Presionó con más fuerza mi muñeca—. Disfrutas de la compañía de Charlotte y la mía. Sin embargo, piensas que un día desapareceremos, que únicamente somos un momento.

—No existe el hasta que la muerte los separe y lo sabes —dije, pensando en su matrimonio fallido.

—No. —Fijó su mirada en mí. El pastizal de sus óleos se prendieron en llamas—. Existirá si lo buscas de verdad. ¿Por qué vives? ¿Por qué continúas, eh?

—No lo sé... es mejor vivir que morir —dije sumiso—. ¿No es así? ¿Por qué me sigues? Si sabes que nunca tendré un apego real a ti ni a nadie.

—¿Qué dices? —Soltó una armoniosa carcajada—. Es cuestión de tiempo, cuestión de que te acostumbres a la compañía que te ofrezco. No me alejaré de tu lado hasta que se derrumbe esa muralla. Así que deja de pensar: «¿Por cuánto tiempo durará esto? ¿Cuándo se irán? Disfrutaré de estos momentos todo lo posible hasta que vuelva a estar solo» —imitó mal mi voz, exagerándola—. No me alejaré, no lo haré —aseguró.

—Seguramente le dices lo mismo a las chicas que te llevas a la cama —reí sin poder evitarlo—. Cursi, ridículo e inmaduro. Actúa como el escritor que eres.

—No actuaré, seré yo mismo. Aunque me llames ridículo. —Sacó el anillo del bolsillo donde lo dejé—. Representa la promesa.

—Eh, no. No. No hagas cosas que me incomodan. —Apenado, me jaloné ligeramente, no pude liberarme.

—No. —Sonrió seguro de sí mismo—. Esta es una promesa entre dos amigos que se conocen desde vidas pasadas. Me salvaste, leíste mi mente en aquel momento y yo la tuya. Me diste otra oportunidad y por eso estoy en deuda contigo. —Colocó el anillo en mi dedo índice—. Fuiste la luz que me alejó de mis demonios. Prometo que te devolveré el milagro.

—Qué exagerado. —Alejé mi mano de un jalón—. Vuelve a casa con tu esposa, a mí no me impresionas.

—Qué cruel, de verdad. —Hizo un puchero—. Pero no me voy a rendir, te lo aseguro.

—¡Ah! Ten en claro que nunca me voy a enamorar de ti, no me gustan los hombres y menos los de tu tipo, mujeriegos —aseguré avergonzado y crucé mis brazos—. Me caes bien, como un hermano molesto, sólo eso.

El humo del cigarro tirado en el suelo se elevó lentamente por el cielo, guiado por el aire. Terminé mirando a las estrellas que lograban brillar entre los espacios dejados por las tercas nubes. Me sentí triste y ausente. Las palabras de Saúl fueron lejanas para mí. Una parte de mí no estaba presente para valorar los sentimientos de él, su gratitud y su cálida presencia. Me pregunté qué tan malo y grave era eso. Si realmente era un problema, el no poder amar como se supone que debería hacerlo.

—No te gusta nada. —Una ligera sonrisa se marcó en su rostro.

—Charlotte me dijo que llegamos a ser como vasijas vacías que se van llenando con la presencia de los demás. Pienso que es como cuando creamos y depositamos mucho de nosotros en creaciones. Ya sean canciones, pinturas, obras y más. No me siento el mismo desde que los conozco, una parte de mí sabía y quería conocerlos y convivir... No estoy tan muerto por dentro como crees.

—Ya. Es como un capullo de flor que apenas se abre, necesita más de sol.

—Iré a dormir, mañana tengo trabajo. —Caminé a la salida.

—Buena idea. Estoy cansado de viajar, necesito dormir. —Saúl fue detrás de mí.

Las nubes rápidamente cubrieron a las estrellas y la lluvia plateada se dejó caer para otorgarle al momento atributos melancólicos en mis recuerdos. Supuse que era buena la lluvia para las plantas de la azotea.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora