Pesadilla

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Las semanas pasaron entre suspiros, el trabajo me consumía. Sin embargo, cuando tocaba la guitarra olvidaba la rutina del día a día. Me acostumbré hacerlo en el departamento, mientras Saúl escribía y las teclas de su computadora resonaban al par de mi guitarra.

Era otro día tormentoso, una furiosa lluvia visitaba la ciudad para quedarse bastante tiempo. Charlotte regresó muy tarde al departamento, empapada y con los ojos hinchados. Saúl al verla, dejó su escrito y la cuestionó preocupado.

—¿Qué te pasó? —preguntó.

—Un hombre... —habló en un hilo de voz—. Un cliente frecuente de la cafetería me acosó, lo increpé, pero él me acusó de intentar robarle —contó mientras las lágrimas salían de sus ojos y se unían a las gotas que dejaban caer sus mechones empapados.

Fui por una toalla y se la entregué a Charlotte, sin dejar de escuchar el motivo de su tristeza.

—¿Qué hizo ese desgraciado? —preguntó Saúl, enojado.

—Me manoseo las asentaderas. Pero eso no es lo peor. —Negó con la cabeza un par de veces—. ¡Lo peor es que me han despedido por su falsa acusación! —contó angustiada—. Tuvo más peso la palabra de un cliente habitual que gasta mucho dinero en la cafetería que la mía, la empleada de casi un año. —Se soltó a llorar desconsolada.

—No estés triste. —Saúl llevó su mano en el hombro de Charlotte—. Dime quién es ese maldito, lo buscaré y le partiré la cara —habló enojado.

—¿De verdad eres un escritor? —cuestioné y suspiré—. La violencia no solucionará nada. Ánimos, Charlotte. No te presiones, encontraremos una solución.

—No puedo estar sin trabajo. —Empuñó las manos mientras las lágrimas caían de sus tristes ojos.

—Encontrarás uno mejor —animó Saúl.

—¿Y por qué no mejor estudias? —pregunté.

—No puedo... tengo. —Charlotte clavó su mirada en mí. Era una triste y angustiada mirada opacada por lágrimas.

—Me ayudas demasiado con el departamento. No tienes por qué aportar para la renta y gastos, con lo que haces es suficiente y hasta es de más. Puedes estudiar en lugar de trabajar en la cafetería y seguir haciendo tus trabajos casuales.

—¡Eso! ¡Cómo no se me ocurrió a mí antes! Es importante que estudies y te prepares en la vida —dijo Saúl.

—No, no puedo encajarme más con ustedes. —Negó con la cabeza como la chiquilla que era.

Saúl se acercó aún más a Charlotte y fijó severamente su mirada.

—Sabes, mi exesposa me hacía gastar en sus viajes, ropas de diseñador, bolsos horribles y cosas sin sentido. Yo quiero gastar mi dinero en tu educación, es algo que vale la pena. Una chica tan amable y dulce como tú merece triunfar en la vida. Acepta mi ayuda.

—Yo... no puedo —murmuró llorosa.

—No seas terca, Charlotte. Me hace feliz ayudar a una buena amiga. ¿No quieres que sea feliz?

—Lo pensaré, gracias. —Secó las lágrimas de sus ojos con la toalla—. Me siento muy afortunada de conocerlos. —Sonrió con timidez.

Saúl se dedicó a acosar a Charlotte por un rato para que aceptara su dinero. Yo dejé que ella meditara sobre la decisión. Pensativo regresé a mi guitarra, no sabía qué hacer en esos casos. Me molestaba. Mucho más de lo que podía expresar. Pero tampoco podía hacer nada. Qué impotente me sentí. Toqué algo lento para calmarme y calmarlos. Tiempo después, Saúl volvió a su laptop y Charlotte entró a su habitación para cambiarse.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora