37 | Antes de lo previsto

1.6K 208 76
                                    

—¿Por qué no me dijiste lo de Liz y Jordan?

Le pareció que Ashton soltaba un ruidoso soplido al otro lado del teléfono. Lo había llamado ese domingo, después de la cena, cuando supuso que se le habrían pasado los efectos del alcohol y, quizá, su resaca habría mejorado.

—¿Por qué te contaría algo privado de otra persona? Ella debería decidir a quién quiere contárselo. Y si te lo contó, es porque de verdad te tiene confianza.

Justo eso se preguntaba Josh mientras jugaba con los cordones de su pantalón deportivo, cruzado de piernas sobre el colchón. Se suponía que debía estudiar para sus siguientes exámenes, pero no había podido concentrarse desde que Liz lo dejó en su casa aquella mañana, en el coche que su padre le prestó.

En el margen de la página que tenía abierta ante sus ojos, del libro de biología, había empezado a dibujar la silueta de una animadora. Su teléfono de dos años, con el altavoz de la llamada puesto, descansaba a unos escasos centímetros del libro.

—¿Por eso nunca has salido con ella? —quiso saber, y Ashton se rio.

—Porque no me gusta —masculló—. Me la asignaron la temporada pasada, pero nunca me regaló nada. Ni siquiera como amigos.

Al oír su tono de fingida indignación, Josh no pudo evitar sonreír. Él se había salido tan pronto del equipo que no tuvo oportunidad de saber cuál de las animadoras le habría tocado durante la temporada. Y a pesar de la curiosidad, prefería no saberlo.

Estaba seguro de que la elegida no se habría sentido nada halagada de tener que comprarle algo al chico más lento y menos talentoso del equipo.

—Si todavía jugaras, a lo mejor habrías tenido suerte.

—Ninguna querría ser mi animadora.

—Que te la asignen no significa que tengas que salir con ella a la fuerza. Y creo que Liz habría sido perfecta para ti.

—Dudo que ella piense lo mismo.

—¿A quién preferirías? ¿A Dashiell?

Un incómodo silencio se asentó entre ellos.

Josh tragó con fuerza. No era un nombre en el que había pensado, si era honesto, pero al recordar a Lydia, un sentimiento agrio comenzó a rodar por las paredes de su estómago.

Cada vez que la encontraba, como siempre, en la puerta del instituto, con sus enormes auriculares azules y la mochila casi vacía resbalándosele del hombro, evitaba mirarla. En clase de Álgebra, pese a que se sentaba tras ella, apretaba la mandíbula sin darse cuenta. Habría esperado que Ashton la hubiese olvidado como él se esforzaba por fingir que lo había superado.

—Me da rabia no poder ayudarla —confesó al fin Josh.

—No es tu culpa —protestó Ashton—. Ella y su novio se están destruyendo la vida. Si te enredas con ellos, acabarás peor.

Josh bufó.

—Según esa lógica, tampoco debería juntarme contigo. Bebes demasiado, Ash.

Lo escuchó removerse, como si se estuviera acomodando para discutir, pero Ashton rara vez se tomaba en serio algo de lo que le echaran en cara.

—Porque me hace feliz —se defendió—. Hay mucho que celebrar.

—Te pasas. Acabas sin poder tenerte en pie.

—¿Tú me ves mal? —insistió el otro, y Josh casi lo pudo ver señalándose el suéter ajustado al torso y los jeans, acentuando las piernas como columnas—. No ha afectado en nada mi desempeño en el juego.

Obsessions (Las obsesiones de Josh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora