34 | Vencer el miedo

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"No puedes comer a esta hora. No delante de ella. Y tiene bacon. Pensará que comes demasiado. Todos creerán que nunca te llenas. Todos..."

—¿Estás molesto conmigo?

Josh volteó hacia Liz, que había salido de su lado del Chevy seguida de un fuerte portazo. Le dolía el estómago; tenía tanto calor, a pesar de las bajas temperaturas, que quería desmayarse. La miró dar la vuelta al coche para detenerse a su lado, pues él se había apoyado de espaldas contra su ventanilla mientras esperaba que Ashton y Luca regresaran.

—No quiero comer: ya te lo he dicho.

—¿Es porque estoy yo? Pensaba que éramos amigos.

Despacio, Josh clavó en ella sus pupilas. Le sostuvo la mirada unos cuantos segundos, tratando de descifrar cómo lo intuía si nunca le había dado motivos para creerlo, salvo por todas aquellas ocasiones en las que Liz le ofrecía comida y él se negaba porque moría de la vergüenza.

—¿De dónde sacas que es por ti? —se atrevió a cuestionar, sin descruzar los brazos.

—He intentado compartir mi comida contigo desde que nos conocemos —murmuró la chica, casi haciendo un puchero con el labio inferior—, pero me rechazas siempre. Y todo este tiempo, lo único que quería era hacerte sentir más cómodo con los demás, con la comida, con... ¿Soy yo el problema?

Aunque el chico abrió la boca para rebatirle, se quedó en blanco. No se negaba porque ella le cayera mal, pese a que era probablemente lo que Liz pensaba; sin embargo, tampoco podía explicarle que tenía una mala imagen de todas las capitanas de porrista que conocía.

El viento sacudía el pelo rubio de Liz, que no movió los ojos azules del muchacho, todavía recargado contra la ventanilla del auto; a él se le habían enrojecido los nudillos y un mechón salvaje caía sobre su frente.

—¿No te caigo bien?

—Claro que me caes bien —se apresuró a corregir Josh.

—¿Es por Luca?

Él arrugó la frente.

—No.

—¿Es porque yo lo sé?

Se refería a su lucha con la anorexia.

Cansado, Josh sopló.

—Liz, me han molestado ocho años de mi vida por mi peso. —Inseguro, se pasó un momento para pestañear y, con cuidado, desviar la mirada antes de que ella se diera cuenta de que estaba más vulnerable que nunca—. Me cuesta hablar de esto, mucho más con una chica. Y quisiera creer... que te lo tomas en serio. Porque para mí es serio.

Cruzándose de brazos, Liz jadeó.

—¿Por qué crees que no me lo tomo en serio?

—Te esfuerzas demasiado —dijo; armándose de coraje, cerró los ojos y respiró hondo—. Me ayudaría estar seguro de que seguiríais siendo mis amigos si me conocierais de verdad.

Lo había dicho de corrido, sin pausas, y casi sin aire, ignorando cómo la sangre comenzaba a rodar por sus mejillas por el miedo.

Le asustaba cómo ella pudiera reaccionar. Si se enojaba, o le gritaba, o le respondía con la misma brusquedad y honestidad, se mordería la lengua y asumiría las consecuencias.

—Yo lo seguiría siendo.

A Josh se le cristalizaron los ojos. Tragar saliva le ardía en la garganta.

—Te juro que lo estoy intentando —repitió.

—No hay prisa, Josh. Tómate tu tiempo.

Con la bolsa de papel entre las manos, dio un paso hacia él. No le entendía, ni tenía claro qué acciones lo molestarían o incomodarían, ni él lo sabía con certeza.

Obsessions (Las obsesiones de Josh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora