49 | La posibilidad de ponerse mejor

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Su padre y el pequeño Joe no habían vuelto para cuando repartieron las hamburguesas. Shelby, con sus cortísimos shorts de mezclilla y una blusa que le colgaba del hombro, se sentó junto a Josh para comer con él.

—¿Adónde ha ido papá? —le preguntó, y su hermano curvó los labios en señal de ignorancia.

—No tengo idea. Pensé que irías con él.

Faltaba poco para que prendiesen los fuegos artificiales, aunque habían estado lanzando bengalas sordas desde que oscureció lo suficiente. El ruido molestaba a Josh, que apenas había mordisqueado su hamburguesa dos o tres veces para no caer en un ataque de ansiedad como siempre que se encontraba en público, rezando para que su padre llegase y le sirviese lo mismo que él comería, cuando reconoció el motor de un coche apagándose detrás de la cerca.

Y se puso de pie.

Creyó que vería primero a su padre, pero al cabo de unos segundos, entró primero el pequeño Joe, ya sin rastro de lo que le quedaba de brownie, con la enorme chaqueta oscura de su padre puesta sobre los hombros, y corriendo atravesó el jardín en busca de su hamburguesa. Detrás de él, Liz lo seguía, con su vestido anaranjado y el cabello ahora suelto.

Se le había erizado la piel por el frío y Josh lo notó desde el mismo punto en el que estaba antes de que ella se fuera. No sonrió ni cuando estuvo a diez pasos de él, pero Josh extendió los brazos y la chica no frenó hasta que se hubo abrazado a su cuello.

—¿Adónde fuiste?

—Tu padre me pidió que lo acompañara a comprar más refresco.

¿Su padre? ¿Desde cuándo se preocupaba su padre por relacionarse con sus amigos o su novia? Al único al que conocía de todo su grupo era a Ashton.

El corazón de Liz latía contra el suyo; cuando rodeó su espalda, se dio cuenta de que el nudo en su pecho se había desintegrado. No quería estar allí, pero con ella de la mano lo pasaba un poquito mejor.

—Pero mi padre nunca colabora con estas cosas —farfulló, extrañado, y ella apoyó la barbilla en el hombro del chico.

—Me cae bien. Y tu hermanito.

—¿Qué te dijo?

—Me habló de ti.

Los nervios que se apoderaron de sus manos lo obligaron a apartar la cadera de Liz de la suya para mirarla a la cara. Sus pupilas tiritaban.

—¿Qué dijo de mí? —quiso saber en un hilo de voz, y Liz enredó un par de dedos en el cabello rubio del chico.

—Que no hay nadie más leal que tú.

Josh volvió a contraer el ceño.

—¿Dijo eso de mí?

Liz estampó la cara contra su pecho. Necesitaba oír sus latidos unos cuantos minutos más hasta que los suyos se tranquilizaran.

—Pero sigo molesta.

Y aunque Josh aún no concebía que su padre hubiese tenido algo más que decir de él aparte de sus perfectas calificaciones o su fatal coordinación al jugar fútbol, le besó con disimulo un lado de la cabeza.

—Lo siento —dijo al fin—. De verdad.

—¿Puedes darme solo una oportunidad de no decepcionarte?

El muchacho hizo una mueca.

—No quiero poner expectativas en ti.

—Ya las tienes. Por eso te decepcionas.

Josh apoyó la mejilla sobre la cabeza de Liz. Sus tirabuzones rubios no abrigaban su espalda lo suficiente, por lo que él intentó calentarla subiendo sus antebrazos.

Obsessions (Las obsesiones de Josh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora