A partir de la primera semana de abril, una lluvia torrencial arrasó Kearney que retuvo las temperaturas en una máxima de seis grados y el tráfico se convirtió en una pista mortal donde Josh y Ashton, de camino a la escuela, estuvieron a punto de volcar varias veces. Cada noche, la luz naranja de las farolas se reflejaba en la carretera como si se tratase de un espejo de cristal.
El martes por la noche, mientras una espesa cortina de lluvia bañaba los cristales de la cocina, Josh bajó la escalera con su cuaderno de dibujo en la mano. Pese a los truenos que partían el cielo y los silbidos del viento, la casa estaba inundada de una calidez proveniente del horno.
Olía a galletas.
—¿Quieres que vaya a la universidad?
Su madre, que lo miró de reojo, extrajo la bandeja caliente con las manoplas de cuadros para colocarla delicadamente sobre una base de madera, en la isla de la cocina.
—¿Qué quieres hacer tú?
Josh no dijo nada.
Shelby quería estudiar Zoología en California; Max era entrenador de gimnasio y el pequeño Joe, como él a su edad, soñaba con ser soldado.
—Tiene que haber algo que te guste —la oyó agregar.
—Ilustración.
—Puedes ir a la Escuela de Arte en Oregón.
—¿Y qué va a decir papá?
Su madre lo miró bajo las cejas.
—Hablarás con él en unos meses y te darás cuenta de que lo que importa es que estudies algo que te guste.
—Lo voy a decepcionar.
De inmediato su madre se enderezó y, mientras se quitaba las manoplas, suspiró para apartarse un mechón rubio de la cara.
—Los dos te queremos, Josh. ¿Lo sabes? —le preguntó—. ¿Sabes que tu padre te quiere?
No estaba del todo seguro, así que se limitó a encoger un hombro. No recordaba que se lo hubiera dicho ni una sola vez. De todos modos, dado que su padre se encontraba en Iraq, resolvió preguntarle al señor Brown el miércoles durante el recreo, antes de las vacaciones de Pascua. Al entrar a la oficina, sin embargo, descubrió a la señora Golaman detrás del escritorio, terminando de registrar sus papeles.
La señora Goldman, detrás del escritorio, registraba a los estudiantes que visitaban las oficinas.
—El señor Brown está de baja —le dijo—. Tuvo problemas de salud en las Navidades y se está recuperando. ¿Qué necesitas?
Todas las expectativas de Josh se desvanecieron. No sabía si el señor Brown volvería ese mes o el siguiente, pero, por lo visto, no había ningún pronóstico. Probablemente no volvería a verlo. Y ya le resultaba suficientemente doloroso no contar con su padre para resolverlo, como para ahora lidiar también con la realidad de que su consejero no podría ayudarle.
Regresó al comedor, metido en su chubasquero gris que lo protegía del frío, para recoger su bandeja del almuerzo en la fila. Aún estaba luchando por canalizar su miedo y frustración cuando sintió una fría mano tocarle el hombro por detrás.
—¿Qué vas a hacer por Pascua?
Era Luca, con el pelo oscuro perfectamente engominado hacia atrás, excepto por aquel finísimo mechón rebelde que le caía como luna creciente sobre una ceja y esa sudadera gris que se le holgaba alrededor de la cintura porque sí tenía un cuerpo atlético.
—Ir a la iglesia —respondió en un murmullo— y comer con el vecindario.
—Suena envidiable. ¿Hacemos algo con Ash? Y con quién más quiera venir.
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Obsessions (Las obsesiones de Josh)
Teen FictionMenos calorías, más ejercicio, menos comida, más hambre, menos peso, más huesos. Menos tú, más anorexia. Josh Higgins es un chico popular. Todos lo conocen, todos lo quieren. ¿Quién imaginaría que, detrás de su vida tan perfecta, hubiera un monstruo...