Cuando Josh regresó a casa y encendió por fin su teléfono, descubrió que tenía veinte y siete llamadas perdidas. Entre su madre y Shelby, habían realizado veinte, y Ashton le había llamado cinco veces, y su padre dos. Lo que no esperaba era tener mensajes en el buzón de todos, aunque más de su madre.
"Josh, espero que estés bien. ¿Cuánto te falta para llegar a casa? ¿Estás con Ashton?"
"Oye, mamá te ha llamado varias veces y se está preocupando. ¿Puedes contestarle? Mamá te sigue llamando. Dime dónde estás y yo le aviso."
"Avísame si necesitas algo, o si te ingresan, o si quieres que les conteste a tus padres. Oye, y si no me odias... promete que nos veremos en la escuela. El lunes. Cuando salgas."
"Josh, ¿estás bien?"
Se le volcó el corazón al reconocer la voz de su padre en el último mensaje. Con cuidado, despegó el teléfono de su oreja para contemplar las llamadas. Probablemente habían pensado que algo terrible le había ocurrido, desde ser atropellado hasta secuestrado o asesinado, considerando que no había dado señales de vida desde la mañana, cuando se fue en la escuela.
Mientras desayunaba el sábado en casa, su hermana le confesó que había anotado la ropa que llevaba puesta, ya que lo vio en el comedor escolar, por si la policía llegaba a casa, hasta que, alrededor de las cuatro de la tarde, Ashton le escribió un mensaje a Shelby para explicarle que se habían llevado a Josh al hospital por una amenaza de suicidio.
Su madre no le regañó. Después de servirle el desayuno, antes de que Shelby y el pequeño Joe bajaran las escaleras, le confesó que no solo les llamó el director desde el instituto, sino también un enfermero del hospital.
—¿Qué aprendiste en el hospital? —fue todo lo que le preguntó.
Josh suspiró.
—Que estar enfermo es horrible.
A las cinco menos cinco, el timbre resonó en la casa de los Higgins. Josh estaba ayudando a su madre a preparar sándwiches de jamón y queso, así que su hermana tuvo que ponerse de pie para abrir. Ashton Moore acababa de atravesar el patio, tras entrar a través de la cerca de madera.
—¿Habéis cenado? —preguntó.
Shelby negó.
—Estábamos haciendo la cena.
Lo dejó pasar.
Y a Josh se le encogió el corazón en el pecho.
Ashton mismo se había personado en su casa, con una gruesa sudadera azul y vaqueros oscuros, y una bolsa de papel marrón en la mano. A él no le sonreiría con esa simpatía que lo caracterizaba, como si pretendiera restarle importancia a la situación.
—¿Cenamos?
En el grupo que tenían los siete, Ashton no había avisado de que visitaría a Josh, de modo que ni él lo esperaba, pero lo había hecho así adrede porque sabía que Josh se negaría a ver a los demás, en especial si eso significaba dar datos que no sabía si el chico quería compartir y, por primera vez, en lugar de esparcir el rumor, había decidido callarse, porque se trataba de su mejor amigo.
Josh se deslizó de su asiento y subió por delante de Ashton hacia su dormitorio. Con confianza, Ashton se acomodó en el suelo de alfombra, cruzadas las piernas, y Josh se sentó frente a él. No se había quitado el viejo pantalón gris de pijama ni el delgado jersey marrón.
—¿Cómo estás? —preguntó Ashton al fin, y Josh farfulló un débil "bien". Entonces Ashton se crujió los nudillos—. Josh, te debo una disculpa. No sé qué estaba pensando cuando dije que me daba igual que te murieras.
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Obsessions (Las obsesiones de Josh)
Fiksi RemajaMenos calorías, más ejercicio, menos comida, más hambre, menos peso, más huesos. Menos tú, más anorexia. Josh Higgins es un chico popular. Todos lo conocen, todos lo quieren. ¿Quién imaginaría que, detrás de su vida tan perfecta, hubiera un monstruo...