43 | Por ti mismo

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—¡Higgins! ¡Las cajas del garaje al camión rojo!

—¡Sí, señor!

Aunque Josh trabajaba en el centro de distribución R. J. Moore, aquel domingo el padre de Ashton lo llamó para que les ayudara con la mudanza.

—Nos vamos a Miami —le había explicado el hombre en cuanto Josh llegó, y este contrajo el ceño—. Su madre no quiere saber nada de él, así que me toca llevármelos a los dos. Y no nos queda nada que hacer aquí.

—¿Cuándo se van?

—El veintinueve de mayo.

Luego le señaló dónde acomodarían los muebles de las estanterías y Josh se remangó y empezó a trasladar cajas embaladas desde el garaje hasta el camión junto al resto de empleados.

La enorme casa contaba con una larga entrada para los coches, resguardada por el enrejado y cámaras de seguridad, y un jardín trasero con piscina, donde Ashton montaba sus famosas fiestas. Josh apostaría que quedaban cristales de las botellas en el fondo de la alberca. Dentro del garaje, en un trastero que Ashton había reformado, estaba el gimnasio, el cual Josh ya conocía, además del dormitorio de Ashton y la sala de estar.

Antes de que Josh finalizase su turno a las diez, bajó Ashton con el cabello negro revuelto y una camiseta sin mangas a inspeccionar el patio.

—¿Estás haciendo lo que debería hacer yo? —preguntó cuando alcanzó el camión. Josh asintió y él sopló, rascándose la cabeza—. Te pagará, ¿no?

—Sí. No sabía que os mudabais a Miami.

Ashton encogió los hombros.

—Será solo un tiempo. Yo me iré a Wisconsin y...

—¡Ashton, deja a Higgins trabajar!

En jeans y camiseta, el padre de Ashton no parecía empresario. Rápidamente apartó a su hijo para permitirle a Josh subir al camión.

—¿Vas a quedarte mirando o a servir de algo? —le preguntó a Ashton.

—Voy a entrenar —murmuró él, zafándose de su padre. Y para que el hombre no le ordenara volver, Josh se bajó de un salto del furgón.

—¿Tiene un momento? —inquirió, y se ganó su atención inmediata.

El señor Moore tenía los ojillos oscuros de su hijo y la misma edad que el padre de Josh; se habían visto unas cuantas veces, porque los chicos se llevaban bien, pero ninguno diría que también ellos eran amigos.

—¿Qué pasa, Higgins?

Josh tomó una profunda bocanada de aire.

—Tengo una propuesta. O una solicitud —se corrigió.

Llevaba varias semanas contemplando aquella posibilidad, pero no se había atrevido a expresarlo en voz alta porque no se molestó en discutirlo con sus padres y, si Ashton se iba a Miami, no tendría la oportunidad de pensarlo más tiempo.

Y en ese momento, cuando tuvo la atención completa del padre de Ashton, se obligó a sostenerle la mirada para no parecer estúpido. Se le había plegado el corazón como si fuese un pedazo de papel dentro del pecho.

—Sé que Ashton es su hijo y le toca quedarse con el centro de distribución, pero yo estaría dispuesto a trabajar los años necesarios para...

—¿Tú? —lo cortó el hombre, tan pasmado que tuvo que inclinarse para escucharlo repetir que eso había dicho—. Tú eres estudiante de honor, Higgins. Tienes un promedio excelente, y un gran futuro en cualquier carrera que quieras, y...

Obsessions (Las obsesiones de Josh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora