el Papa

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Yo me disponía a luchar contra la fiera que tenía cerca hasta que el papa se puso de pie.
El hombre con su báculo en mano, apunto al cielo con el bastón y luego a la fiera frente a mi con el mismo.
Del cielo una gran cantidad de luz concetrada cayó sobre la bestia iluminando solo un área circular que rodeaba a la bestia quemando todo su cuerpo. La bestia gritaba de dolor hasta que finalmente murió y se desvaneció, ya no habían esferas oscuras esta vez, solo eran esferas blancas que se elevaron al cielo.
Mientras tanto la otra bestia lanzaba fuego a todas las personas cercanas a el, pero los hombres del Ejército del papa protegían a la gente.
Toda esa armada se juntó y lanzaron ataques combinados por todas partes. Fuego, aire, flechas y balas golpeaban sin cesar contra el duro cuero del dragón, pero no obtenían resultados.
El papa nuevamente con su báculo apuntó, pero esta vez a los pies de la criatura que parecía desbocada. Del suelo salieron algunas gruesas cadenas rodeadas por un aura púrpura; las mismas sujetaron al gran dragón que ya no tenía salida y estaba a merced de los guerreros.
- no lo ataquen - dijo el papa - yo me voy a encargar de el.
El jefe religioso levantó la palma de su mano a la altura su pecho apuntando a la gran bestia. Luego cerró poco a poco su mano, al inició creí que no estaba haciendo algo relevante, pero luego vi como la bestia comenzaba a revolcarse de dolor con sus extremidades superiores tratando de librarse algo que al parecer le apretaba el cuello. Las cadenas se habían desvanecido, pero la bestia estaba sufriendo por el poder del anciano religioso.
El papa sudaba, se notaba que hacía un gran esfuerzo para emplear esa habilidad que era como si estuviera estrangulando al dragón sin siquiera tocarlo.
El dragón poco a poco comenzó a ceder y al final cayó al suelo y murió.
Antes que la bestia se desvaneciera, vi como en su cuello habían marcas, como si algo físico lo hubiera ahorcado, cuando en realidad solo fue el poder del papa.
El jefe religioso estaba muy agotado, y cayó rendido en su trono, donde varios de sus seguidores corrieron en su ayuda.
Algunos de ellos podían curar, juntaban sus manos y luego las acercaban a su paciente curando sus heridas o revitalizandolo. Una gran habilidad que ayuda mucho de cierto forma.
Relajé mi cuerpo ya cuando el peligro había pasado.
- ¿estás bien? - le pregunté a Valeria.
- si, pero tu ... ¿No te pasó nada?
Cuando ella me hablaba casi siempre tenía la mirada perdida, pero aún sin verme directo a los ojos, con el simple hecho de ver sus ojos yo me sentía con fuerzas para seguir de nuevo. No quería aceptarlo, pero- ¿acaso me estoy enamorando? - pensé y me quedé en silencio contemplando a Valeria.
Ya de noche yo había decidido que Valeria vendría conmigo y ella aceptó sin dudarlo. Pero antes teníamos que ver al papa quien demandaba nuestra presencia.
Nos dirigimos al campamento donde estaba el. En el camino vi como la gente dormía en pequeñas carpas mal hechas e incluso muchos dormían en el suelo temblando de frío; Valeria no podía verlos, pero intuía la situación en la que estaban ya que ella también sentía frío al estar solo con su vestido.
Le di a Valeria mi abrigo y la cubrí bien, luego a varias personas les ayude poniéndoles fogatas que naturalmente hice a mano, ya que no quería que nadie supiera de mis poderes.
Llegamos al campamento del papa y mi disconformidad fue grande al ver como en este enorme campamento tenía tantos lujos, tanta comida y abrigo que las demás personas necesitaban.
En la entrada nos recibieron dos soldados altos y corpulentos que querían dar la impresión de salvajes y expertos guerreros, aunque para mi no significaban la gran cosa.
- quienes son - preguntó uno de ellos.
- el papa nos mandó a llamar - respondí.
En todo momento tenía sujetada la mano de Valeria, quien desde que el anciano nos mando a llamar no dijo palabra alguna.
- déjenme preguntar. - dijo el soldado ingresando al interior de la carpa.
Esperamos unos pocos minutos hasta que el soldado salió.
- pueden pasar, el papa los espera.
Ambos soldados se retiraron de la entrada y nos cedieron el pase.
- tengo miedo - dijo Valeria temblando y no de frío.
- descuida, yo estoy aquí, no dejaré que nada te pase.
Sujeté su mano y pasamos al encuentro con el religioso.
- ¿nos mandó a llamar? - pregunté.
- así es jovencito, pero tomen asiento, ¿quieren algo de comer?
- no - respondí cortante- diga rápido la razón por la que nos llamó y nos iremos tan rápido como podamos, así que no pierda el tiempo.
El hombre tenía dos guardias y dos magos a sus costados como guardaespaldas, los cuales reaccionaron rápido al escuchar mi forma de responder.
-como te atreves ¿acaso no sabes a quien le estás hablando así? - dijo uno de ellos.
Todos levantaron sus armas y se disponían a atacarme.
El papa hizo un movimiento con las manos en señal de que se detengan.
- bien niño, entonces iré al grano, hay rumores de la gente que aseguran que tu fuiste capaz de hacerle frente a Leviatán. También dicen que no solo sobreviviste, si no que también lo hiciste huir. ¿ es eso cierto? -preguntó el religioso.
Me quedé pensando unos segundos mi respuesta.
- no tengo idea de lo que me está hablando señor.
-¿estás seguro?
- completamente.
- bien, supongo que eso era todo, puedes retirarte, pero la chica se queda.
Valeria comenzó a temblar de miedo y me sujetaba fuerte.
El papa hizo un gesto con las manos y los hombres a su alrededor comenzaron a golpear los zapatos contra el suelo hasta que de afuera entraron varios soldados rodeandonos a mi y a Valeria.
- que significa esto - le dije al religioso.
- ¿que no es obvio? Estos hombres evitarán a toda costa que la mujer se retire, después de todo, por ordenes de dios ella ya está prometida a mi hijo.
- ¡¿y usted cree que voy a dejar que usted haga lo que quiera con Valeria?!
- supongo que no, por eso están estos hombres aquí.
El hombre hizo otra señal con las manos y los soldados se me acercaban jaloneando a Valeria para que me soltara.
- sera mejor que la suelten, si no quieren morir. - les advertí.
- ¿ te atreves a interponerte en las sagradas ordenes de dios? ¡blasfemia!- Gritó el viejo.
Todos los hombres pasaron de los simples jalones a atacarme con intención de matar.
Me limité únicamente a esquivar sus ataques ya que no quería más muertes en ese lugar.
El papa sonriendo observaba desde su lujoso asiento como sus soldados me atacaban.
Valeria se resistía a soltarme y ya los soldados empezaron a lanzar ataques mágicos que aunque no me lastimaran a mi, podrían lastimarla a ella.
En un movimiento rápido tomé a Valeria, la cargué y salté tan alto como pude atravesando la tienda del papa.
Las alturas no eran mi fuerte, pero preocupado más por el bienestar de la dama que cuidaba olvidé por completo mis miedos y desde el aire con un poco de ayuda de mis poderes cambié de dirección la caída llegando así muchos metros lejos de la tienda del papa.
Heimdal llegó como adivinando la situación, subí sobre su espalda a Valeria, detrás subí yo y ordené a mi fiel pegaso que corriera tan rápido como pueda logrando así escapar de ese lugar.
Pero había algo raro, ninguno de los soldados nos perseguía, tampoco escuché que la gente enloqueciera tratando de capturarme, algo no estaba bien, pero no era tiempo para pensar, así que ordené a Heimdal que siguiera adelante con dirección al desierto.
De noche y casi sin suministros no durariamos mucho, quizás el papa pensó en eso y por eso no mando a nadie a seguirnos.
En el camino, antes de salir por completo de la ciudad destrozada vi una nave con forma de un barco enorme volando en dirección a la ciudad, parecía un barco normal, solo que flotaba en el aire.
Heimdal trotaba mientras nos alejabamos más de la ciudad, pero en la popa de la embarcación observe una mujer apollada sobre la baranda del barco, su cabello largo que se movía por el flujo del aire cubría su rostro. Cuando estaba Heimdal por bajar una duna donde perderiamos de vista completamente la ciudad y el barco, la mujer se recogió el cabello y en la distancia, aunque no estaba seguro, en ese momento juraba que esa mujer era Anny.

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