Capitulo 50

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Narra Oriana:

-papá, no es necesario quedarnos aquí, Benja y yo ya teníamos planeado quedarnos en un hotel-

-de ningún modo, esta es tu casa, puedes quedarte el tiempo que necesites- mi papá es tan terco, creo que es algo que viene de familia, bueno, supongo que a mi novio no le disgustará estar en casa de papá.

-está bien papá, gracias- justo salía Benja del baño y Anne llegaba de recoger a Mateo en su práctica de futbol, cuando mi hermanito me vio corrió directamente a abrazarme, estaba sin duda más alto que la última vez que lo vi hace casi un año ya.

-pensé que no vendrías hasta navidad, me encanta que estés aquí-

-y ya nunca me iré- mi hermano me regaló una enorme sonrisa, Anne se acercó y me dio un fuerte abrazo, pareciese como si nada hubiera cambiado, todo seguía igual, bueno, no todo.

-estás tan... linda, me encanta como se te ve ese color de cabello- sí, me había teñido el cabello de color miel, y me había recortado el fleco por encima de los ojos.

-gracias Anne, tu también te ves genial-

-hola Benja- miré a Benja como desganado, la última vez que vine en navidad Benja vino conmigo para presentarlo oficialmente a mi familia, a todos les calló de maravilla, excepto a mi hermanito.

-hola, Mateo, ¿Cómo vas con tus entrenamientos?- mi hermano solo se encogió de hombros sin decir nada más, subió escaleras arriba.

-¡Mateo!, discúlpalo Benja, no tuvo un muy buen día en su práctica- miré a Anne preocupada.

-¿pasa algo?- dije de verdad queriendo ayudar.

-no lo sé, hace días lo he notado algo desganado-

-iré a hablar con él, ya vuelvo- subí las escaleras, tan rápido como pude, la puerta de la habitación de Mateo estaba cerrada, dudé en tocar ya que había un letrero "no entrar", supongo que era algo típico de adolescente, de todos modos decidí arriesgarme, mi hermano me abrió la puerta al tercer toque.

-hay un letrero- dijo él señalando la puerta, me causo un poco de gracia, ver como mi hermano había crecido tan rápido.

-ya lo sé, pero también hay una promesa que yo te hice hace años, ¿recuerdas?, siempre voy a estar para ti, por si quieres jugar futbol, si quieres llorar, si quieres hablar, lo que sea- mi hermano me abrazó de nuevo, pero este no era en nada igual al abrazo que me dio abajo, este no era de felicidad, era de tristeza y mi enano estaba llorando, tomé su cara entre mis manos y le limpié las lagrimas.

-¿Qué es lo que pasa, Mateo?- ambos nos sentamos en el suelo, el recostó su cabeza en mis piernas mientras yo le acariciaba el cabello.

-el otro día dormí en tu antigua habitación porque te extrañaba mucho, y encontré esto, lo leí lo siento- él me mostró mi diario, en el que escribía todos los días lo miserable que me sentía con mi anorexia, Mateo sostenía su mirada fija en el suelo.

-no debiste leerlo, Mateo- le dije sin tono de reclamo, es solo que no quería que nadie leyera eso, era tan deprimente, ni si quiera yo podría abrirlo en estos momentos.

-lo siento, de verdad, pensé que era un libro, pero no llores, no quiero que llores nunca más- con sus manos impidió que unas cuantas lágrimas resbalaran por mis mejillas.

-¿es por esto que has estado triste?- el asintió.

-sí, es que me sentí culpable, porque Sabri y yo te quitamos a papá, y tus otras hermanas te quitaron a tu mamá, y luego tú te querías morir, perdóname, ¿sí?, ¿podrías perdonarme?- no pude evitar soltar el llanto, abracé a mi hermanito con todas mis fuerzas y sollocé en su hombro.

"De un extremo a otro"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora