Capítulo 22.

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Oliver.

─ ¿Quién está dirigiendo la decoración? ¿El travesti de mierda?

Oír las irritantes voces del séquito de Nicholas no me generó absolutamente nada, aunque pensé que me daría un ataque de pánico, debido a todos los malos recuerdos que me generaron en esos milisegundos en lo que rapaban la mitad de mi cabeza. Voltee apenas mientras acomodaba las luces blancas, tal como Markus lo había sugerido, les miré sobre el hombro, de pies a cabeza, y les ignoré, acercándome a distribuir cubiertos y vasos en la mesa.

Todo quedó en silencio, las madres dejaron de acomodar cosas, por lo que al eliminar los sonidos de cubiertos chocando entre sí, volvía la entrada del séquito más dramática de lo necesario.

─No puede ser─ Uno de ellos se me acercó, tomándome por el hombro, y me volteó bruscamente, casi haciendo que se cayeran los vasos que tenía en las manos─. Pareces una persona.

Tras ese nada simpático comentario, el grupito de matones comenzaron a reír, eran más que la última vez cuando me raparon. Intenté encontrarle la gracia al chiste, y contenerme para no clavarle un tenedor en la mano que seguía sobre mi hombro. Palmeó mi espalda con más fuerza de la necesaria, y solté una risa fingida, tanto que les incomodó al punto de llamar a todos los presentes a silencio.

─Qué divertido, ¿Tienes un libro de chistes acaso?... Ah perdona, olvidé que no sabías leer.

─Deberías cuidar más lo que dices cuando tu lengua es más grande que tus puños, Barbie.

─Ésta lengua sabe hacer mejores cosas que insultarte, y prefiero usarla para ch...

─ ¡Para rezar por los niños al rededor del mundo, amén!─ interrumpió el padre Reynolds, cuando iba a expresar mi gran deseo de chupársela a Nicholas─. Qué bueno que llegaron muchachos.

─Bastante tarde a decir verdad─ añadí volviendo a mi tarea─. Tenían un sólo trabajo, mover las mesas.

─Oliver, hijo...─ suspiró el cura.

─Suponiendo que tú haces algo más importante que eso, convicto de mierda.

─ ¡Cuida tu bocota, hijo de perra! Hay niñas presentes.

Simultáneamente las madres comenzaron a llamarnos la atención debido al mal uso del vocabulario. Y el cura les mandó a arreglar no sé qué, para apartarlos de nosotros. Teresa había permanecido callada todo el tiempo, mientras Markus y Marilyn comentaban lo groseros que habían sido. Hanna, la madre de mi mocosa preferida, se acercó a decirme que esa no era la manera de lidiar con personas groseras. Ella no tenía la culpa de que a mí se me hubiera sobrecalentado el sistema tan rápido, así que sólo asentí, murmurando disculpas a las madres en general.

Teresa y yo nos dirigimos a preparar la lista de reproducción de música, yo me senté en una mesa cerca de la toma de corriente, sacando de mi mochila la pequeña laptop que al principio me había resistido a traer. La abrí, oprimiendo rápido una carpeta cualquiera para que no viese el fondo de pantalla. Iba a cambiarlo.

─Vaya, ¿Quién es el lindo chico de tu pantalla?

Y aún así no pude evitar el maldito comentario.

─Mi hermano.

─No sabía que tuvieras uno. Se ven muy diferentes, ¿Es menor que tú?

─Ajá.

─Veo que no quieres hablar del tema, Oliver.

─Dejémoslo ahí.

Así hicimos, ella no insistió y lo agradecí mentalmente. Comencé a organizar la música en un orden prudente, con sugerencias oportunas de Teresa. Todas las canciones eran bastante variadas, ella se apoyaba en mis hombros, parada detrás de mí.

Entrenando al Baby Boy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora