Capítulo 40.

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Nicholas.

─ ¿No te dije acaso que no fueras al hospital?

─Cállate.

─ ¡Nicholas Moretti! No me mandes a callar, ¡Soy tu madre!

Y pese a su estúpida insistencia por meter el dedo en la llaga, por buscar algún motivo para pelear conmigo, me encerré en mi habitación. Los golpes en la puerta no tardaron en hacerse presentes con el único objetivo de fastidiarme, pero no iba a responderle. Busqué en mi cajón entre los últimos cigarros de marihuana que me quedaban y saqué uno, abrí la ventana, sentándome en el marco, encendiéndolo con mis temblorosas manos.

El nudo en mi garganta no pretendía desaparecer, por mucho que contuviera la respiración para que el efecto del THC aumentara en mi sistema. Necesitaba dejar de pensar en Oliver, tenía que sacarle de mí cabeza por un momento. Quería tener un segundo de claridad, sólo un jodido segundo, dónde ya no tuviera que preocuparme por todo. ¿Cómo no hacerlo?

Soy un imbécil, por supuesto. Él estaba en el hospital, con un brazo roto, el tobillo esguinzado y las manos quebradas. Tenía que encontrar al hijo de puta que le había hecho eso, así le dejaría las cosas claras. No iba a salirse con la suya tan rápido. Oliver tenía miedo, yo estaba seguro de eso, él no quería alejarse de mí.

¿Cierto?

La tos me invadió de repente, al olvidar que durante todo este tiempo, perdido en mis pensamientos, no estuve respirando. Sentí todo mi cuerpo revolucionarse debido a la mala coordinación entre la entrada y la salida de aire. Mi boca estaba más seca que nunca.

Tomé un momento para estabilizar mi respiración antes de volver a intoxicarme con el humo del cannabis en mis pulmones. A la par, saqué mi móvil enviándole un mensaje a Jaques para encontrarnos lo antes posible. Tenía que hablarle acerca de lo que había pasado, seguro que podría ayudarme. Su respuesta accediendo a encontrarnos llegó al instante, diciendo que apenas saliera de servicio nos encontraríamos en el pequeños parque poco frecuentado, dónde solíamos fumar hierba.

Terminé mi porro, después de hacer una tuca con papel para sacarle hasta lo último, y me fui a duchar. Cambié mi ropa, metiendo en la billetera uno para fumar con Jaques. A los quince minutos ya estaba en el lugar, moviendo la pierna nerviosamente.

La desolación se hacía presente, nadie salía de casa por los vendedores de drogas. La gente tenía miedo.

Jaques llegó, vistiendo un pantalón de gala negro y una camisa blanca, con un morral sobre el hombro. Verle formal siempre había sido una de las cosas que me causaba gracia, le molestaba no andar de chándal.

─Oliver está en el hospital─ Se sentó junto a mí, frunciendo el ceño al escucharme─. Lo golpearon, no sé quién, pero cuando lo encuentre le vamos a sacar la mierda.

─Joder, ¿Está bien? Digo, ¿Está consciente?

─Sí, pero no quiere verme. Estoy seguro de que le amenazaron.

─Tuvo que decir algún nombre─ me extendió un mechero y yo saqué la marihuana de mi billetera─. ¿Nicholas?

─Dijo que fue James.

─ ¿Tu amigo? No pesa ni dos kilos, Oliver le pondría en su lugar de inmediato.

─Lo sé, yo tampoco me lo creo─ Le di las primeras caladas para que el fuego consumiera el lillo y de un momento a otro la mezcla─. Pero quizás entiendo a lo que se refiere.

─Bueno, pues ya estarías explicándome, no soy psíquico.

─Él cree que James fue el que abrió la boca, porque... Ya sabes, más de una vez nos vio en su apartamento. No te conté, pero fui dónde Oliver hace un día o dos, y antes de llegar me encontré con James, resulta que lo estaban acosando, pasaron algunas cosas, me follé a mi novio, y después él llegó, tuve que salir de la habitación a consolarle, se veía muy mal. Y pues eso, nos vio después de hacerlo, seguro sacó alguna conclusión.

Entrenando al Baby Boy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora