Capítulo 36 - Malditas Monjas

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Martes 18

Colegio María Inmaculada, 11:30

JULIA

Me quedé en clase para aprovechar la media hora del descanso corrigiendo exámenes, pero me estaba costando la vida concentrarme. Imágenes del fin de semana se encendían como una traca de fuegos artificiales cada dos por tres. Incluso me había sorprendido a mí misma pensando en Miriam en mitad de las clases, algo que me hizo sentirme terriblemente sucia ya que enturbiaba el ambiente de la clase llena de niños de primaria. Ahora que estaba sola, estaba disfrutando de recrear el beso una y otra vez, en un bucle difuminado por el alcohol.

La risa de Miriam había sido tan sugerente como una frase subida de tono. Era impresionante lo que conseguía removerme por dentro aquella mujer desconocida. Y sin embargo, yo parecía haber estado danzando en su mente durante mucho tiempo. Al principio me pareció algo creepy pero, en el fondo, me gustó que existiera aquella conexión entre nosotras. Que ella se hubiese atrevido a acercarse a mí y a presentarse era algo que yo no hubiese sido capaz de hacer, era demasiado introvertida. Lo que me dejó completamente descolocada fue mi disposición al beso. Cierto era que llevaba un pedal importante, pero en cuanto a tirarme encima de la gente de esa forma... Era algo que solo me había ocurrido una vez en toda mi vida. Sus labios gruesos y suaves apresando los míos con delicadeza... su lengua profundizando vorazmente en mi boca...

-¿Se puede? - Alguien llamó a la puerta sacándome de aquella pompa lésbica.

-S-sí, adelante.

-Buenos días, señorita Medina. Siento molestarla en el descanso, pero necesito que revise estos exámenes. Lidia sigue de baja, y ya que las vacaciones de navidad están a la vuelta de la esquina... 

-¿Son los exámenes de tercero?

-Tercero, cuarto y quinto.

-Ah... 

-¿Me harías el favor de hacer la media y subirlos a la plataforma? - Como para negarse... Diciéndolo con ese tonito...

-Sí, claro. No se preocupe. Yo me encargaré de subir las notas.

-Muchas gracias. Iba a pedírselo al profesor sustituto, pero sólo lleva aquí una semana y me parecería abusar demasiado. - ¿Abusar? Madre mía, ni que estuviera manco... ¿Para qué coño le pagan entonces?

-Yo le haré el favor a la señorita Lidia, no se preocupe Sor Consuelo. - Respondí sacando una de mis mejores sonrisas falsas entrelazando los dedos sobre la mesa.

-Estupendo, gracias de nuevo Medina. ¡Ah, los ficheros están junto a los de Sor Nieves! - Alargó el protocolo de agradecimiento al volver sobre sus pasos, arrastrando una cojera que te obligaba a darle una chispita de compasión a aquel ser humano despreciable. Ella también sabía disimular estupendamente. Alzó la vista hacia la pizarra y besó su rosario después de hacer la señal de la cruz.

-Adiós. - Se despidió quedándose congelada en la entrada, clavando sus blanquecinos y venosos dedos en el marco de la puerta.

-Con Dios... - Me despedí definitivamente cayendo en la cuenta de lo que debía decir. Malditos colegios católicos... Dos años aquí y todavía no me había acostumbrado a tratar con las monjas.

Por alguna razón extraña, cuando volví a pensar en el beso, lo sentí como algo prohibido. No sabía si la visita de Sor Consuelo había tenido algo que ver, alguna especie de fuerza anti-invertismo, quién sabe... Pero aún así, no consiguió que dejara de reproducir la imagen en mi mente. Hasta que consideré que estaba siendo un comportamiento obsesivo.

Madre mía Julia... ¿Quieres dejar de darle vueltas? Solo fue un beso, no es para tanto...

Me dije a mí misma intentando convencerme de que no debía darle importancia a lo que había pasado con Miriam. Aunque la realidad era distinta, me había gustado. Joder, me había encantado. Y tenía el autoestima por las nubes. No solo estaba fascinada por el hecho de que le hubiese llamado la atención a una mujer, sino también porque habíamos actuado en el mismo sitio y el destino había querido juntarnos en la fiesta del sábado.

The Warmest Colour (Is Albalia Real?) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora