The Warmest Colour (Is Albalia Real?)

Capítulo 37 - Si pudiera leer tu mente

Martes 18

16:30

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ALBA

Quería arrancarme las entrañas con unas pinzas. Los segundos días de regla eran insoportables y por culpa del dolor había perdido el apetito. Me sentía tan endeble que apenas podía hacer el esfuerzo de cambiar de postura en el sofá.

-Cariño ¿seguro que no quieres que te prepare nada antes de irme? - Insistió Julia colgándose la funda de la guitarra.

-No, no. Es que no tengo hambre Julia. Me duele muchísimo la tripa... - Me llevé las manos a la zona afectada.

-Pero tienes que comer algo para coger fuerzas... - La preocupación brilló en sus ojos castaños. Cuando se ponía en modo madre podía ser incluso más pesada que la Rafi.

-Sí, más tarde comeré algo. Pero vete ya que vas a llegar tarde a clase.

-Eso espero... - Subió la manta para que no arrastrara por el suelo y se aseguró de que mis pies no quedaran expuestos.

-Gracias... - Me aferré a la suavidad de aquella manta gris perla que me recordaba a Queen y comencé a frotar los pies. El roce con las telas suaves era algo que me relajaba desde que era pequeña. Julia me apartó el flequillo para dejarme un beso en la frente y yo le sonreí agradecida. Que me mimara tanto cuando estaba mala me daba mucha ternura.

-Bueno, descansa. Nos vemos a la noche. ¿Y come algo, eh? Aunque sea un cacho pan con aceite.

-Que siiii... Nos vemos luego. - Me despedí meciendo la mano hacia la entrada hasta que Julia cerró la puerta.

Hoy estaría una hora más en clase de guitarra porque este jueves había micro abierto y quería terminar un tema que estaba componiendo. Tenía muchas ganas de escucharla, ya que aún no me había tocado ni un poquito de la melodía, pero llevaba varios días en bucle tarareando la letra.

Miré el móvil para comprobar si Natalia me había hablado pero lo último que tenía de ella eran unos corazoncitos amarillos. Las cuatro y media... Supongo que es demasiado pronto para que...

¡Ding dong!

El sonido del timbre me sobresaltó. No hacía ni un minuto desde que Julia había salido, así que supuse que habría olvidado algo.

-¡Ya voooy! - Exclamé arrastrando los pies para recolocarme las zapatillas de camino a la puerta.

-¡Hola!

-¡Na-Natalia! Qué pronto has llegado, yo...

-Lo siento, ¿te he despertado? - Abrió los ojos de par en par, como si hubiese hecho algo horrible. Cuando ponía esa carita me daba entre risa y afabilidad. Y no lo hacía porque supiera que las caritas de pena eran mi debilidad, eran sus reacciones por naturaleza.

-No, no, no. Pasa, pasa. - Me pegué a la puerta para que entrara y dos pasos de sus largas piernas fueron suficientes para quedar delante del mueble recibidor.

Joder, ¿por qué estoy tan nerviosa? Sólo ha pasado una semana desde que nos vimos por última vez. Controla un poco esas hormonas que tienes Alba Reche.

-¿Qu-qué traes ahí? - Pregunté curiosa por la bolsa que llevaba en la mano. Espero que no se haya dado cuenta de mi estúpido tartamudeo.

-¡Ahhh! - Respondió con un sonido infantil creando expectación. - Es un regalito que te he traído de la pastelería.

-¡¿De la pastelería? ¿Para mí?! - Exclamé ilusionada porque se hubiese molestado en traerme algo de chocolate, tal y como le había pedido por mensaje.