Capítulo 40 - Hipnotizada

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Jueves 20 de Diciembre

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ALBA

Me até el delantal, me hice una coleta y me puse un par de horquillas que había estado sujetando entre los labios. Hoy tenía el primer turno de la mañana, lo que significaba que apenas me había dado tiempo de comer algo después de las clases. Cuando salí a la barra el local estaba muy tranquilo, solo había un par de mesas ocupadas, por lo que decidí limpiar el filtro del café para los próximos clientes. El gilipollas de mi jefe siempre se lo dejaba todo en la mierda. Al principio pensaba que era un puto desastre pero, entre Nuria y yo, descubrimos que lo hacía a drede para que nosotras nos encargásemos de limpiar por él.

Mientras pensaba en lo egoísta que podía ser la gente, la imagen de Natalia entrando en mi casa con los pasteles apareció de la nada. Bueno, en realidad llevaba semanas sin sacármela de la cabeza, y eso era algo que me alegraba y al mismo tiempo me agobiaba.
¿De verdad estaba preparada para comenzar una relación? ¿Y por qué pensaba en hacer lo nuestro algo serio cuando llevábamos tan poco tiempo conociéndonos?
No Alba, para el carro. Disfruta todo lo que puedas y ya se verá lo que deparará el futuro. No sirve de nada machacarse la cabeza con cosas que todavía no han sucedido. Además, Natalia no me ha dicho nada desde que le propuse tomarnos las cosas con calma, así que debe estar conforme con lo que sea que tenemos ahora...

- ¡Perdona! La cuenta, por favor. - Una mujer joven levantó la mano.

Me rasqué la cabeza intentando deshacerme de la incertidumbre de mi vida amorosa y fui hasta la mesa.

- ¿Café y pitufo mixto? - La mujer asintió y le avisé de que le traería la cuenta enseguida.

Recogí los restos de su desayuno, fui a la barra a sacar el ticket y cuando regresé para dárselo en mano otro señor llamó mi atención.

- Cóbrame bonita, que me tengo que marchar... - Señaló la vajilla impoluta colocándose la boina.

- ¡Vaya! Hoy tenía usted hambre, ¿eh? ¡Enseguida le traigo la cuenta!

Repetí el viaje hasta la caja y regresé a la mesa de aquel entrañable señor.

- ¡Qué tenga buena tarde, Pepito!

- ¡Muchas gracias hija! Mañana vengo con un amigo, Ricardo, con el que hice la mili... - Dijo el buen hombre tras carraspear. No sabía bien por qué, pero su voz grave me reconfortaba. Me contó su planificación del jueves y con dedos temblorosos dejó un par de monedas.

- Pepito... Cualquier día me deja usted la pensión del mes. - Bromeé y en su cara apareció una sonrisa ladeada.

- Si pudiera... Si pudiera te daría mucho más, bonita. - Balbuceó separando el dinero en el platillo. Debía ser todo un don juan cuando era joven, ya que siempre soltaba algún que otro comentario halagador. - Está la cosa muy mala... Pero este señor de costumbres se impone el deber... de venir al mismo sitio todos los días... ¡Y más si se puede alegrar la vista! - Me alisé el delantal con una sonrisa. - Toma... Ahí tienes... - Contó las monedas ajustándose las gafas y buscó el bastón, el cual estaba apoyado en la silla de su derecha.

- ¡Muchas gracias Pepito! Mañana me presenta usted a su amigo. - Se despidió de mí con una sonrisa y clavó el bastón en el suelo.

A pesar de su edad, y del Parkinson, Pepito se mantenía en forma y se quejaba si intentaba ayudarlo a levantarse. Era un cliente habitual, muy agradable, de setenta y largos que siempre me dejaba propina. Sus donativos me hacían ganar más de cincuenta euros al mes, directos desde su cartera.
Me eché el dinero en el bolsillo y, antes de meterlo en mi bote de propinas, limpié ambas mesas con un trapo húmedo.
Al cabo de diez minutos ya estaba impaciente porque apareciera más clientela. Odiaba quedarme de brazos cruzados sin hacer nada y hoy tenía menos paciencia que de costumbre, ya que cuando terminara mi turno pensaba pasarme por el piso de Natalia. Ayer me había dejado preocupada y quería asegurarme de que se encontraba bien.
Menudo susto me dio...

The Warmest Colour (Is Albalia Real?) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora