Desperté con el sonido de la alarma, no pudiendo creer que finalmente mi cuerpo hubiese arrojado por la ventana la rutina para sumergirse en el profundo mundo de la inconsciencia. Estiré mis músculos con pereza y finalmente me puse de pie de camino a la ducha.
La noche anterior había llegado a la habitación verdaderamente tarde, después del horario de dormir. Los reyes habían quedado gratamente sorprendidos al ver a su hijo desaparecido sentarse voluntariamente en su mesa. El resto de los comensales tuvo una actitud similar, excepto por el príncipe Malvoro. No lo conocía pero sus gestos me habían bastado para predecir sus emociones; estaba ofuscado, había perdido el foco de atención y no le agradaba en lo absoluto sentirse desplazado.
Era la luz que solo podía brillar apagando la de los demás.
Perseo resultó ser buena compañía pese a que se retiró en tanto la cena llegó a su fin. Sin embargo, gracias a su presencia, los monarcas se encontraban de increíble humor permitiéndonos a todos los pasajeros alargar nuestra jornada. Como consecuencia, Demetria y yo nos dirigimos al cine siendo éste el único escape a la rutina que poseíamos por entonces.
Me enfundé en mi ropa de entrenamiento luego de ducharme y caminé al comedor con un libro en las manos. Por la hora estaba segura que Dem ya se había retirado, le gustaba desayunar temprano puesto que se sentía descompuesta entrenando minutos después de haber finalizado de comer, más aun evitaba la atención que le proporcionaba un salón lleno. Por suerte no tenía el mismo problema que ella y podía demorarme un poco más disfrutando de la primera comida del día.
La comida más importante, solía decir mamá cuando me rehusaba a desayunar antes de asistir a la educación inicial.
Pedí mi desayuno vegetariano y me senté en una de las mesas vacías. Frente a mí, unas mesas más alejadas se encontraba Perseo, leyendo en su microordenador. Evité observarlo por mucho tiempo pero fracasé. Al levantar su mirada, sus ojos me encontraron espiándolo y sentí mis mejillas enrojecer a causa de la vergüenza. Alejé la mirada rápidamente y me concentré en mi labor: desayunar y leer.
El libro del día se titulaba El Diario de Ana Frank.
Arribé al salón de entrenamiento junto al instructor quien me dedicó una mirada que era todo menos amigable. Caminé rápidamente hasta donde estaba Dem, quien se encontraba hablando con una muchacha de su edad. No se la veía feliz, sin duda era una noble buscando aceptación real.
—Buen día.
Los ojos de Dem se posaron en mí y una sonrisa genuina se instaló en su rostro.
—Karim, te presento a mi amiga Aanisa. Nisa, la hija del Ministro Valderramo, Karim.
Asentí con la cabeza en forma de saludo, obteniendo como respuesta simplemente una mirada de desprecio.
—¡Atención!
La voz de Francisco se interpuso sobre todas las conversaciones dándoles fin inmediatamente. Cual soldados, nos colocamos en una fila, hombro con hombro, atentos a sus indicaciones.
—La parte fácil de su entrenamiento ha concluido, por lo cual si se creen débiles es su momento para renunciar. Una nave los estará esperando con destino a Pangea. Los que se consideren lo suficientemente fuertes para soportar estos dos meses de viaje, espero que lo sean.
Sus ojos escanearon la habitación, buscando a alguien lo suficientemente cobarde para rendirse. Se posaron sobre mí por un momento y con un valor cuyo origen me era desconocido, le sostuve la mirada casi retándolo.
Quizás debería haber declinado, era un boleto gratis a casa pero una parte de mí se rehusaba a quedar como una cobarde. Escaparía, sí, pero en el momento indicado y a mí manera. Rendirme no formaba parte de ella.
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Entropía
Science FictionEntropía: un nuevo comienzo Libro I Bilogía Génesis Maravillosa portada realizada por @Dream_is_to_Live ----- Cuando el mundo está al borde del colapso tienes dos opciones: escapas e intentas correr por tu vida, o te haces más fuerte y luchas. Aani...