Capítulo 13

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Francisco no lucía exactamente desbordante de felicidad por la interrupción a su entrenamiento y podía sentir su disgusto como dagas clavadas en mi espalda, cada una más filosa que la anterior. No estaba enfadado con los ingenieros, con Perseo, con los reyes o con cualquier otra persona. Su disgusto lo merecía solamente yo, como si hubiese ideado la interrupción desde el momento que había arribado a B-shop sólo para complicarle la vida.

—Hagan una fila –exclamó el instructor, demasiado cerca de mi oreja como para tener una actitud positiva-. Su compañero debe estar a su lado.

Caminé con parsimonia hacia el centro de la habitación, si quería odiarme le daría mil y una razones para hacerlo, incluso si eso significaba que rompiera mi cuello.

Perseo se colocó a mi derecha, al otro se encontraba Demetria quien le arrojaba miradas de odio a su hermano, dejándome confundida y haciéndome sentir en extremo incómoda. No era experta en las relaciones sociales pero estaba segura que sería lo ideal que sus problemas los arreglaran puertas adentro. Cuando yo no estuviese para en el medio de ambos, preferentemente.

—Sus microordenadores les indicarán un número, el mismo cambiará cada sesión –explicó Francisco, quieto en posición de firmes, con sus manos en la espalda y la mirada de pocos amigos que tenía patentada. Se encontraba a unos cien metros de mi ubicación pero podía oírlo como si se encontrara justo a mi lado y la sensación no era placentera-. Ese número indica su andén, donde realizarán la tarea de esta semana.

Dirigí mi mirada hacia la gigantesca pared de cristal a espaldas del instructor, lo único que nos separaba del espacio y de los peligros que en él habitaban. No obstante ello, sentí la emoción recorrer mis venas llamándome a la acción.

—Sin embargo, para poder llegar a esas puertas primero deberán realizar nuestro tan famoso circuito. Aquellas parejas que logren completarlo en un tiempo inferior a los diez minutos darán por concluido esa parte de su entrenamiento y podrán avanzar –caminaba nuevamente de lado a lado, con pasos cortos pero firmes, mirándonos y a la vez sin hacerlo mientras señalaba el circuito-. Aquellos que no puedan avanzar se verán encadenados al mismo, el cual repetirán cientos de veces hasta poder superarlo dentro del tiempo que les he concedido.

Cerré los ojos con fuerza. Era un fracaso total en el circuito, requería de un entrenamiento previo que nunca había recibido. Mi tiempo era de doce minutos cuando me sentía inspirada, dos por arriba del máximo. Dos minutos que me dejarían encadenada al mismo, a mí y a Perseo.

Era la peor forma de comenzar una relación.

—Según el número de su puerta será el orden con el cual realizarán la carrera de obstáculos –sus ojos se posaron en mí y una leve sonrisa surcó sus labios. Supuse que le gustaba saber que fracasaría, le gustaba saber que la tonta niña elegida no sería tan buena como le habían advertido, que se podría vengar de alguna forma por las molestias que le generaba mi presencia-. ¡Andando!

Miré el microordenador y el número en él era un gran once en letras rojas que se correspondía con el número de la puerta frente a mí. Ese número, sin embargo, nos daba sólo dos minutos para empezar el circuito. Suspiré con fuerza... no fracasaría, lo había decidido. Incluso si eso significaba que mis músculos dolieran por días o terminar con un hueso roto.

No le daría la satisfacción.

—¿Lista?

Observé a Perseo, quien miraba hacia los obstáculos.

Asentí, con mayor seguridad de la que había gozado en toda mi vida.

—¿Cuál es tu promedio? –sus palabras fueron como puñales para mi confianza pero no me permití flaquear.

—Doce.

Asintió y se quedó en silencio.

—¿El tuyo?

—Cinco.

Genial... me habían puesto con el niño sobresaliente de la clase.

—Iré adelante.

Lo miré, confundida.

—¿Disculpa?

—Aférrate a mi mano y corre tan rápido como puedas –sus ojos se posaron en mí, no había rastro de burla en ellos. Realmente quería ayudarme-. Lo haremos juntos.

Asentí, aunque sabía que no haría todo lo que me pidiera al pie de la letra. No sería una damisela en apuros, yo misma me salvaría aunque fuera con un poco de su ayuda.

Troné mis dedos, mientras observaba a la pareja diez salir disparada desde la línea de salida. Era nuestro turno.

El monstruoso circuito se alzaba con sorna delante de mis ojos. El mismo consistía en una docena de pruebas, una más difícil que la anterior y en cada una había fallado docena de veces.

La primera parte residía en probar nuestra coordinación, por lo cual arrojaban hacia nosotros bolas de dos centímetro de diámetro fabricadas de septum verde. Las mismas podían provenir de cualquier dirección y había comprobado que dejaban un enorme moratón cuando impactaban con el cuerpo. La segunda etapa, consistía en probar nuestra fuerza para lo cual debíamos escalar distintos muros, sogas y correr paredes de acero que se cerraban al pasar quince segundos. Por último, probaban nuestra puntería con lo cual debíamos arrojar a pequeños objetivos los cuales se encontraban en movimiento dagas sin filo que estar bendecida con suerte quedaban enterradas.

Los obstáculos parecían sencillos por separado pero dejaba de serlo al escalar una pared de tres metros con bolas de septum golpeándote las costillas y la voz de Francisco que se regodeaba con tu fracaso.

—Adelante.

Perseo tomó mi mano con fuerza y al mismo tiempo emprendimos carrera. Juntos.

Nos movíamos a la vez pese a conocernos hace apenas unos días y nunca haber entrenado juntos. Pisábamos al mismo tiempo y nuestros cuerpos se balanceaban como si fuéramos uno solo. Podía sentir que se limitaba para ir a mi ritmo lo cual realmente agradecía.

Cual poseída por un espíritu deportista, me agaché en los lugares correctos, escalé en los momentos adecuados, golpeé los objetivos apropiados y al llegar al final del circuito mi microordenador marcaba siete minutos. Siete minutos doce segundos.

Cinco minutos por debajo de mi promedio.

—Bien hecho, lince.

Miré a Perseo, una leve sonrisa se asomaba en sus labios y sus ojos poseían un brillo que sólo había observado en los ojos de mis familiares.

Orgullo.

Su cuerpo carecía de cansancio y ni una sola gota de sudor resbalaba por su rostro, contrario a mí que me hallaba envuelta en una fina cada de transpiración. Sin embargo, me sentía feliz.

Sonreí.
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Hello! Soy yo nuevamente, la irresponsable. Disculpen de verdad por haber tardado en actualizar, tengo la mente un poco volada. ¿Les ha gustado el capítulo? Espero que sí.

¿Qué piensan de Demetria y Perseo? ¿Son de fiar?

¡Los leo! Hasta la próxima semana =)


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