Capítulo 22

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La puerta de la estrecha habitación se abrió a solicitud de Perseo y tal como lo había previsto, en la pequeña cama que abarcaba la mayor parte del dormitorio se encontraba Demetria, con la vista fija en el suelo –la cual alzó rápidamente al percatarse de la presencia de su hermano- y una profunda expresión de tristeza en su rostro.

ꟷ¿Qué... qué hace ella aquí? –su voz era un trémulo recordatorio del tiempo que pasábamos juntas y los momentos en que su delicada voz no dejaba de sonar, la cual siempre se encontraba una octava por arriba de lo socialmente permitido.

Escucharla dolió sobre todo por el enojo impreso en ellas.

Sus ojos pestañaron una docena de veces frente a mí, en un vano intento de encontrar una razón oculta a mi inusual presencia en la alcoba de su hermano. No sería sencillo descubrir la verdadera razón y eso me inquietaba y tranquilizaba a la vez. No quería que tuviera una idea errónea, probablemente no estaría lista para soportar que me juzgara.

ꟷViene conmigo.

ꟷEso lo puedo notar.

Se puso de pie con determinación, lista para abandonar el dormitorio en tanto le brindáramos un espacio por el cual escabullirse.

Estaba segura que intentar iniciar una conversación con ella no era lo adecuado dado el notable inestabilidad de mis emociones pero era algo que necesitaba. La había ignorado por días y dado que la tenía frente a mí –sin posibilidad de escapar de su inquisitiva mirada- era lo mínimo que podía hacer por ella y por mí.

Di un paso hacia el interior de la habitación y con un hilo de voz pronuncié su nombre.

ꟷDem...

ꟷ¡Cállate! –su temblorosa voz denotaba molestia y sus grandes ojos violetas podrían haberse considerado el arma más poderosa en la nave al estar dirigidos hacia mí, sin embargo su arrebato no me enfadó dado que era algo que esperaba-. No te atrevas a llamarme así luego de ignorarme por tanto tiempo. ¿Siquiera te detuviste a pensar en cómo me sentiría? ¡Por supuesto que no! No soy necesaria para ti ahora que conseguiste poner a Samuel de tu lado.

Cerré los ojos con fuerza, sintiendo la presión de las lágrimas exigiendo salir de una buena vez. Había soportado tanto tiempo lejos de ella que su cercanía incluso me dolía más que sus afiladas palabras.

Lo merecía, de todas las maneras posibles merecía su odio.

La había abandonado sin explicación alguna y la evitaba como si se tratara de una plaga imposible de eliminar. Lo hacía por el bien de mis padres y por mi propio bien, pero no por ello dejaba de sentirme como una persona egoísta. Debería haber pensado también en su bienestar puesto que, para mi propio asombro, la muchacha de dieciséis años me importaba en dimensiones astronómicas.

ꟷDemetria, déjame explicarte...

Levantó una mano en mi dirección, dando por finalizada nuestra conversación a medias. Observé la rigidez de sus movimientos, tan estudiados como la tabla periódica que tanto adoraba, y que denotaban cuan ensayados estaban. Sin embargo, una fragilidad que nunca antes había divisado en su cuerpo estaba presente. Lucía como una muñeca de trapo maltratada y percutida a pesar de llevar un impoluto vestido.

ꟷ¿Qué hace ella aquí? –repitió ignorándome.

Sentí la mano de Samuel como hierro caliente en mi muñeca y por una leve fracción de segundo experimenté la más profunda sensación de miedo al pensar que quizás estaba a punto de entregarme para estar en paz con su hermana. No obstante, la sensación duró un pestañeo pero siguió ardiendo por extensos minutos.

ꟷEs mi amiga –su voz era segura y firme, como si no estuviese dispuesto a aceptar un no por respuesta.

Los ojos de su hermana se abrieron en consecuencia, presa del asombro para dirigirse luego a nuestras manos que estaban casi unidas. No la culpaba, debió haberse sentido como un balde de agua fría. No era su amiga, pero sí la de su hermano.

ꟷEntonces eso es lo que hacen ustedes... –una leve carcajada carente de humor escapó de sus labios y sus ya brillantes ojos se transformaron en un mar de lágrimas pujando por salir- se reúnen para burlarse de la tonta princesa abandonada.

Sentí lástima por Demetria, a pesar de la madurez que había incorporado forzosamente con el pasar de los años seguía siendo una adolescente que necesitaba descubrirse y aceptarse. Había pasado por esa etapa también y cualquier actitud brusca de mi entorno podía molestarme.

ꟷDemetria, no te comportes como una niña –sentí un estremecimiento al escuchar las frías palabras de Perseo-. Esto va más allá de ti en todos los sentidos, aunque no te hayas dado cuenta el Universo no gira alrededor de tu brillante cabellera.

Su rostro aniñado se descompuso y dio paso a la ira.

ꟷ¿Crees que no me he dado cuenta que me ocultas cosas? –señaló a su hermano y escupió las siguientes palabras con veneno-. No tienes derecho a tratarme como un infante.

ꟷQuizás cuando dejes de comportarte como uno, las personas te permitirán conocer sus secretos.

No podía creer la insensibilidad latente en las palabras de Samuel quien en todo momento se había mostrado cariñoso y protector con su hermana pequeña. Supuse que incluso en las relaciones entre hermanos los rencores se acumulaban.

ꟷ¡Eres un idiota!

Presa de una furia nunca antes vista, Demetria abandonó la habitación en un santiamén chocando contra nuestros cuerpos para abrirse paso y produciendo el mismo efecto que un tornado: destrucción. Aunque en este caso la destrucción fue meramente emocional.

ꟷ¿Qué está mal contigo?

Sin esperar su respuesta, corrí tras de mi única amiga con la mínima esperanza de poder recuperarla antes de que fuera demasiado tarde incluso si eso significaba terminar con el reconfortante tacto de Perseo. Esperaba, siendo sincera, haberla conocido lo suficiente como para poder demostrarle que realmente me importaba.

Recorrí los pasillos subterráneos de la nave por alrededor de quince minutos sin ningún indicio del paradero de Demetria. Estaba desesperada, era quizás la última oportunidad que tenía para remendar los errores que había cometido como frutos del temor que experimentaba por el recuerdo de su hermano mayor. Sin embargo, eran mis errores y ella no debía cargar con la pesada culpa como una mochila siempre presente en su espalda.

Giré a la izquierda en una intersección, tres pisos por arriba de la habitación de Samuel, sin saber dónde me encontraba. Me sentía víctima de un sádico laberinto donde ni los más audaces trucos funcionaban.

Paré en seco al sentir un leve aunque constante lloriqueo a una corta distancia de mí. Avancé rápidamente, sin importarme el ruido que pudiese producir o si estaba a punto de meterme en un gran aprieto. Quizás no se trataba de Dem, sino de alguna empleada que había sufrido una ruptura amorosa y que no dudaría ni un segundo en delatarme. No obstante, ser descubierta no era una de mis preocupaciones en ese momento.

ꟷDem... -su nombre escapó en un susurro al encontrarla en un rincón, hecha un ovillo y sin dejar de sollozar.

Su rostro se elevó al escucharme pronunciar su nombre y pude confirmar mis sospechas, estaba tan quebrada como yo me había sentido por días.

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Espero que les haya gustado el capítulo y disculpen la demora, estuve un poco mal de salud. ¡Que tengan una bella semana!


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