Capítulo 21

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Diez muertes por día.

Las palabras no emitidas por mi padre me rondaban como un fantasma, era lo primero que mi mente traía a colación al despertar y lo último que atravesaba mis pensamientos por la noche.

Tal como lo había prometido, Perseo sometió a los sistemas a una ardua investigación y, peor aún, a mí a interminables sesiones de ejercicio para fortalecerme y brindarme la posibilidad de defenderme por mis propios medios. Con suerte podía permanecer despierta durante los entrenamientos con Francisco y en las comidas, estaba agotada de todas las formas posibles. Mi mente no dejaba de jugarme malas pasadas y mi cuerpo clamaba por un descanso, por el momento no le podía brindar a ninguna de las dos el respiro que necesitaban.

No estaba acostumbrada a dos sesiones de ejercicios al día y, sin embargo, podía empezar a ver los resultados. Debido a mi alimentación y al poco tiempo de ocio del que dispuse la mayor parte de mi vida, había adquirido un cuerpo delgado, no lo suficiente para presentar signos de inanición o mala alimentación pero sí para encontrarme bajo el promedio en lo referido a la relación peso-altura. A pesar de ello, había ganado peso en las últimas semanas y más aún músculos. Sentía mis piernas y brazos duros, lo mismo con mi abdomen.

Quisiera poder decir que había logrado algo desde el último mensaje de mis padres en mi misión por salvarlos pero no sería más que una absurda mentira. Me encontraba estancada y odiaba cada momento de ello.

ꟷ¿Quieres tomar un descanso?

Asentí en respuesta a la pregunta de Perseo, quien me miraba desde arriba con una leve sonrisa formada en su rostro.

Llevábamos hora y media entrenando combate y me había derribado más veces de las que podía contar con las manos. No obstante, había progresado desde nuestra primera sesión dado que al menos había tenido la oportunidad de propiciarle algunos buenos golpes que lo dejaron jadeando.

ꟷ¿Has descubierto algo sobre mis padres?

ꟷSí.

Me senté rápidamente provocando un leve mareo que decidí ignorar. No esperaba una respuesta afirmativa ya que había formulado la misma pregunta por días y no habían obtenido un resultado satisfactorio.

ꟷ¿Y no pensabas decírmelo?

ꟷCuando terminara el entrenamiento o de lo contrario no ibas a concentrarte.

Fruncí el ceño aunque no me atreví a discutir. Él tenía razón, como la mayoría de las veces en las que teníamos algún debate o discusión. Era una persona en extremo racional, en oposición con mi persona que no dejaba de demostrar lo sentimental que me había vuelto con el pasar de los días.

ꟷBien, que bueno que ha acabado.

ꟷNo lo hemos hecho, Aanisa.

ꟷCréeme que sí.

Bufó como consecuencia pero de todas maneras extendió una mano en mi dirección para ayudarme a incorporar. La tomé gustosa y de un salto me puse de pie lista para escuchar lo que tenía para decirme.

Habíamos adquirido una rara relación a pesar de que nos conocíamos desde hace poco sin embargo éramos cómplices en todos los sentidos. Si alguien lograba enterarse de lo que estábamos haciendo, estaríamos fritos. Por supuesto, los reyes serían indulgentes con su hijo pero no gozaba de los mismos privilegios que él y estaba bastante segura que su intervención a mi favor no tendría el efecto deseado.

A pesar del peligro que corríamos, una leve amistad se presentó entre nuestros encuentros a escondidas que se habían vuelto cada vez más recurrentes. Perseo sabía cómo llamar mi atención y hacer que me concentrara sólo en los entrenamientos y en la información que me brindaba. Por otro lado, yo me había vuelto una experta en sacarlo de quicio y de su zona de confort.

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