Capítulo 37

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Entré y salí de la inconsciencia al menos media decena de veces antes de poder mantenerme despierta por más de diez minutos. Mi cuerpo se sentía como si una muchedumbre le hubiera pasado por encima, tan entumecido y adolorido que podía sentir donde empezaba y terminaba cada extremidad.

Me costaba respirar con normalidad, sentía un pequeño jadeo cada vez que inspiraba por más de tres segundos consecutivos. No me asombraría si alguna costilla se había astillado o roto, causando el sonido que escuchaba en mis pulmones. Más aún, cada vez que tragaba saliva podía percibir el sabor metálico de la sangre en mis papilas gustativas.

Me sentía destruida y, a la vez, más viva que nunca. No necesitaba un espejo para saber que mi ropa estaba manchada de sangre y sudor, que mi rostro y cuerpo se encontraba amoratado y mi cabello tan desprolijo como el nido de un animal.

Me obligué a sentarme, pese a que mis extremidades gritaron por el esfuerzo y mis ojos se nublaron debido a las lágrimas contenidas. La cadena que me mantenía junto a la cama había vuelto a ser más corta que mi brazo, impidiéndome mover más allá de unos cuantos centímetros. Aún sin encontrarme sujeta a una pared, no podría moverme más de unos pasos aunque lo intentara pues caería inconsciente e indefensa contra el suelo.

Sabía que Francisco estaría satisfecho con su trabajo aunque no hubiera logrado extraerme ni una palabra. En cuanto a la realeza no podía estar segura. Suponía que Malvoro compartía un sentimiento similar al de Francisco, los reyes probablemente hubieran preferido mi colaboración. No podía suponer nada sobre Samuel y Demetria pues sentía que no los conocía en lo absoluto.

Quería sentirme traicionada y abandonada pero entendía la necesidad de protegerse, no servirían de nada al estar encadenados o confinados al igual que yo en una habitación hermética. Deseaba, a pesar de su ausencia, que estuvieran a salvo y ayudaran a los marcados a sacar adelante los restos carbonizados de Pangea.

Me mantuve estática concentrada tan sólo en respirar sin experimentar el fuego abrasador que me consumía por dentro. Mis intentos fallaron pues con cada inhalación sentía que un afilado puñal se me clavaba en el pecho y al exhalar como si el mismo fuera retirado lentamente de la herida no sin antes ser excavado en el músculo.

Pudo haber pasado medio día sin que la luz se apagara y, por consecuente, sin que el cansancio me golpeara con brusquedad para enviarme a dormir. Me sentía intranquila puesto que había llegado a la conclusión de que la calma no siempre era sinónimo de paz ya que, tal como indicaban las viejas enciclopedias que leía junto a mi padre, antes de las catástrofes se experimenta la quietud.

La puerta se deslizó cuando mi cuenta mental de respiros había superado mil quinientos y con la rapidez de un animal maltratado, me acurruqué contra la pared preparada para el impacto. Sin embargo, el sufrimiento físico fue reemplazado por uno emocional al divisar un rostro conocido.

Recordaba su nombre a duras penas: Ethan.

Por un momento mi existencia entera pareció flaquear, no sabía si podía confiar en él. Su rostro era tan honesto como el de un niño pero incluso en la belleza se esconde la oscuridad.

ꟷ¡Está aquí!

Contuve el aliento por escasos seguros que parecieron un siglo, esperando a que guardias armados aparecieran en mi campo de visión tras el cuerpo de la primera persona que me encontré al llegar a la nave. En su lugar, un par de ojos conocidos me observaron tras una estrecha abertura que hacía de puerta.

Olvidé como respirar, asfixiada por las lágrimas que no dejaban de recorrer mi rostro.

ꟷTranquila –su voz fue como un bálsamo para mis oídos, podría haber jurado que me encontraba en el paraíso.

ꟷTu... tu...

Las palabras se atragantaron en mis labios, producto de la felicidad y el miedo que experimentaba a la vez como una montaña de emociones que no deja de subir y bajar. Quería llorar y reír a la vez, en su lugar me mantuve callada dado que me encontraba imposibilitada por el momento para emitir palabras.

ꟷTe sacaré de aquí, sólo espera unos minutos.

Asentí, a sabiendas que cumpliría con su palabra.

Observé como otro muchacho de ojos marrones ingresaba a la habitación, cargando una pesada herramienta en sus manos. Temí lo que pudiera hacer con ella a pesar de que presentía que estaba allí para ayudar.

ꟷMantente quieta, Aanisa.

Desconocía su nombre y quién era pero confié ciegamente en él, me mantuve tan quieta como los sollozos y temblores me lo permitieron mientras acercaba el instrumento a mi muñeca. Con lo que parecía una tijera gigante, se deshizo del último eslabón que me mantenía prisionera.

Experimenté el alivio en su máxima expresión al sentir mi lastimada muñeca libre de esposas. Solté un mar de lágrimas que ayudaron a mi maltrecha alma a sanar.

ꟷGracias.

Me dedicó una sonrisa gentil para luego golpear con gentileza el hombro de Ethan. Tan rápido como llegaron a la habitación, se marcharon de ella dejándome a solas con la persona que más ansiaba y temía ver.

ꟷSam...

ꟷ¿Te encuentras bien?

Sus manos recorrieron mi cuerpo con cautela, tanteándome en busca de cadenas o cualquier dispositivo que me mantuviera presa o me infringiera dolor. Tomé sus manos entre las mías y lo obligué a mirarme.

ꟷLo siento tanto.

Sus palabras estaban cargadas de dolor al igual que sus ojos que lucían cansinos y rojos como si hubiera dormido por última vez treinta días atrás. Sentí paz pese al dolor que me invadía, al ver la combinación de marrón y violeta que creaban un mundo de emociones en mí.

ꟷGracias.

Me abracé con fuerza a él, ignorando el malestar presente en cada terminación nerviosa de mi organismo, y me prometí a mí misma nunca más dudar de él. El príncipe mestizo, el hacker que no se sentía a gusto con una corona sobre su cabeza, había estado para mí desde el primer momento y no podía sentirme más que agradecida por ello.

ꟷ¿Cómo me encontraste?

ꟷTe lo contaré luego, ahora tenemos que salir de aquí. El tiempo escasea.

Había imaginado que sacarme de la prisión subterránea no sería otra cosa más que una misión suicida, no obstante experimenté la ansiedad recorrer por mis venas debido a la preocupación que sentía por él.

Malvoro podía ser letal, tenía las fuerzas armadas bajo su poder en cambio Samuel sólo contaba con dos muchachos sin entrenamiento militar y una muchacha que con suerte podía moverse sin desmayarse. Tenía razones para sentirme de ese modo.

ꟷ¿Crees que puedas caminar?

ꟷLo dudo mucho.

Observé su mandíbula tensarse al percatarse de que me encontraba incluso peor de lo que lucía. Mi respiración no dejaba de sonar ruidosa y la sangre fresca que manchaba mi atuendo y piel no era precisamente una buena señal.

ꟷLo haremos juntos, ¿si?

Asentí.

ꟷPase lo que pase quiero que sepas que te quiero.

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No es por asustarlos pero... ¡QUEDA UN CAPÍTULO Y TERMINA! ¡¡¡Y YO NO TENGO LA PORTADA PARA EL SEGUNDO!!

Okay, me calmo... Espero que les haya gustado. Gracias por leer


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