5 | Aléjate de mí.

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Natalie.

Despierto temprano como siempre, voy a la habitación de mamá, ella aún duerme, me acerco y me siento en la esquina de la cama. Cuanto quisiera que mamá volviera a ser la misma de antes, que su corazón vuelva a ser tan fuerte como siempre, tengo fe en que podremos controlarlo, pero, cada día es más difícil, tanto para ella como para mí.

Trabajaba en una tienda de CD's, desgraciadamente tuve una fuerte discusión con el hijo del dueño por sobrepasarse conmigo y me despidieron. He estado buscando trabajo, pero últimamente estoy muy ocupada en el instituto, estoy haciendo mi último año y ya he comenzado a indagar sobre posibles universidades.

Preparo mi desayuno y me lo como para luego guardar el de mamá en el microondas. Busco en mi closet un abrigo, el primero que encuentro es el de Aiden, sonrío porque fue muy amable conmigo. Escojo uno negro y lo paso por mi cabeza. Escucho el pitido del coche de Denisse y bajó rápidamente.

—Buenos días, nena. —habla apenas me subo.

—Buenos días, Deniss. Vamos a tiempo. —digo sonriendo.

—Siempre.

Denisse aparca en el enorme estacionamiento del Instituto, la primera persona que diviso a lo lejos es a Jael bajando del auto de su hermano. Tomo a mi amiga de la muñeca y la arrastro hasta donde está él.

—Hola chiquitín. —lo saluda Deniss.

Él rueda los ojos;
—¿Por qué todos me llaman así?

—Eso es porque eres bien chiquitín. —le responde mi amiga y río.

—Ya déjalo, Denisse. Los chiquitines gobernaremos el mundo algún día. —defiendo a mi amigo.

—Oh, genial, Nat. —bufa y río.

Caminamos hacia nuestras primeras dos horas de clases. Me senté junto a Denisse y Jael, el último mencionado estaba cabeceando.

—¿No dormiste bien? —susurré.

—Seguro estaba pensando en cómo conquistar a su amor secreto. —bromea Denisse.

—¡Claro que no! —protesta en susurros.

La clase no fue la mejor pero tampoco estuvo aburrida. La campana sonó anunciando la hora de desayunar. Cuelgo mi mochila en mis hombros y voy hasta la cafetería con mis amigos, nos sentamos en la misma mesa de siempre y ellos empezaron a desayunar.

—Por Dios, otra vez babeando por ese imbécil. —escucho a Jael hablarle a nuestra amiga.

—Vamos, Dylan es demasiado guapo, todas babean por él. —dice ella rodando los ojos.

—Claro que no, él no es mi tipo de chico. —digo.

—Hablando de eso, ¿ya le contaste lo que sientes a la chica que te gusta, chiquitín?

Jael empieza a toser desesperadamente.

—Eh... sí, claro. —balbucea.

—¿Y entonces? ¿también le gustas? ¿cuando la conoceremos? —lo bombardea con preguntas.

Muerdo mi labio inferior y me concentro en la manzana que había traído.

—Oh, claro, sí, le gusto.

Denisse suelta una risotada;
—No soy tan estúpida chico, sé muy bien que no le has dicho nada. Además, estoy segura de que no hay ninguna chica.

—¿Qué quieres decir? —frunce el entrecejo.

—¡Que te gustan los chicos! Vamos, no te juzgaremos chiquitín.

Cicatrices | 2 | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora