16 | Revelación.

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Aiden.

Dos semanas.

He esperado dos semanas exactas para tener esta conversación con mamá. Las palabras de aquel hombre aún no salen de mi cabeza, están allí martillando las veinticuatro horas del día.

Tomo aire y entro a la cocina, mamá está tarareando una canción mientras prepara café para ella y papá, creo que ambos están viendo películas en su habitación. Es domingo, la mayoría de los domingos se proponen a hacer algo juntos, papá le llama echarle más leña a su fuego de amor.

—Hola cariño. —me saluda al notar mi presencia y yo le sonrío.

Mi móvil vibra.

Marggie.
Vamos Aiden, necesito hablar contigo, es importante. Por favor.

Desde que Margs fue a verme en el hospital no ha parado de mandarme mensajes. De hecho a venido un par de veces a la casa y mamá o Jael le han tenido que decir que no es el momento de hablar conmigo. Ellos insisten en que debería hacerlo, pero yo me niego. Creo que nos hemos hecho mucho daño y ahora el que está considerando eso de darnos un tiempo soy yo.

—¿Quieres café? —pregunta mamá haciendo que vuelva toda mi atención hacia ella.

—Sólo si compartes una tasa conmigo —sonrío. —, quiero hablarte de algo.

Ella sirve dos tasas y nos sentamos en unos de los taburetes de la cocina.

—Soy toda oídos. —dice para darle un sorbo a su café.

—Pues verás —rasco mi nuca. —, aún hay más explicaciones de aquel día que me golpearon.

Frunce el ceño;
—¿Más explicaciones? ¿cuáles? Cariño, debes contarme todo.

Voy a decirle sólo lo más relevante, sé que se pondrá como loca y empezarán sus ataques de pánico.

—Eran dos hombres... —empiezo. — sólo uno de ellos habló, me dijo cosas muy feas y no sé si me haya mentido. Desde ese día no he podido dejar de pensar en su palabras, mamá.

—Dios mío, ¿Pero qué fue lo que te dijo? —pregunta preocupada.

—Que no soy hijo de papá. —suelto sin más.

Su cara es todo un poema. Empieza a colocarse pálida y su labio inferior comienza a temblar, traga fuerte y limpia el poco sudor que se acaba de acumular en su frente.

—¿Mamá? ¿Estás bien?

No dice nada, sus ojos comienzan a aguarse y mi corazón aporrea mi pecho.

—¿Quieres un poco de agua? —asiente.

Busco rápidamente el agua y saco de uno de los gabinetes sus calmantes y se los entrego. Por alguna razón siento que los va a necesitar, y quizá yo también.

Empiezo a jugar con mis dedos mientras espero que su respiración vuelva a la normalidad.

—¿Mamá? —llamo su atención y apenas clava los ojos en mí empieza a llorar desesperadamente.

Minutos después baja papá y nos mira preocupado.

—¿Qué ocurrió? ¿estás bien, mi Diosa? —le pregunta pero ella no para de llorar. —¿Qué demonios pasa, Aiden?

Trago fuerte;
—Sólo le comenté algo que me dijeron...

—¿Qué cosa? —arruga el ceño.

—Que no soy tu hijo.

Su rostro se tornó completamente serio.

—¿Quién demonios te dijo eso? —ahora lucía bastante enojado.

Cicatrices | 2 | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora