Capítulo 20

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-...¡Oh, no te creo!-reí mientras empujaba a Hyun Joong hacia la salida del colegio.

-Pues hazlo-guiñó.

Simplemente rei. Mi ánimo había mejorado bastante desde la pequeña charla con Saeng. Él llenaba demasiado mis días, aunque jamás lo admitiría delante de él. Hyunnie se detuvo de forma brusca en los peldaños que nos separaban de la vereda.

-¿Qué ocurre?-pregunté alarmada.

-Olvidé que hoy se hacían las pruebas de fútbol.

-¿Te unirás al equipo de los más grandes idiotas?-exclamé. Los tipos que solían meterse al equipo no eran más que músculos y nada de cerebro. ¡Hyun Joong no podría estar entre tanto pelmazo!

-Pero claro-sonrió con orgullo-. Quiero destacar en algo este año.

-¿Quién te obligó?-lo miré con obviedad.

-Jung Min-bajó la vista apenado.

Lo apunté con índice mientras partía en carcajadas. Era claro que Hyun Joong no lo haría porque sí. Obviamente Min y los demás se inscribirían también.

-¿Irán los demás también?-pregunté aguantandome las ganas de seguir riéndome.

-Sí-musitó.

-¿Quieres ir en serio, Kim?-alcé una ceja.

-Es que Shin Hye ama el fútbol, y si se entera de que juego fútbol me amará a mi también.

-Oh, era eso...-murmuré en una picarona sonrisa-. Pues, anda.

-¡Oh, te amo!-exclamó, seguido de correr y rodear mi cintura con ambos brazos, dificultando mi respiración-. Te llamaré apenas llegue a casa, ¿sí?

-Sí, como digas, suéltame que no siento la cabeza.

-Lo siento-se apartó algo más de un metro-. Adiós, deséame suerte.

-Suerte-sonreí mientras veía cómo sus torcidos pies corrían escalones arriba de vuelta al interior del colegio.

Que lindo era Hyun Joong. Shin Hye se había sacado el premio mayor, no cualquier chico hace estas cosas por la chica que le gusta. Me pregunto cómo sería Young Saeng si en serio él estuviera enamorado de mí. Agh, qué cosas estoy diciendo. Agité mi cabeza con intenciones de remover esas patéticas preguntas de mi cabeza y suspiré. Debía resignarme a ser sólo una diversión para él. Tomé la correa de mi mochila con más fuerza y bajé hacia la calle para emprender el rutinario camino de vuelta a casa.

Metí mi mano a los bolsillos de mi pantalón en busca de mis audífonos. Mierda, Kyu Jong se los lleví de nuevo. Resoplé resignada a irme a casa sin escuchar la voz de Adam Levine o Chris Martin. El sonido del viento chocar con los árboles no era tan malo después de todo. Era un relajo bastante bueno, y eso que aún quedaba mucho por recorrer. No entiendo por qué mamá eligió un colegio que no queda ni muy lejos para tomar autobus ni muy cerca para correr un par de cuadras.

El sonido de un auto se acopló en mi oído izquierdo. Miré hacia el gran auto negro que avanzaba a la velocidad que los hacían mis pies. Me estremecí al pensar que podría ser un secuestrados. ¿Qué hago, qué hago? Quise correr, pero no tenía competencia con ese auto tan moderno, y para mi mala suerte no había ningún almacén cerca al cual entrar. Sentía palpitar de mi corazón retumbando en mi cerebro y mis manos temblaban y sudaban como nunca. El sonar de la bocina del maldito auto me hizo saltar y miré aterrorizada mientras el vidrio polarizado bajaba. Me detuve asustada y el auto igual. Vi un cabello oscuro bien cuidado asomarse luegos unos ojos rasgados hasta una sonrisa perfecta. ¡Maldito seas, Heo Young Saeng!

-Señorita Merrik.hizo un ademán con la cabeza, sin quitar su sonrisa burlona.

-Si hubieras bajado el vidrio antes, me hubieras ahorrado un gran susto, profesor Heo-resoplé furiosa.

-Te ves hermosa asustada-la burla desapareció de sus labios y su sonrisa se volvió completamente diferente.

Lo observé en completo silencio, sin saber qué decirle. La forma de tratarme de Saeng se aferraba más al lado sexual y provocativo, nada como ahora. Sus ojos volvían a mirarme de esa forma tan extraña y linda que no siempre solía darme. Acomodé un mechón de mi cabello detrás de mi oreja mientras bajaba la vista sin saber qué decir.

-¿Te llevo?-amaba cuando cambiaba de tema y nos salvaba de un silencio incómodo.

-Oh, no, no voy a mi casa-mentí.

-¿Dónde vas?-lamió su labio inferior y me sentí morir.

-Ugh, a la casa de... um, mi prima.

-¿Y está buena?-rió.

Vuelvo a repetirlo: ¡Maldito seas, Heo Young Saeng! Odiaba tanto eso de él, así como todo su lado arrogante y superficial. ¿Es que acaso no piensa en nada más que tirarse a niñitas que le dividen la edad? Aunque, después de todo... ni squiera sabía su edad. Pegué un chillido de fastidio y seguí con mi camino, esperando a que Saeng no volviera a seguirme. Pero, como siempre, nada resulta como quiero y su auto siguió mi apresurado paso.

-Oh, vamos, ______, era una broma.

-Odio tus bromas-murmuré sin mirarlo.

-No, no lo haces.

Me detuve nuevamente y fruncí mi ceño.

-Tú no sabes nada de mí, Heo Young Saeng. ¨¡Y, carajo, deja de seguirme!

-¿Sabías que llegaré contigo aunque no subas al auto?-rió- Te voy a seguir donde quiera que vayas.

Una presión en mi pecho me impidió respirar un par de segundos. La última frase que dijo, me dejó con un raro sabor a indirecta. Su voz sonaba ronca y profunda, sin embargo, el tono general de ésta no era el mismo. Rodé mis ojos, restándole atención, de nuevo, a mis tontos pensamientos y seguí caminando. Sentí su auto una vez más avanzar a m lado.

-Por favor, ______. En serio quiero llevarte.

-¡Agh, te odio!-grité mientras caminaba a paso firme hacia su auto y lo rodeaba, hasta abrir la puerta del copiloto y sentarme en forma brusca. Él obtenía siempre lo que quería y yo no hacía nada al respecto.

-Me deseas-rió haciendo partir el auto.

-Ese eres tú-murmuré.

-¿No me dirás a donde vas ahora?-apartó la vista del camino para darme una fugaz mirada.

-A casa.

-¡Lo sabía!-exclamó como un pequeño niño.

-Sí, campeón, siempre lo sabes todo-puse los ojos blancos.

-Lo sé, ¿Cuál es tu dirección?

Le di el nombre de la avenida y sus largos dedos apretaron un par de botones en su GPS. Saeng es sólo un profesor, ¿de donde saca tanto dinero para auto, GPS y elegante ropa? Quizás Tiffany tenía un trabajo que sí valiera la pena, a diferencia de Young Saeng, quien sólo enseñaba a niños que ni siquiera le prestaban atención.

-¿Cuántos años tienes?-pregunté sin filtrar, como siempre.

-¿Que clase de pregunta es esa?-rió.

-Ugh, no sé... ignórala-tosí falsamente.

Por el rabillo del ojo pude notar que negó sin quitar la sonrisa de su rostro ni la vista de la carretera. ¿Por qué siempre soy tan inoportuna con mis preguntas? Resoplé y posé mi vista en la ventana, esperando un milagro para que el auto chocase y ambos perdiéramos la memoria. Me hubiera ahorrado demasiados problemas y dudas existenciales.

-Tengo veintisiete-respondió.

Filosofía de Amar, Heo Young SaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora