Capítulo 25

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Eres un mentiroso, manipulador, terco, idiota, arrogante y soberbio, Heo Young Saeng. Si en serio quisiera ese hombre estar conmigo, no tendría ninguna novia escondida en alguna habitación o qué sé yo. Tal vez él sí me querí, pero no como una novia o con algún compromiso. ¿Entonces por qué me besaba? ¿Ysi eso se lo hace a todas? Maldita mente torcida que me gastaba. Habían dos _______ dentro de mí discutiendo por el amor de Saeng. Una parte de mí lo odiaba tanto que llegaba a doler, y la otra lo amaba. Lo deseaba tanto que dolía aún más.

-Será mejor que entremos-susurró el idiota que mantenía a mi mente más confundida de lo habitual. No le respondí. Era la única opción que me quedaba, sin embargo, no sabía si resistiría mucho en ese lugar-. Todavía puedes quedarte sin que tengas ganas de hablarme.

Sería una buena idea. ¿Pero por cuánto tiempo? No creo que importara demasiado. Así aprovecharía de recuperar el sueño que pierdo al ''madrugar'' y el cansancio de que me dejó el llorar como niñita. Los brazos de Young Saeng se alejaron de mi cuerpo y se puso de pie. Abrí mis hinchados y pesados ojos y seguí su camino con la vista. Sus piernas largas dieron un par de pasos antes de inclinarse a recoger mi mochila. Recuperé algo de dignidad al ponerme de pie antes de que Saeng llegara a mi posición y pasé mis dedos por debajo de mis ojos, cortándole el paso a las diminutas lágrimas que insistían en salir. Aguardé a que Saeng se acercara lo suficiente a mí antes de caminar hacia la entrada de su jardín. El silencio era todo lo que ocupaba el barrio. Nada de pájaros o respiraciones agitadas o alguna cosa. Sólo la nada. Los largos dedos de Saeng sacaron de su bolsillo unas llavves e introdujo una de éstas en la cerradura de la puerta principal. Observé su brazo forzar la puerta hasta abrirla completamente. El interior de la casa era mucho más lindo que por fuera. Me adentré después de Saeng y quedé sorprendida por la cantidad de tecnología que la casa poseía: un LCD, un equipo de música de última generación, una pecera con dos pequeños pececillos azules que disfrutaban de un relajante burbujeo.

-Arriba está mi habitación, por si quieres irte a dormir-dijo Young Saeng volteándose a verme.

-¿En la cama que compartes con Tiffany?-alcé una ceja-. No, que asco. Prefiero quedarme en el sofá.

Volteé hacia el blanco sofá de cuerina que formaba una ''L'' y me senté. Mi amplia y a veces inoportuna imaginación me hizo estremecer con sólo pensar que en esa cama Young Saeng y Tiffany habían practicado quién sabe cuántas poses diferentes.

-Prepararé el desayuno-murmuró Saeng dejando mi mochila en e sillón del frente.

Ni siquiera lo miré. Seguía aún molesta, y tampoco tenía mucha hambre. No suelo comer hasta después de las diez de la mañana, y aún no eran ni las nueve. Mi vista bajó hacia mis manos y comencé a revisarme las uñas, haciendo caso omiso a Young Saeng. Por el rabillo del ojo noté que se comenzó a acercar, hasta sentarse a mi lado, con su rostro muy cerca del mío.

-Dije que iré a preparar el desayuno-su voz era profunda y lenta; demasiado sensual para su existencia.

-Te escuché-respondí en tono borde, aún sin mirarle.

-¿Qué se te apetece comer?

-Nada, sólo quiero recostarme a descansar. Me pesan los oos.

-Por llorar como una niñita mañosa.

-Soy una niñita mañosa-corregí con el valor de mirarlo a los ojos.

-Y eso te hace muy sexy y deseable.

El rostro de Saeng se inclina lo suficiente como para permitirme sentir su respiración entre cortada. No dije nada. Esperé a que se levantara, sin embargo no lo hizo. Besó nuevamente mi cuello, pero esta vez se prolongó. Mi piel expuesta estaba siendo llenada de sus labios y dientes. Se encargó de apartar el cabello que se encontraba por mi hombro y volvió a entreabrir sus labios para plasmarlos en mi punto débil. Incliné la cabeza hacia el costado opuesto en donde se encontraba Saeng, dándole más lugar para recorrer. Era un hecho: era una completa idiota y ciega que moría por su profesor de filosofía a pesar de lo estúpido que era. Dió otro mordisco a mi cuello y gemí del placer que Saeng me proporcionaba.

-¿Te das cuenta de cómo me provocas?-su voz ronca subió hasta mi oído-. Me acabas de poner duro.

E tono de burla en sus palabras no se los sacaba ni la Reina. Rodé los ojos con irritación y aparté su cuerpo del mío.

-Ahórrate tus bromitas, por favor.

Incoscientemente, mi vista bajó hacia la mitad inferior del cuerpo de Young Saeng. La protuberancia que había en sus pantalones hicieron que mis sientes se desquitaran con mi labio inferior. ¿Cómo podría yo evitar que esto me sucediera cada vez que veía a Saeng tan excitado? Su risa hizo que mi vista suba nuevamente y no pude evitar ruborizarme entera. El calor estaba acoplado en mis mejillas hasta más no poder. Abrí la boca, dejando a mi labio inferior libre de mis dientes. Una de las manos de Young Saeng se posó en su erección y mi vista quedó inmóvil nuevamente en ésta. Comenzó a frotar su miembro por encima de sus pantalones mientras dejaba escapar pequeños gemidos. Esta vez eran sus dientes los que atrapaban su labio inferior. Su mano no dejó de darse placer al momento en que la otra se posó en mi mejilla, logrando que nuestras frentes quedaran unidas.

-_______. di que me deseas tanto como yo a ti-susurró.

Y me besó. El sentir su lengua jugando con la mía fue la gota que colmó el vaso y esfumó la ira. Su respiración se mezclaba con la mía, tanto como nuestros labios se aprisionaban entre ellos y luchaban por quién daba más. Alcé una de mis manos hasta su nuca y procuré no dejarlo ir. Quería su cuerpo mucho más cerca del mío. Era increíble todo lo que me hacía sentir con sólo un beso. Ya no podía pensar con mi sentido común. Todo se había alejado al momento de recibir su primer roce de labios. Lo atraje hacia mí; tanto que terminé por recostarme en e largo sillón. Su cuerpo quedó a horcajadas de mí y sus manos tomaron mis mejillas. La desesperación que ambos poseíamos de no dejar de besarnos iba en aumento. Sentí su erección contra el cierre de mi pantalón y cómo comenzaba a moverse, ocasionándome la excitación máxima. Sentía pequeñas y placenteras cosquillas en mi interior, agitándose con cada movimiento que Saeng hacía contra mi cuerpo caliente. Bajé mis manos hacia su pecho y busqué los botones de su camisa. Con una increíble agilidad mis dedos se encargaron de desabotonar su camisa, hasta sentir su pecho ardiente contra mis manos. Seguía las líneas de su torso con mis dedos, hasta llegar a sus marcados oblicuos. Jadeé en la boca de Saeng y su cuerpo simuló una embestida contra el mío. Sus manos se encargaron de abrir mis piernas lo sucifiente como para que su cuerpo encajara con comodidad. Bajó sus manos de mi rostro, encontrándose con mis pechos, bajando por mi abdomen hasta llegar a mi pantalón. La presión que hacía el botón contra mi pelvis desapareció. El sonido del cierre bajando me hizo recobrar todo.

Young Saeng quería sexo. Aquí y ahora. Y yo era la mujer más virgen del mundo. Esto estaba mal, muy mal. Yo no debería estar aquí, ni menos con él.

Filosofía de Amar, Heo Young SaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora