Capítulo 24

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Mi cuerpo se hizo hacia adelante por producto de la detención del vehículo. Miré por la ventana del costado de Saeng. Todo lo que pude contemplar fue el frente de una casa bastante amplia, con dos patios laterales y muy parecida a la casa blanca, solo que más angosta. Dios, era preciosa. Mordí mi labio en signo de nervios y mis manos se entrelazaron entre ellas, también nerviosas.

-¿Dónde estamos, Young Saeng?-murmuré apenas. No habíamos entablado conversación desde que me dejó en claro que no iríamos a la escuela hoy.

-En mi casa-sonrió.

Tragué saliva con algo de dificultad. Asimilarme en el auto de Saeng en sí ya era complicado. Eché un segundo vistazo al frontis de su linda casa y volví mis ojos hacia los suyos.

-¿Vives solo?

-Con Tiffany, pero...

-¿Me trajiste a la casa que compartes con tu novia?-le interrumpí.

¡Qué idiota de parte de Young Saeng! Quise morirme ahí mismo; más por lo zorra que me sentía por el hecho de que viva con su novia. Froté mi rostro con ambas manos y solté una bocanada de aire. Lo miré, intentando matarlo con la vista.

-No, pero ella...

-Dios, Saeng, no te entiendo-volví a interrumpirle-. Eres un imbécil. ¿En qué pensabas? ¿Tienes algo de neuronas en esa mierda que apodas cerebro?

-______, cálmate, ella...

-Llévame a casa-de nuevo le interrumpí.

-Tiffany no está, _______-

-Oh, y mientras ella no está, aquí tienes a la idiota que debe ponerte duro siempre que tu quieras, ¿no es así?

Su ceño estaba fruncido y sus ojos, tensos. Sentí repugnancia por parte de su mirada de súplica y comprensión. ¿En serio podría yo comprender esto? El lado terco de mi cerebro atacaba, y esta vez no lo iba a detener. Young Saeng en serio se había pasado esta vez. Miró hacia el frente y cerró los ojos.

-No, no lo es-musitó

-No hay más explicaciones, Heo Young Saeng

Quise zafarme del cinturón de seguridad, pero como siempre, mi mezcla de nervios y rabia me jugaron una mala pasada y mis dedos se volvieron estúpidos. Bajé la vista hacia el botón que desprendía el cinturón de mi cuerpo y lo presioné con rabia. La cinta subió hacia un costado del vehículo y mi cuerpo quedó en libertad. Abrí la puerta del auto, tomé mi cochila y puse ambos pies sobre el cemento al fin. El tibio viento golpeó con delicadeza mi rostro, secando de paso mis acuosos ojos llenos de humillación y extrema ira. De un sólo golpe cerré la puerta a mis espaldas y tomé las correas de mi mochila en mi mano. Escuché el abrir de la puerta del auto.
Maldito Saeng, quédate ahí adentro.

-_______, no te vayas-gritó.

Me giré. Sus manos estaban apoyadas en el borde superior de la puerta de su auto y sus cejas estaban levantadas. El viento se encargaba de menear su cabello y, por primera vez, parecía no importarle.

-¡Consíguete a otra idiota que haga tus trabajitos manuales!-grité, restándole importancia al hecho de que Young Saeng tuviera vecinos-. Yo me largo.

Giré, en busca de mis anteriores pasos, y esperé con todo mi alma a que Saeng no volviera a llamarme. Me sentía explotar en cualquier momento. Me estaba usando; yo lo sabía y lo acabo de comprender. Caminé por unos metros cuando sentí la irritante voz de Young Saeng de nuevo.

-¿Cómo te irás a casa? Ni siquiera sabes dónde estamos.

Me detuve en seco. Esta vez tenía toda la razón. ¿Cómo carajos me iba a devolver? Ni siquiera tenía dinero para tomar colectivo. Un fuego creció dentro de mi pecho y pasó por mi garganta. Era furia y no creo que la pudiera soportar. Lancé mi mochila lo más lejos que pude, sin importarme lo que trajera adentro y el fuego salió de mi garganta en forma de un grito desgarrador. ¡Me cago en todo! Caí sobre mis rodillas y cubrí mi rostro con ambas manos. Y de nuevo estaba llorando. Llorando como la tonta e infantil que era _____ Merrick. Mi garganta ardía y mis sollozos se encargaban de descargar todo el dolor que sentía. Aparte de ser sólo un juego, no tenía idea de cómo alejarme de la única persona que cambiaba mi estado de ánimo tan rápido. Saeng me utilizaba y, sin embargo no podía hacer nada para detener el maldito cariño que le tenía. Sentí un cuerpo caer a mi lado, una respiración agitada y unos brazos acurrucándome en su pecho. Con las mínimas fuerzas que tenía sobre el portador de ese perfume tan singular, me dispuse a quitármelo de encima. Golpeé su pecho, lo intenté empujar, pero fue en vano.

-¡Déjame, Saeng!-sollocé-. ¡Te odio, no sabes cuánto te odio!

No podía ser más tonta. Estaba perdida en un mundo que sólo constaba de un habitante de ojos profundamente encantadores. No pude más contra sus múltiples intentos de abrazarme y dejé caer mi rostro en su hombro. Y seguí llorando. Lloré todo lo que necesitaba. Suspiré. Y callé.

-Yo no quiero que me hagas trabajitos manuales-susurró a mi oído con un tono divertido en las últimas dos palabras-. Me gusta estar contigo. Quiero estar contigo. Aunque sea contemplando el silencio de tu presencia.

Filosofía de Amar, Heo Young SaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora