Capítulo 29

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El frío tensó mis músculos y logré despertar. La penumbra de la noche era todo lo que adornaba el lugar. Mierda, ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? Intenté incorporarme en la cama, pero la fuerza que un largo brazo comprendía en mi cintura inmovilizó en mi posición. Gruñí en silencia al tener tan poca fuerza en mi propio cuerpo. Mis brazos y piernas estaban totalmente adoloridos. Me removí en el colchón para poder darme vuelta hacia la persona a quien estaba dándole mi espalda y lo recordé ttodo al ver a tan perfecto ser humano durmiendo plácidamente, con su mano restante aplastada entre la almohada y su mejilla. Sus largas pestañas rozaban sus pómulos y dejaba salir un pequeño hilo de aire por sus entreabiertos labios rosados y carnosos. La escasa luz de la luna estaba completamente a mi favor y llegaba directo a su rostro dándome una pequeña visión de lo que era su rizado y despeinado cabello, su nariz tan perfecta y respingada, sus párpados que marcaban finamente sus pequeñas venas. Mis ojos fueron haciendo un recorrido hasta su cuerpo desnudo. Nuestros pechos estaban unidos por completo, cubiertos por una manta gruesa, y acomodé una de mis piernas por en medio de las suyas, brindándome comodidad y protección a su vez. Alcé una de mis manos a la altura de su mejilla y dejé que el roce de mis dedos dibujara líneas sin sentido por su perfil. Primero su frente, su nariz, hasta llegar a sus labios. Y los acaricié un momento. ¿Qué estaría haciendo yo en este momento si jamás hubiera cedido a besarlos? ¿Cómo sería si él jamás hubiera llegado al colegio? Daba gracias al cielo por tenerlo aquí, desnudo, a mi lado. Mi maldita y siempre inoportuna subconsciente atacó una vez más, recordándome el hecho de que ésta no era ni mi cama ni mi chico. Él no estaba disponible. Debía irme antes de arrepentirme de haber tenido sexo con él.

-Saeng-sacudí su brazo con fuerza menor. No obtuve respuesta-. Saeng, por favor... despierta.

-Mh... -masculló entre quejas, para luego acorralarme aún más cerca de su pecho. No pude evitar reírme ante su tierna acción.

-Heo-ahogué una risa en un beso robado contra sus labios. Su sabor era tan adictivo que me hacía temblar. Tener la oportunidad de poder estar besándolo en este momento era algo que nadie querría desaprovechar. Sus carnosos labios estaban siendo míos, como yo estaba siendo suya. Como yo fui suya.

Cerró los ojos con más presión antes de abrirlos casi en su totalidad. Sus adormilados ojos me regalaron una mirada y en sus labios esbozó una minúscula sonrisa.

-¿A qué hora llega tu novia?-Dios, cuánto dolió decir eso.

-Um, no sé- murmuró escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello-. En la noche.

-Ya es de noche, Saeng-mordí mi labio inferior al sentir sus labios presionados en mi sensible piel.

El rostro de Saeng se alzó tal cachorro en posición de alerta y reí aún algo nerviosa. Sus oscuros ojos hacían un perfecto contraste con la inexistente luz del lugar. Pasó su lengua por su labio inferior y luego lo mordió. Sus movimientos fueron algo bruscos al momento de levantar la manta y salir de la cama en apuros. Observé asu pálido y bien constituído trasero en su trayecto hasta los pies de la cama y buscó algo en el bolsillo de sus pantalones. La luz de su celular se encargó de alumbrar su ceño fruncido y sus labios delgados.

-Será mejor que te vistas-musitó sin apartar la vista del aparato.

Eso no sonaba nada tranquilizador. Me sentía contra el tiempo el cual ni siquiera era demasiado. Debía llegar a casa temprano y no estaba segura ni de la hora que era. Mordí mi labios inferior en signo de miedo, pues no creía que alguien supiera dónde _____ Merrick andaba metida. Maldita sea yo. Jalé la manta hacia mi cuerpo y la amarré por arriba de mis pechos. Young Saeng me había visto desnuda, pero era algo incómodo para mi. Me puse de pie, afirmando la manta con una de mis manos, mientras que con la otra recogía mi ropa. El frío y los nervios, en definitiva, no eran una buena combinación: mi cuerpo entero estaba temblando demasiado.

-¿Cuál es el baño?-pregunté.

-La puerta del frente-me miró y sonrió-. Lindo cabello.

-No seas ridículo-rodé los ojos y corrí hacia el lugar indicado.

Cerré tras mi espalda y me apoyé en la fría madera. La chica que me miraba al otro lado del espejo colgado arriba del lavamanos parecía asustada, como si no se tratara de mí misma. Mi cabello estaba revuelto en un desastre y tenía unas marcadas ojeras de cansancio. Claro, ¿Quién no lo tendría luego de haber perdido la virginidad con el hombre más deseado de todo el colegio, y quizás del mundo entero? Sonreí de dentadura completa. Por más que lo intentaba, mi rostro no mostraba otra cosa más que sueño y bolsas por debajo de mis ojos. Tiré la manta al piso y me concentré en ponerme la ropa interior. Jodido dolor de brazos y epalda. Aunque por una parte me gustaba saber la razón por los dolores, y me gustaba más saber que se trataba del mismísimo Heo Young Saeng. Abroché mi sostén como pude, aún con todo el dolor que cargaba mi cuerpo, y me puse la camiseta. Llevaba un perfume de hombre bastante familiar. Acomodé mis pantalones, me puse las zapatillas y me incorporé nuevamente frente al espejo. Pasé mis dedos por entre mi cabello e intenté calmarlo un poco y que no pareciera de recién salida de la cama de un hombre ocho años mayor que yo. Tomé la manta y salí del baño. Mis zapatillas resonaron en el oscuro pasillo antes de volver a entrar en la habitación. Me hallé a un Young Saeng con su ropa uesta y su camisa a medio abotonar. Su alto cuerpo se adelantó delante de mí y sus labios formaron una sonrisa. Ahora hay una tenue y relajante luz amarilla decorando el silencio de la habitación. Los sensibles rayos que salían de la lámpara a espaldas de Saeng me hacian poder ver sólo un par de ojos negros provocando su propio brillo,

-Fuiste excelente para no tener nada de experiencia-susurró pasando un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja y con la otra mano me tendió mi celular-. Ten.

-Gracias, supongo-me encogí de hombros y tomé el objeto-. ¿Por qué lo tenías tú?

-Había estado sonando mucho, así que tuve que levantarme a apagarlo, ¿No te molesta?-mordió su labio.

-No-sonreí.

-Y, bueno, aproveché de acobijarte. Tu cuerpo estaba muy frío y, ugh, no quería que pillaras un resfriado.

Parecía algo incómodo con tener que decir esas palabras; como no acostumbrado a tener que admitir que algo le importaba en realidad. Por una parte eso se sentía bien. Le sonreí en agradecimiento y levanté mis manos hasta los botones de su camisa, con la intención de cerrarla. Mis fríos y tiesos dedos se centraba en sus acciones a la vez que mi mente se convirtió en un gran lío. ¿Cómo fue que se nos pasó y cómo es que vengo a notarlo ahora? Mierda, me sentía como el infierno.

-Saeng-susurré sin el valor de mirarlo a los ojos.

-¿Mh?

-No usamos protección-musité con el rostro colorado hasta más no poder.

Soltó una pequeña risa y luego sus labios se plasmaron en mi frente, activando una serie de escalofríos que recorrieron toda mi vértebra. ¿Por qué diablos se reía? No era nada gracioso para mí tener que liar con un bebé nueve meses más tarde.

-Soy infértil-masculló.

Filosofía de Amar, Heo Young SaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora