36. Confuso

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Viernes, 
PABLO

Me despiertan unos toques en la puerta, y al abrir los ojos me doy cuenta que estoy en el estudio, me levanto de golpe y mi espalda está totalmente jodida, seguramente por la posición muy desagradable que tenía en el sofá.

Mierda. ¿Cómo coño he acabado aquí?

Camino hasta el baño que hay en el estudio, y me paso agua por la cara. Siento como si tendría una máquina de tortura apretándome el cerebro. Entonces me recuerdo de anoche, con los chicos. He abusado de Tequila. Mierda.

Todo el día me viene a la cabeza en flashes rápidos y agobiantes; la visita del piso con Magali, la certidumbre que me dio su excitación, la comida con Ylaina que me sacudió, los mensajes de mi banda de amigos que han venido a verme de Málaga, la conversación con Elián, y la visita sorpresa de Ángel en casa.

Miro el estudio mientras me seco la cara. Llevo una semana aquí encerrado todo el día... y no hice nada, no me sale nada, estoy agobiado, frustrado, estresado, jodido.

Y hay una vocecita que intento callar, que me va diciendo que todo es culpa de Magali. No entiendo... No me entiendo. Si la he estado esperando todos estos años, soñaba que esto se pasara como se ha pasado. Entonces porqué, ahora que la tengo, estoy así... en este estado. Y porqué... Con tanto movimiento a mi lado, que no tiene nada que ver con Magali, ahora le pongo toda la culpa. Si hace apenas unos días todo me parecía tan seguro, tan tranquilo, tan perfecto.

Claro... Todo sería mucho más simple si Magali no estuviera aquí conmigo: no tendría que mover en plena creación de música, podría irme y volver a Málaga o Miami sin tener que ver con sus planes, podría salir a Málaga con mis amigos, no tendría siempre latiendo en mi sien el miedo que nos pillen, vivir escondidos, y quizás... Si no hubiera habido Magali... quizás el embarazo de Ylaina me hubiera acercado a ella.

Paran de insistir en la puerta, y lo agradezco. Me dejo caer en el sofá, e intento poner orden en mis pensamientos.

El Piso

Magali se empeñó en encontrarnos un piso más grande. Y... Vamos... Tiene toda la razón del mundo, en el mío no hay lugar para un niño, ni hablar de dos. Más que eso, me hizo entender también que mi piso era un piso de soltero, y no había espacio para sus cosas cuando las traería de su piso de Barcelona, que sigue pagando inútilmente. De nuevo tiene razón. Pero entre la presión del álbum en el cual tengo que trabajar, la situación con Ylaina y la llegada de Elián. Añadirle una mudanza a todo esto, me parece imposible de manejar.

Pero cuando llegamos en el piso, riéndonos con la agente inmobiliaria porque esta hablaba perfectamente francés, cuando nosotros estábamos comunicando en francés para que no entienda... Todo fue fácil de nuevo, como siempre lo es con Magali. Simplicidad, amor, ternura, luz, felicidad... Todo a su lado es así de simples: nos gusta, lo cogemos. Así de fácil.

El piso era maravilloso, había espacio que sobra para un estudio y media docena de hijos legítimos o ilegítimos míos, aunque en literas. Había un balcón enorme, que daba sobre todo Madrid, y uno de estos sofás colgados adonde yo ya podía ver Magali sentada escribiendo sus agradecimientos cada mañana. Era perfecto. Hasta me dejé llevar con la idea de ver niños corriendo por ahí, llamándome papá. Cuando la agente nos dejó a solas, Magali se emocionó, yo también.

Salimos de ahí, encontramos un cafecito adonde tomamos un café rápidamente con la agente para rellenar el documento de arras y darle las informaciones necesarias para ir adelante con el alquiler a opción de compra para el piso. De nuevo, Magali lo hizo todo simple, esta mujer facilitó todas las informaciones necesarias, solamente me encargué de contestar a lo que me tocaba a mí. Y para lo legal, Magali llamó el abogado que se encargará de la asociación, así rápidamente, sin darme ni tiempo de buscar en mi cerebro a quién pedir eso.

Saturno En La TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora