42. Toda la verdad, casi toda la verdad

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Barcelona,
MAGALI

Llego a la habitación que mis padres me han preparado.

Me dejo caer en la cama, sobre la barriga, aprovecho porque ya sé que en unas semanas ya no podré hacer eso. Miro la estantería que esta justo en la pared adelante de mí, y veo libros de Elián cuando era bebé, las historias que le contaba. Escucho mis padres en la cocina, preparando la comida, y como música de fundo Jean-Jacques Goldman, el cantante favorito de mi padre. Tengo ganas de llorar de lo bien que me siento aquí. Cierro los ojos, y mi cabeza hace un viaje exprés a lo que pasó desde la última vez que dormí aquí con Elián, llegados de la India.

Mi vuelta de la India, recoger las costumbres de una sociedad ultra consumista, al lado de 6 años en un país en construcción que siguen necesitando lo básico. Como admiré Elián, y su capacidad de adaptación. Contactar viejos amigos, volver a salir, tomar copas, socializar. Fue un año tan complicado. Encontrarme Gwen, re-conectar con ella, volvernos inseparables. Mi adaptación hubiera sido mucho más larga si ella no hubiera estado ahí a mi lado. Abrir un centro con otras coach, una mala experiencia, celos, miedos, ganas de volver a la India. Tener 33 años, ser una madre soltera, en una ciudad enorme, en casa de los papis, y volver a empezar. Mi padre me ayudó con el alquiler de un viejo local, ver que grande parte de mis clientas eran extranjeras, me hizo re-actualizar mi coaching en línea, y me bastó para poder alquilar un piso para Elián y yo. Y luego, entre mis viajes a la India y mis formaciones... Y los viajes de Gwen para su trabajo, decidimos compartir piso.

Luego... llegó Pablo... Y vino Lucas... dejé mi vida de lado... Seguía con mis coaching en línea, pero... No estaba totalmente involucrada. Si no hubiera sido por López... hubiera tenido que volver aquí mismo. Y ahora, tengo que juntar sesiones de coaching, y unos cursos para poder seguir con mi web, y la asociación en Madrid.

Me sube una angustia: ¿Como voy a ser capaz de hacer todo eso?

En el fundo puedo oír mis padres reír, y me relaja. No sé qué hubiera hecho sin ellos.

Me han recibido en el aeropuerto con globos y paneles. Que locos. Cuantos los eché de menos. Estaba histérica, me reía y lloraba a la vez, hubiera podido comerlos a besos ahí mismo.

Ahorita, cortaría mi línea telefónica y dejaría de hablar con el mundo. Bueno... después de recuperar Elián. Pero ya no tengo ganas de volver ni a Madrid, ni a ninguna parte... solo quedar aquí.

-A mesaaaaaa –grita mi madre.

Pero estoy KO, y cuando mi madre abre la puerta para llamarme, me hago la dormida. Siento sus manos dulces en mi cara, y una manta sobre mi cuerpo, antes de oír la puerta cerrarse. Y me dejo caer en un dulce sueño con música francesa y brasileña jugando en mis oídos.

...

-No me jodas –me contesta Martina al teléfono- Y me dices esto cuando estás en Barcelona, a kilómetros de mí sin poder abrazarte, y Pablo a más kilómetros aún sin poder darle una hostia. Tía... es que... No sé he... Y entonces ¿qué? ¿Que va pasar ahora? Él se va a Miami, pasárselo bomba, y tú te encargas de todo esto sola, de nuevo.... Es que este tipo es una luz he...

-A ver... Martina... Pablo estaba muy mal. Fue algo antes que yo llegara, él tenía que encontrarse... Y yo llegué ahí un poquito en el medio de todo, y se confundió. Creo que está claro que volveremos juntos, de la manera que nos despedimos, no nos dijimos adiós. Solamente tiene que estar solo y hacer las cosas que quería hacer durante este año.

-¡QUÉ? Que va a estar un año sin...

-Nononononono... Que durante estos meses va hacer lo necesario para estar bien. Yo creo que es muy bueno, hay parejas que deberían hacer esto. Con la idea centrada que lo hacen para el bien del uno y del otro.

Saturno En La TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora